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El cisne que grazna y no canta, canta antes de morir

Canto del cisne en Ciudadanos

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El cisne no canta nunca, grazna. En la historia hay una leyenda, que recoge Virgilio y da cuenta de algo inaudito: El cisne, como predicción de su propia muerte, canta. En Grecia el hecho mereció la atención de Esopo (fábula el Cisne y el Ganso), Esquilo (en Agamenon), Sócrates, Platón y Aristóteles. En Roma, el canto del cisne se convirtió en proverbio, que usaron el poeta Ovidio en su Metamorfosis y el bilbilitano Marcial. En inglés, Skakespeare lo recuerda en El Mercader de Venecia. Da Vinci, el gran Leonardo, lo sublimó: “El cisne es blanco, sin mancha, y canta dulcemente cuando se muere, y esa canción pone fin a su vida”. Después, siglo XIX, Schubert compuso su El Canto del Cisne; y Anton Pavlovich Chejov, con el mismo título, escribió un estudio dramático en un acto, sobre la despedida de un actor viejo de un escenario.


La mañana en Madrid era otoñal y agradable. En el intercambiador de la Plaza de Castilla dos letreros luminosos anunciaban algo a lo lejos. El día anterior en el mismo sitio, según informe de un encargado de seguridad, una marca de bebidas sin azúcar hacían propaganda y regalaban envases.


De cerca, se podían leer los letreros luminosos: Refundación LIberal. Con letras metidas en un cuadrado y con colores difusos no consistentes que empezaban en azul, seguían en turquesa, para llegar a rojo desvaído y acabar en el azul del principio. El tono empezaba y terminaba igual, con un recorrido raro que, acaso por azar distraído, marcaba trayectoria.


La escena se desarrollaba en la zona sur del Intercambiador: Acceso y salida del metro al Norte, libre. Lateral Este, acera de los pares del Paseo de la Castellana, con mesa para los que hablaban o amenazaban con hacerlo. Lateral Oeste, frente a la anterior y lejos, con mesa para la prensa, dos sillas libres, otras dos para ‘prensa propia’, y dos periodistas. Y lateral Sur, junto a la plaza, ocupada por el staff, con mesa de mezcla, bafles, altavoces y aparatos de figuras y condiciones varias. En el centro unas sillas plegables, cómodas, más libres que ocupadas ofrecían asiento.


¿Quiénes son? - preguntó una pareja de ancianos a un guardia.


- Lo pone allí, Refundación Liberal. - contestó el agente.


- ¿Ya veo, pero quiénes son? - insistió.


- La de la chaqueta roja es Villacís, la de negro es Inés Arrimadas, el que habla ahora no sé cómo se llama pero creo que de la Asamblea de Madrid - explicó una mujer joven, guapa, rubia y vestida con un traje de piel ajustado color canela.


- Acabáramos, los de Ciudadanos ¿Y dan algo? - sentenció la señora.


- No, hablan. - contestó la guapa del traje de piel


- La Inés. Vamos a escuchar. - propuso el hombre.


Se sentaron en la última fila, junto a la mesa de la prensa y escuchamos. Arrimadas tiene facilidad de palabra, es locuaz y dice lo que quiere, sin papel ni chuletas para lectura. Era posible un ataque de elocuencia, pero no fue el caso. Izquierda y derecha a la greña y en medio Ciudadanos, o como quiera que se llame la refundación o el invento, para remedio de todos los males. Compartí la novedad en un chat de liberales y al momento, los dos minutos que van desde las 11,43 a las 11,45, un mensaje doble de un liberal: “Arrimadas y Villacís intentan la refundación liberal, lo que ya es un error, porque el liberalismo está muy vivo sin ellos y la refundación es de Ciudadanos, no de nuestro ideario. Todo lo hacen así y están haciendo mucho daño al liberalismo”.


Al acabar el discurso de Arrimadas que terminaba el acto, podría saludar a algunas de las personas conocidas en C’s que estaban rellenando huecos. No lo hice. En vez de improvisar una postura falsa, buscar un ánimo que prestar como aliento o emperifollar un gesto artificial, me levanté, me escurrí entre la gente y, al borde de la acera, mientras esperábamos el paso de un autobús, me uní a la pareja de ancianos con los que había estado:


- ¿Qué le ha parecido? - me preguntó el hombre


No contesté, hice una mueca que le satisfizo, e imagine algo. Da Vinci: El cisne es blanco, sin mancha, y canta dulcemente cuando se muere, y esa canción pone fin a su vida. Chejov: estudio dramático sobre la despedida de un actor viejo de un escenario.


- ¿Que les ha parecido a ustedes? - devolví la pregunta.


- Lo de siempre. Se equivocaron; y siguen haciéndolo - dijo el hombre.  


- A mí, me da pena ¿Refundación Liberal?: No, es el canto del cisne en Ciudadanos - remató la señora.


- Lo es.

Canto del cisne en Ciudadanos

El cisne que grazna y no canta, canta antes de morir
José Luis Heras Celemín
viernes, 28 de octubre de 2022, 09:02 h (CET)

El cisne no canta nunca, grazna. En la historia hay una leyenda, que recoge Virgilio y da cuenta de algo inaudito: El cisne, como predicción de su propia muerte, canta. En Grecia el hecho mereció la atención de Esopo (fábula el Cisne y el Ganso), Esquilo (en Agamenon), Sócrates, Platón y Aristóteles. En Roma, el canto del cisne se convirtió en proverbio, que usaron el poeta Ovidio en su Metamorfosis y el bilbilitano Marcial. En inglés, Skakespeare lo recuerda en El Mercader de Venecia. Da Vinci, el gran Leonardo, lo sublimó: “El cisne es blanco, sin mancha, y canta dulcemente cuando se muere, y esa canción pone fin a su vida”. Después, siglo XIX, Schubert compuso su El Canto del Cisne; y Anton Pavlovich Chejov, con el mismo título, escribió un estudio dramático en un acto, sobre la despedida de un actor viejo de un escenario.


La mañana en Madrid era otoñal y agradable. En el intercambiador de la Plaza de Castilla dos letreros luminosos anunciaban algo a lo lejos. El día anterior en el mismo sitio, según informe de un encargado de seguridad, una marca de bebidas sin azúcar hacían propaganda y regalaban envases.


De cerca, se podían leer los letreros luminosos: Refundación LIberal. Con letras metidas en un cuadrado y con colores difusos no consistentes que empezaban en azul, seguían en turquesa, para llegar a rojo desvaído y acabar en el azul del principio. El tono empezaba y terminaba igual, con un recorrido raro que, acaso por azar distraído, marcaba trayectoria.


La escena se desarrollaba en la zona sur del Intercambiador: Acceso y salida del metro al Norte, libre. Lateral Este, acera de los pares del Paseo de la Castellana, con mesa para los que hablaban o amenazaban con hacerlo. Lateral Oeste, frente a la anterior y lejos, con mesa para la prensa, dos sillas libres, otras dos para ‘prensa propia’, y dos periodistas. Y lateral Sur, junto a la plaza, ocupada por el staff, con mesa de mezcla, bafles, altavoces y aparatos de figuras y condiciones varias. En el centro unas sillas plegables, cómodas, más libres que ocupadas ofrecían asiento.


¿Quiénes son? - preguntó una pareja de ancianos a un guardia.


- Lo pone allí, Refundación Liberal. - contestó el agente.


- ¿Ya veo, pero quiénes son? - insistió.


- La de la chaqueta roja es Villacís, la de negro es Inés Arrimadas, el que habla ahora no sé cómo se llama pero creo que de la Asamblea de Madrid - explicó una mujer joven, guapa, rubia y vestida con un traje de piel ajustado color canela.


- Acabáramos, los de Ciudadanos ¿Y dan algo? - sentenció la señora.


- No, hablan. - contestó la guapa del traje de piel


- La Inés. Vamos a escuchar. - propuso el hombre.


Se sentaron en la última fila, junto a la mesa de la prensa y escuchamos. Arrimadas tiene facilidad de palabra, es locuaz y dice lo que quiere, sin papel ni chuletas para lectura. Era posible un ataque de elocuencia, pero no fue el caso. Izquierda y derecha a la greña y en medio Ciudadanos, o como quiera que se llame la refundación o el invento, para remedio de todos los males. Compartí la novedad en un chat de liberales y al momento, los dos minutos que van desde las 11,43 a las 11,45, un mensaje doble de un liberal: “Arrimadas y Villacís intentan la refundación liberal, lo que ya es un error, porque el liberalismo está muy vivo sin ellos y la refundación es de Ciudadanos, no de nuestro ideario. Todo lo hacen así y están haciendo mucho daño al liberalismo”.


Al acabar el discurso de Arrimadas que terminaba el acto, podría saludar a algunas de las personas conocidas en C’s que estaban rellenando huecos. No lo hice. En vez de improvisar una postura falsa, buscar un ánimo que prestar como aliento o emperifollar un gesto artificial, me levanté, me escurrí entre la gente y, al borde de la acera, mientras esperábamos el paso de un autobús, me uní a la pareja de ancianos con los que había estado:


- ¿Qué le ha parecido? - me preguntó el hombre


No contesté, hice una mueca que le satisfizo, e imagine algo. Da Vinci: El cisne es blanco, sin mancha, y canta dulcemente cuando se muere, y esa canción pone fin a su vida. Chejov: estudio dramático sobre la despedida de un actor viejo de un escenario.


- ¿Que les ha parecido a ustedes? - devolví la pregunta.


- Lo de siempre. Se equivocaron; y siguen haciéndolo - dijo el hombre.  


- A mí, me da pena ¿Refundación Liberal?: No, es el canto del cisne en Ciudadanos - remató la señora.


- Lo es.

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