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El cristal del ojo algo roto,
el buen ojo en este tardío alba,
de todo aquél que mira y ve más allá de doce mil retinas tristes en su ignorancia vacía de mil vidas.
El cristal del ojo algo roto,
por tanto llorar y reír algo la vida,
mil ríos de sangre aguada han caído esta tarde por mis retinas llenas de pena y luto.
El cristal del ojo algo roto,
ese mal de ojo entrada esta tardía oscuridad con sino lleno,
donde su conjuro cita los versos algo magos del más allá a veces tan cercano.
Se oye una rima de los muertos algo vivientes que bajan del suelo de los siete cielos...
"El llanto del mal venga sobre almas nobles", éste es el ritual de suertes robadas,
"por el nombre de este Dios que tristemente invocas por tener mal el sino de tu destino,
este cristal de colores vivos será tu retina... id con ojo, llega roto por querer cambiar con este cántico algo muerto tu triste y vacía vida".
El desnudo hijo dentro de la imperial bañadera de hierro llena de agua. Un despintado banquito de tres patas, al lado. Y una canasta con jabón de tocador de coco, esponja, sales de baño importadas, una caja grande de fósforos de madera y barcos de papel. El desnudo hijo es un adulto lento, vacío, triste. Estupefacto. Mira el agua. Un brazo apoyado sobre el borde de la bañadera. Lo mira. Mira el agua.
Este pasado jueves, la sala habilitada en la Casa del Libro de la Gran Vía madrileña estaba con aforo completo. No era para menos, se presentaba el esperado ensayo histórico 'La conquista del océano', ópera prima del historiador David Ramírez Muriana, que se ha colado estos días entre los cinco libros más vendidos en la cadena líder de librerías en España.
Mi corazón envejece, a la par que mis recuerdos; cuando deje de latir, todo quedará en silencio.
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