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El viejo silo de cabezas nucleares fue abandonado a finales de los 80, cuando la guerra entre superpotencias pasó a mejor vida a raíz de acuerdos bajo la mesa y extraños giros de la geopolítica. Todas las instalaciones relacionadas perdieron asimismo su importancia y pasaron a su condición de reliquias de una etapa diferente pero en el fondo igual. En algún momento alguien debía aprobar una orden que rubricara y con ella hiciera operativo su desmantelamiento. Una orden que, con las prisas propias de una agenda política especialmente adecuada a perder el tiempo, no llegó nunca. Para la historia oficial diremos que se traspapeló.
Y cada día, una operaria de subcontrata de limpieza saluda a un centinela aburrido hasta decir basta, y recorre todos los días de 19 a 22 horas muchas de estas dependencias. A cosa de las 20:45 se detiene unos minutos en los paneles de control para pasar una mopa húmeda por encima de toda la sección de interruptores cuyo centro ocupa el botón rojo del apocalipsis.
No voy a matarme mucho con este artículo. La opinión de mi madre Fisioterapeuta, mi hermana Realizadora de Tv y mía junto a la de otras aportaciones, me basta. Mi madre lo tiene claro, la carne le huele a podrido. No puede ni verla. Sólo desea ver cuerpos de animales poblados de almas. Mi hermana no puede comerla porque sería como comerse uno de sus gatos. Y a mí me alteraría los niveles de la sangre, me sentiría más pesada y con mayor malestar general.
En medio de la vorágine de la vida moderna, donde la juventud parece ser el estándar de valor y el ascensor hacia el futuro, a menudo olvidamos el invaluable tesoro que representan nuestros ancianos. Son como pozos de sabiduría, con profundas raíces que se extienden hasta los cimientos mismos de nuestra existencia. Sin embargo, en muchas ocasiones, son tratados como meros objetos de contemplación, relegados al olvido y abandonados a su suerte.
Al conocer la oferta a un anciano señor de escasos recursos, que se ganaba su sobrevivencia recolectando botellas de comprarle su perro, éste lo negó, por mucho que las ofertas se superaron de 10 hasta 150 dólares, bajo la razón: "Ni lo vendo, ni lo cambio. El me ama y me es fiel. Su dinero, lo tiene cualquiera, y se pierde como el agua que corre. El cariño de este perrito es insustituible; su cariño y fidelidad es hermoso".
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