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Una hostia de más o de menos ni la tiene que notar

Nadie es profeta en su tierra

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A saber qué habrá hecho de infame Mariano Rajoy para que le nombren persona non grata en Pontevedra. No acabo de creerme, como aseguran las informaciones sesgadas que me han llegado al respecto, que tan sólo sea por haber concedido una prórroga a la ocupación de los terrenos en los que se ubica el Centro de Operaciones de Ence. En cualquier caso, yo en su lugar no me preocuparía en exceso, porque en este país hoy nos ensalzan y mañana prenden una hoguera con lo que queda de nuestros despojos. En cuestiones políticas, que es de lo que tratamos ahora a mi humilde entender, todo se reduce a expresar las ideas de una manera poco ortodoxa; y la susodicha es una de tantas. Es más, nuestro presidente ya está acostumbrado a que le maltraten, y una hostia de más o de menos ni la tiene que notar.

El que sí se ha mostrado manifiestamente ofendido por el exabrupto es nuestro ministro de Educación, Cultura y Deportes en funciones, Iñigo Méndez de Vigo y Montojo, a la sazón noveno barón de Claret. Se nota que no está familiarizado con las críticas, pero de qué manera podríamos reprochárselo siendo como es él, una persona ungida por los parabienes de su alcurnia, y ajena a la tosquedad de la chusma. Aunque para lo poco que le queda de estar en el cargo que ahora ocupa, bien le valdría que se esforzase en contemporizar con aquella. Nunca se sabe en qué tesituras habremos de vernos alguna vez, ni qué compañeros de viaje nos deparará el futuro más o menos próximo. Nos quejábamos de Wert, el anterior ministro del mismo ramo, y su incorregible afán de protagonismo, pero el actual por no hacer no ha hecho ni tan siquiera el ridículo, que visto lo visto era lo mínimo que se le podía exigir. Pero es que en esas lides, el madrileño con apellido germano que propugnaba españolizar a los niños de Cataluña, era un verdadero crack.

Nadie es profeta en su tierra

Una hostia de más o de menos ni la tiene que notar
Francisco J. Caparrós
martes, 23 de febrero de 2016, 09:08 h (CET)
A saber qué habrá hecho de infame Mariano Rajoy para que le nombren persona non grata en Pontevedra. No acabo de creerme, como aseguran las informaciones sesgadas que me han llegado al respecto, que tan sólo sea por haber concedido una prórroga a la ocupación de los terrenos en los que se ubica el Centro de Operaciones de Ence. En cualquier caso, yo en su lugar no me preocuparía en exceso, porque en este país hoy nos ensalzan y mañana prenden una hoguera con lo que queda de nuestros despojos. En cuestiones políticas, que es de lo que tratamos ahora a mi humilde entender, todo se reduce a expresar las ideas de una manera poco ortodoxa; y la susodicha es una de tantas. Es más, nuestro presidente ya está acostumbrado a que le maltraten, y una hostia de más o de menos ni la tiene que notar.

El que sí se ha mostrado manifiestamente ofendido por el exabrupto es nuestro ministro de Educación, Cultura y Deportes en funciones, Iñigo Méndez de Vigo y Montojo, a la sazón noveno barón de Claret. Se nota que no está familiarizado con las críticas, pero de qué manera podríamos reprochárselo siendo como es él, una persona ungida por los parabienes de su alcurnia, y ajena a la tosquedad de la chusma. Aunque para lo poco que le queda de estar en el cargo que ahora ocupa, bien le valdría que se esforzase en contemporizar con aquella. Nunca se sabe en qué tesituras habremos de vernos alguna vez, ni qué compañeros de viaje nos deparará el futuro más o menos próximo. Nos quejábamos de Wert, el anterior ministro del mismo ramo, y su incorregible afán de protagonismo, pero el actual por no hacer no ha hecho ni tan siquiera el ridículo, que visto lo visto era lo mínimo que se le podía exigir. Pero es que en esas lides, el madrileño con apellido germano que propugnaba españolizar a los niños de Cataluña, era un verdadero crack.

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