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El Sáhara Occidental y el asesinato de Boudiaf, 24 años después

Hace unos días se cumplieron veinticuatro años de la llegada al poder en Argelia de Mohammed Boudiaf, y surgieron nuevas revelaciones sobre su polémico asesinato
Luis Agüero Wagner
domingo, 17 de enero de 2016, 23:40 h (CET)
El 14 de enero de 1992, tras la renuncia del presidente Chadli Bendjedid, Mohammed Boudiaf fue convocado para presidir el Alto Comité de Estado que se creó para gobernar Argelia. Era la esperanza para contener al islamismo radical, que en un momento de gran confusión debido a la debacle comunista internacional, se preparaba para apoderarse de todos los resortes del poder e imponer una dictadura religiosa.

En el peor de los escenarios, tras la muerte de Boumedian, Argelia podía haber seguido entonces los pasos de Somalía, y quedar sumida en el caos.

Boufiaf se presentó en aquel escenario con ideas diferentes. Pretendía una Argelia democrática, inclinada hacia la modernidad, y decía querer poner fin a la corrupción que gangrenaba al Estado. La empresa no era fácil, y los hechos que siguieron lo demostraron.

A pocos meses de asumir el gobierno, el 29 de junio de 1992, las ideas de imponer en Argelia el pensamiento sobrio se esfumarían en un breve y trágico instante. En ocasión de una conferencia de cuadros superiores en la ciudad de Annaba, un subteniente del grupo de intervención especial (GIS), Lambarek Boumaarafi, lanzó una granada al escenario en el cual disertaba Boudiaf, ocasionándole la muerte, y dando origen a una larga controversia sobre los motivos del asesinato.

Khaled Nezzar, quien fuera ministro de defensa argelino entre 1990 y 1993, reconoció que Boudiaf fue asesinado el 29 de junio de 1992 porque al ejército de su país le molestaba que reconociera que el Sahara es marroquí.

La vida y muerte de Boudiaf son ejemplos de la forma en que la intriga, el odio y la desinformación gestados en los caducos espejismos ideológicos del Sáhara Occidental actúan de manera perversa, inescrupulosa e inmisericorde.

Boudiaf había sido fundador del Frente de Liberación Nacional de Argelia, director del boletín “El Patriota” y en varias oportunidades arriesgó la vida por la independencia de su país. En octubre de 1956, fue capturado por el ejército francés, que lo tuvo prisionero hasta 1962, cuando Francia reconoció la independencia argelina.

Habiendo creado la federación francesa del FLN argelino, tras ser liberado fundó el Partido de la Revolución Socialista. Su enfrentamiento al dictador Ben Bella le costó ser arrestado y condenado a muerte en 1963. El predicamento político de Boudiaf impedía cumplir dicha sentencia, por lo que terminó exiliado en Europa y luego en Marruecos.

Desde 1972, realizó en el exilio una fuerte campaña exponiendo su proyecto político para Argelia, e impulsando la revista "El Jarida". Su libro “¿A dónde va Argelia?”, publicado en Francia en 1964, es considerado un valioso análisis sobre la post-independencia argelina. En él Boudiaf asume sus posiciones políticas.

El 14 de enero de 1992, tras la renuncia del presidente Chadli Bendjedid, fue convocado para presidir el Alto Comité de Estado que se creó para gobernar Argelia. Muchos lo veían como un hombre potable y honesto, sin contaminaciones propias de la dictadura que gobernó su país, y lo creían capaz de sacar al país de la crisis en que lo había sumido la anulación de las elecciones ganadas por el Frente Islámico de Salvación.

“Sus ideas sobre la marroquinidad del Sáhara fueron la principal causa de su asesinato”, asegura hoy el ex ministro de Defensa de entonces, Khaled Nezzar. “Para Boudiaf, el problema artificial creado en torno al problema del Sáhara no tenía lugar para aterrizar”.

Esta posición, es fácil deducir, había creado temores en las altas esferas castrenses de Argelia.

Dijo alguna vez un pensador que la confesión de uno humilla a todos. Lo confesado por el ex ministro Nezzar a veinticuatro años del asesinato de Boudiaf, es una demostración más de esa perla de sabiduría.

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