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El cuidado personal real ni se hace ni se compra, se lleva en el interior

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Cada día inundan los mensajes de autocuidado y los estudios que relacionan un mayor bienestar y una mayor salud mental y física con ciertas prácticas que necesitan de tiempo.


Estos buenos hábitos, cuya eficacia está demostrada, son una auténtica promesa de mejora y van a ayudar a aliviar el estrés: hacer deporte, llevar una alimentación sana, pasar más tiempo en la naturaleza, dormir mejor… Sin embargo, ¿por qué la gente se estresa simplemente con pensar en cómo sacar el tiempo y la constancia necesarios?


Las personas están acostumbradas a un mundo de eficiencia, de controlar el progreso y medir los resultados. Es un ritmo de vida que consiste en aprovechar el tiempo al máximo y sentirse culpables cuando se comete alguna indulgencia. Sin embargo, la primera práctica de cuidado personal (y la más importante) es cambiar el proceso que se sigue para hacerle hueco a ese nuevo hábito.


Las buenas prácticas de autocuidado no deberían ser una vía de escape para evadirse unos minutos de la realidad. Más bien, deberían ser decisiones que ayuden a construir la vida que se quiere.


Saber poner límites, estar en el momento y en el lugar y adaptar los nuevos hábitos a la personalidad y a la vida será muy útil para que, en vez de tareas agobiantes, se conviertan en pequeñas píldoras de bienestar.


El “cuidado personal real” no es un nombre, es un verbo. Es todo el trabajo interior que se hace para poder llegar a una actividad que realmente sea transformadora. El hecho de cumplir puede ser muy superficial (se hace la foto para redes sociales, el check en la lista de tareas pendientes…) o puede ser, en cambio, muy profundo y revelador.


Si se ha hecho un trabajo previo, entendiendo por qué es importante, alineándolo con los valores, fijando los límites y los horarios y actuando desde la convicción de estar invirtiendo en el futuro, cuando se esté metido de lleno se podrá realmente disfrutar de ese momento como algo nutritivo para el alma.


El verdadero autocuidado no es el que drena, sino el que alimenta. Cuando se invierte en uno mismo, se está mejorando y los beneficios se notan a corto y también a largo plazo.


Esa rutina facial que se disfruta por la noche es importante por cómo cuida la piel, pero también por una serie de decisiones que se han tomado para tener tiempo y para poder disfrutarlo sin sentirse culpable. En otras palabras, no se trata realmente de “la cosa” que se hace, sino del proceso que se sigue para llegar hasta ella.


Caredamia es una tienda de cosmética natural que nació alrededor de este concepto: care. Un cuidado real, auténtico, profundo y alineado con valores. Su propuesta de valor parte de la personalización, ya que no hay dos personas iguales, y las rutinas tienen que adaptarse a la persona, no al revés.


Es importante que las rutinas de cuidado facial y corporal nazcan de la ilusión y de la motivación personal, no del miedo y de la amenaza. E igual de importante es que los productos que se compran se correspondan con los valores y la filosofía de los usuarios.


Por eso, en Caredamia dejan muy claro, no solamente cuáles son los ingredientes y los resultados de cada producto, sino también cuáles son los valores y cómo impactan en el mundo las prácticas de cada marca.


Caredamia no es para quienes piensan que tienen que ponerse una crema para poder cumplir con las expectativas de los demás. Más bien, es el lugar del consumidor consciente, aquel que tiene claro cómo dejar una huella positiva en el mundo: cuidándose de forma real y no fingida.


El cuidado personal real ni se hace ni se compra, se lleva en el interior

Emprendedores de Hoy
martes, 14 de marzo de 2023, 12:00 h (CET)

Cada día inundan los mensajes de autocuidado y los estudios que relacionan un mayor bienestar y una mayor salud mental y física con ciertas prácticas que necesitan de tiempo.


Estos buenos hábitos, cuya eficacia está demostrada, son una auténtica promesa de mejora y van a ayudar a aliviar el estrés: hacer deporte, llevar una alimentación sana, pasar más tiempo en la naturaleza, dormir mejor… Sin embargo, ¿por qué la gente se estresa simplemente con pensar en cómo sacar el tiempo y la constancia necesarios?


Las personas están acostumbradas a un mundo de eficiencia, de controlar el progreso y medir los resultados. Es un ritmo de vida que consiste en aprovechar el tiempo al máximo y sentirse culpables cuando se comete alguna indulgencia. Sin embargo, la primera práctica de cuidado personal (y la más importante) es cambiar el proceso que se sigue para hacerle hueco a ese nuevo hábito.


Las buenas prácticas de autocuidado no deberían ser una vía de escape para evadirse unos minutos de la realidad. Más bien, deberían ser decisiones que ayuden a construir la vida que se quiere.


Saber poner límites, estar en el momento y en el lugar y adaptar los nuevos hábitos a la personalidad y a la vida será muy útil para que, en vez de tareas agobiantes, se conviertan en pequeñas píldoras de bienestar.


El “cuidado personal real” no es un nombre, es un verbo. Es todo el trabajo interior que se hace para poder llegar a una actividad que realmente sea transformadora. El hecho de cumplir puede ser muy superficial (se hace la foto para redes sociales, el check en la lista de tareas pendientes…) o puede ser, en cambio, muy profundo y revelador.


Si se ha hecho un trabajo previo, entendiendo por qué es importante, alineándolo con los valores, fijando los límites y los horarios y actuando desde la convicción de estar invirtiendo en el futuro, cuando se esté metido de lleno se podrá realmente disfrutar de ese momento como algo nutritivo para el alma.


El verdadero autocuidado no es el que drena, sino el que alimenta. Cuando se invierte en uno mismo, se está mejorando y los beneficios se notan a corto y también a largo plazo.


Esa rutina facial que se disfruta por la noche es importante por cómo cuida la piel, pero también por una serie de decisiones que se han tomado para tener tiempo y para poder disfrutarlo sin sentirse culpable. En otras palabras, no se trata realmente de “la cosa” que se hace, sino del proceso que se sigue para llegar hasta ella.


Caredamia es una tienda de cosmética natural que nació alrededor de este concepto: care. Un cuidado real, auténtico, profundo y alineado con valores. Su propuesta de valor parte de la personalización, ya que no hay dos personas iguales, y las rutinas tienen que adaptarse a la persona, no al revés.


Es importante que las rutinas de cuidado facial y corporal nazcan de la ilusión y de la motivación personal, no del miedo y de la amenaza. E igual de importante es que los productos que se compran se correspondan con los valores y la filosofía de los usuarios.


Por eso, en Caredamia dejan muy claro, no solamente cuáles son los ingredientes y los resultados de cada producto, sino también cuáles son los valores y cómo impactan en el mundo las prácticas de cada marca.


Caredamia no es para quienes piensan que tienen que ponerse una crema para poder cumplir con las expectativas de los demás. Más bien, es el lugar del consumidor consciente, aquel que tiene claro cómo dejar una huella positiva en el mundo: cuidándose de forma real y no fingida.


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