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Las “campechanas” correrías del rey que Franco nos dejó en herencia son las de un jubilado y exiliado de oro

Él, Juan Carlos, ha vuelto

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Cuando faltan pocos meses para que se cumplan los tres años de la “tocata y fuga” del heredero de Franco para cobijarse bajo las capas de sus amigos de Arabia Saudí, él, Juan Carlos de Borbón, ha vuelto a esta madre patria que tanto le ha dado a ganar. Nos ha salido un rey fugitivo y viajero y como un jubilado más ha decidido que nada ilustra tanto como recorrer el mundo, con la salvedad que él no viaja a bordo de un bus del Imserso, las “campechanas” correrías del rey que Franco nos dejó en herencia son las de un jubilado y exiliado de oro, y va y viene en un “jet” privado con escolta que pagamos con nuestros impuestos y con ayudantes que, seguramente, también cobran su nómina a cargo del erario público. Y todo, a pesar de ser un reconocido defraudador de la Hacienda pública, sin el menor peligro de dar con su regio trasero en el banco de los acusados de cualquier juzgado. Su inviolabilidad, convertida en impunidad, y la prescripción por el paso del tiempo de algunas de sus defraudaciones al fisco le han puesto a salvo, y todo sin escatimar gastos. 


Es un misterio quién corre con los gastos que su estancia en Abu Dabi y estos viajes de placer ocasionan, porque, que sepamos, no tiene ningún ingreso oficial desde que al comienzo de la pandémia, cuando, definitivamente, se levanto parte del pastel de algunos negocios regios, su hijo le retiró la “paga” que también salía de nuestros impuestos, cuyo importe ha incrementado el estipendio que Felipe VI puede repartir entre los suyos a su libre albedrío.


Dicen que a Felipe VI, actual Borbón a la cabecera del Estado, y a Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno, no les hace ninguna gracia que Juan Carlos, en su “campechanía”, viaje a España cuando le venga en gana. Al fin y al cabo nada se lo prohíbe, la Corona, políticos, jueces y fiscales con su manera de proceder le dieron carta blanca para que actuase como le viniese en gana. Ahora que no se quejen los que durante los últimos tiempos han venido negándose a crear en el Congreso una Comisión Parlamentaria para investigar las tropelías financieras del sucesor del viejo dictador Franco. Y mientras tanto la derecha extrema y la extrema derecha, ya saben a quien me refiero, al PP y al partido fascista con nombre de diccionario, se frotan las manos porque piensan poder sacar partido electoralmente de la venida de Juan Carlos a tierra patria.


Esta vez antes de llegar a Sanxenxo el anterior Jefe del Estado realizó una escala en Londres donde cenó, junto con diversas personas, en el exclusivo club Oswald del que forman parte la reina consorte Camila, el príncipe de Gales y el ex primer ministro Johnson, aunque ninguno de ellos estuvo presente en la cena a la que, es muy posible, Juan Carlos acudiera en busca de ayuda y consejos para afrontar el pleito que Corinna, su ex amante, le ha planteado ante la justicia británica. La noche del miércoles acudió al palco del Chelsea para presenciar el partido entre este Club y el Real Madrid, allí se encontró con el presidente del club madrileño con el que, probablemente, en más de una ocasión ha hecho algún negocio en su papel de Jefe de Estado y “conseguidor” de algunas empresas españolas.


Y ahora ya está en Sanxenxo presto para navegar, no creo que esté para patronear el velero ni para ir de grumete, en ese Bribón -qué acierto de nombre para este Borbón-, que se hará a la mar cual nuevo pirata de los siete mares, aunque sin loro en el hombro, ni pata de palo ni parche en el ojo. Ahora los piratas de mar y de tierra adentro visten elegantes ternos, blanqueadas camisas, corbatas de seda y zapatos italianos, pero se les ve llegar por su aroma de consejo de administración, y es que, como dice el viejo refrán “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.

Él, Juan Carlos, ha vuelto

Las “campechanas” correrías del rey que Franco nos dejó en herencia son las de un jubilado y exiliado de oro
Rafa Esteve-Casanova
jueves, 20 de abril de 2023, 09:54 h (CET)

Cuando faltan pocos meses para que se cumplan los tres años de la “tocata y fuga” del heredero de Franco para cobijarse bajo las capas de sus amigos de Arabia Saudí, él, Juan Carlos de Borbón, ha vuelto a esta madre patria que tanto le ha dado a ganar. Nos ha salido un rey fugitivo y viajero y como un jubilado más ha decidido que nada ilustra tanto como recorrer el mundo, con la salvedad que él no viaja a bordo de un bus del Imserso, las “campechanas” correrías del rey que Franco nos dejó en herencia son las de un jubilado y exiliado de oro, y va y viene en un “jet” privado con escolta que pagamos con nuestros impuestos y con ayudantes que, seguramente, también cobran su nómina a cargo del erario público. Y todo, a pesar de ser un reconocido defraudador de la Hacienda pública, sin el menor peligro de dar con su regio trasero en el banco de los acusados de cualquier juzgado. Su inviolabilidad, convertida en impunidad, y la prescripción por el paso del tiempo de algunas de sus defraudaciones al fisco le han puesto a salvo, y todo sin escatimar gastos. 


Es un misterio quién corre con los gastos que su estancia en Abu Dabi y estos viajes de placer ocasionan, porque, que sepamos, no tiene ningún ingreso oficial desde que al comienzo de la pandémia, cuando, definitivamente, se levanto parte del pastel de algunos negocios regios, su hijo le retiró la “paga” que también salía de nuestros impuestos, cuyo importe ha incrementado el estipendio que Felipe VI puede repartir entre los suyos a su libre albedrío.


Dicen que a Felipe VI, actual Borbón a la cabecera del Estado, y a Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno, no les hace ninguna gracia que Juan Carlos, en su “campechanía”, viaje a España cuando le venga en gana. Al fin y al cabo nada se lo prohíbe, la Corona, políticos, jueces y fiscales con su manera de proceder le dieron carta blanca para que actuase como le viniese en gana. Ahora que no se quejen los que durante los últimos tiempos han venido negándose a crear en el Congreso una Comisión Parlamentaria para investigar las tropelías financieras del sucesor del viejo dictador Franco. Y mientras tanto la derecha extrema y la extrema derecha, ya saben a quien me refiero, al PP y al partido fascista con nombre de diccionario, se frotan las manos porque piensan poder sacar partido electoralmente de la venida de Juan Carlos a tierra patria.


Esta vez antes de llegar a Sanxenxo el anterior Jefe del Estado realizó una escala en Londres donde cenó, junto con diversas personas, en el exclusivo club Oswald del que forman parte la reina consorte Camila, el príncipe de Gales y el ex primer ministro Johnson, aunque ninguno de ellos estuvo presente en la cena a la que, es muy posible, Juan Carlos acudiera en busca de ayuda y consejos para afrontar el pleito que Corinna, su ex amante, le ha planteado ante la justicia británica. La noche del miércoles acudió al palco del Chelsea para presenciar el partido entre este Club y el Real Madrid, allí se encontró con el presidente del club madrileño con el que, probablemente, en más de una ocasión ha hecho algún negocio en su papel de Jefe de Estado y “conseguidor” de algunas empresas españolas.


Y ahora ya está en Sanxenxo presto para navegar, no creo que esté para patronear el velero ni para ir de grumete, en ese Bribón -qué acierto de nombre para este Borbón-, que se hará a la mar cual nuevo pirata de los siete mares, aunque sin loro en el hombro, ni pata de palo ni parche en el ojo. Ahora los piratas de mar y de tierra adentro visten elegantes ternos, blanqueadas camisas, corbatas de seda y zapatos italianos, pero se les ve llegar por su aroma de consejo de administración, y es que, como dice el viejo refrán “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.

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