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El complejo de Prometeo

Mario López
Mario López
sábado, 6 de junio de 2009, 22:01 h (CET)
Poca gente conoce el complejo de Prometeo pero, en cambio, son muchos los que lo padecen. Los psicoanalistas lo definen como una continua búsqueda del conocimiento y consideran que también se trata de un complejo de Edipo de la vida intelectual. Ese afán de conocerlo todo, con sus nombres, fechas y lugares no es otra cosa que un desorden mental. Pero el desconocimiento de tal cosa lleva a muchos a exhibirlo sin el menor recato. Aún más, se jactan de ello.

Hacen acopio de conocimientos cuya única aplicación práctica reside en mostrarlos en una reunión familiar o entre amigos, como el que muestra los cuadros pintados por él o las fotos del último verano. Vengan o no a cuento, interesen o no a los demás, los enfermos del complejo de Prometeo exponen sus conocimientos para darse a sí mismos una majestad que en la vida práctica no se les reconoce. La mayoría de los humanos residentes en países desarrollados hemos hecho acopio de infinidad de conocimientos que luego hemos ido olvidando en el curso del tiempo, a fuerza de no usarlos. Únicamente nos han dejado una especie de poso intelectual que nos hace más comprensivos. Todos hemos tenido que conocer la historia universal, si es que hemos acabado el bachillerato. De una manera muy sucinta, cierto es, pero suficiente como para mantener una conversación familiar. Lo mismo podría decirse de otras disciplinas. Pero las cosas se nos olvidan. Hemos leído infinidad de novelas, pero apenas nos acordamos del argumento de algunas de ellas y hemos olvidado la práctica totalidad de los nombres de sus protagonistas. Sólo alguna obra que nos ha causado un efecto especial se conserva en mejor estado en esa especie de tenebroso trastero que parece ser la memoria. Únicamente los profesionales que necesitan para su trabajo conocer cada detalle de un asunto tienen conocimientos abundantes del mismo. También es verdad que existen muchas personas que poseen una memoria privilegiada, pero son la excepción. El ansia de poseer todos los conocimientos del mundo es simplemente una enfermedad. Y el anhelo de exhibirlos en público, la más patética expresión de soberbia.

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