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Teresa Berengueras y Rafa Esteve-Casanova

La peluquería de nuestros días

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Peinarse, teñirse, cortarse, arreglarse el pelo es algo absolutamente cotidiano, ese rasgo de las mañanas de plantarse delante de un espejo y coger el cepillo o bien el peine para poner en orden los pelos a veces resulta cansino. Hay personas que irían todos los días al peluquero, hay clientas que estarían el día entero haciéndose tratamientos sentadas en el sillón de su peluquero o peluquera preferidos, es algo que gusta, relaja y muchas veces el peluquero-a es quién escucha, como si de un psiquiatra se tratara, las intimidades inconfesables de quiénes se sientan en esos mullidos sillones, es decir es como hacer un pack, me hago un “mise and plis” y además me deshago de mis problemas, el peluquero es muchas veces mucho más que un peluquero, es una persona que sin ser de la familia esconde secretos inconfesables de sus clientas-es. Los sociólogos explican que cuando un ser humano, especialmente las mujeres, tiene un mal día y se levanta de un humor atravesado, adopta dos soluciones para despejarse, ir de compras e ir a la peluquería, es decir salir de su problema para ir a gastar tiempo y dinero. También debemos mencionar que aquellas personas que viven de su imagen como modelos, estilistas, señoras estupendas que hacen publicidad, señoras famosas, actrices, cantantes, una mayoría de ellas van a la peluquería como si fuera un trabajo más y ese hecho coqueto queda relegado a una mera obligación que no deja de ser una atadura más a su proyección para poder trabajar.




Pedro Esteban, Sole Castro y Carlos Cerdán


Hay miles de peluquerías en el mundo y hemos escogido una en Barcelona para pasar el día y saber qué es lo que demanda el cliente en estos salones, lo que hoy está en boga y cómo les afecta la crisis. El salón de Carlos Cerdán está situado a pocos metros del Paseo de Gracia y en el Ensanche derecho de la ciudad, muy cerca de todas las tiendas más fashion y caras y muy lejos del extrarradio, además, así como otros peluqueros tienen su salón en una planta baja, Carlos Cerdán ha optado por estar en el primer piso donde un gran ventanal que da a la calle permite entrar mucha luz exterior, y la entrada desde la calle da al salón de estética y cosmética más cool y elegante de la ciudad, Sagna de Saurina, en estos salones desde hace muchos años las mujeres más elegantes y con más poder adquisitivo han puesto en manos de las hermanas Saurina el cuidado de su cuerpo y de su cara.

Carlos Cerdán es peluquero porque conoce el negocio desde pequeño, su madre tenía su negocio en el Barrio de Gracia y desde pequeño convivió con los tintes, con el secado y cortado de las melenas, el padre también formaba parte de ese equipo familiar ya que era el ayudante de la madre. Del negocio familiar Carlos pasó a trabajar con el gran maestro de peluqueros Cebado. Sus padres consultaron a Carlos Colomer y él les recomendó que las mejores manos y donde mejor podría seguir aprendiendo este trabajo era con Cebado. Hasta hace cuatro años Carlos Cerdán ha estado trabajando en los salones de Cebado, empezó como trabajador y luego durante veintiocho años fue socio capitalista de estas empresas que se encuentran ubicadas en toda España.




El equipo de Carlos Cerdán.


Hace cuatro años Carlos y su hermano Alberto Cerdán, muy conocido en el mundo de la peluquería, se unen para llevar adelante una escuela de peluquería donde enseñar a los futuros estilistas, pero este trabajo a Carlos no le seduce tanto como estar trabajando en su propia peluquería, lo echa en falta después de tantos años y deja la dirección de la escuela a su hermano, deja de montar franquicias, busca un local y se establece esta vez por su cuenta.

Nadie, en esto de crear peinados y poner los cabellos en orden, puede hacerlo sólo y es así como Carlos Cerdán busca a las personas que conjuntamente con él van a ayudarle a que el Salón adquiera notoriedad y sus clientas cuiden su pelo y peinado y salgan satisfechas. Apuesta fuerte y contrata a un estilista que llega de Buenos Aires y que también nace en el mundo de la peluquería en su juventud, Pedro Esteban Ruz ejerce la profesión desde los diecisiete años, su bagaje es grande pues su peluquería en Argentina es de las más elitistas, está situada al lado de un campo de golf lo que significa que todas las señoras bien de la ciudad pasan por sus manos, además en sus salones no sólo se peina, sino que se hacen tratamientos de belleza, se maquilla y se cuidan las manos. Pedro Esteban viaja constantemente a Chile, Brasil, Europa, México participando en concursos y en cursos de enseñanza así como haciendo spots publicitarios. Fue el peluquero fetiche en Argentina desde los 17 años hasta los 36, inevitablemente las circunstancias vividas en su país le hacen viajar hasta Barcelona y nos explica las grandes diferencias entre las clientas de Sudamérica y las de Europa en el momento de sentarse en el sillón del peluquero: “En Argentina las mujeres se arreglan mucho, están en la onda de que no se les mueva ni un ápice su peinado, si un día haces un color un punto distinto, te matan, aquí esto no sucede. Allí es habitual que acudan a los salones diariamente, se peinan, se maquillan y se cuidan las manos, todo es muy exagerado. Lo primero que hacen al levantarse es irse a la peluquería, es algo muy social. Aquí las mujeres, también los hombres, desean tener una buena imagen, lo más natural posible y no están atadas a la silla del peluquero, si pueden pasar muchos días sin venir, mucho mejor, es otra manera de entender la vida. Aquí las mujeres apuestan por la calidad, quieren tener el pelo suave, brillante y con mucha calidad y les importa mucho que se puedan peinar ellas en casa y quedar estupendamente. Buscan la comodidad por encima de todo.”




Recogido de fiesta.



Sole Castro es la mujer del terceto, también empezó muy joven a los 12, 13 años, nos comenta, peinaba a su madre: “Ella iba a la peluquería y acabé peinándola yo porque le gustaba más y se sentía más ella misma”. De cualquier forma Sole, llamada cariñosamente Sandy, a los diecisiete años empieza a trabajar en la escuela de Cebado, está siempre al lado del maestro a partir de los 18, dice que lo aprendió todo de él y luego enseñó en esa escuela a muchos de los que aprendieron el oficio en esa casa madre. Ella en Cebado hizo de profesora en todos los aspectos, especialmente creaba los cursos de tendencias que son la iniciativa para que las peluquerías funcionen con una base de trabajo. Sole Castro y Carlos Cerdán se conocían de haber trabajado en la misma empresa, Carlos le propuso que formara parte de su equipo y de su nuevo proyecto, sin pensarlo dos veces Sole dejó la escuela para pasar a la práctica: “Entiendo muy bien lo que desean las señoras, he acabado una etapa muy interesante en mi vida pero pongo en práctica otra que forma parte de mi trayectoria profesional y que ya echaba en falta. Cebado me enseñó para poder enseñar, todo cuanto aprendí ahora lo hago día a día aquí”.

Dice Sole que los hombres no son nada exigentes, se dejan hacer y quieren buenos productos mientras que las mujeres son algo más exigentes pero te reconocen como profesional: “Cosa que en otras peluquerías no pasa”. Recuerda Sole que una clienta le pidió que le tiñera el pelo de color rosa: “Le expliqué que con sus rasgos no era el color más adecuado, se lo dije todo y comprendió. Hay que contar las cosas por qué se hacen o por qué no. La clienta siempre te entiende.”

Respecto a la crisis que estamos viviendo Carlos Cerdán tiene claro que lo peor es la crisis de actitud, que es lo que realmente hace daño a la economía. Asegura que salones como el suyo, por ejemplo, están incrementando su facturación y que éstos salones no son precisamente los que tienen los precios más asequibles, son los que están en la cresta de la ola y allí es donde acuden los clientes en busca de cosas nuevas, diferentes y atractivas. En una palabra, las empresas que buscan la novedad y la calidad funcionan. Dice Carlos: “En tiempos difíciles hay que tener más recursos en comunicación, promoción, decoración en el espacio de trabajo, mejor imagen, muy buenos servicios y excelentes productos, todo ello con muchas profesionalidad”. También asegura que cuanto más difíciles son los tiempos es necesario tener las peluquerías más luminosas, tienen que tener más vida, más chispa, más música, con profesionales que mantengan alto el nivel, el buen humor y sepan relajar con su atención al cliente. En una palabra, para Carlos Cerdán y su equipo, lo mejor es ser profesionales al cien por cien, ser innovadores y como dice el refrán: “al mal tiempo buena cara”.

Aseguran que las clientas ya no acuden al salón para pedir algún peinado determinado, que la época en la que se pedían los moños de Grace Kelly y de Paola Ruffo de Calabria, hoy reina de los belgas, ya no es uso cotidiano, aunque reconocen que las tendencias que en su momento pusieron en boga Audrey Hepburn, Catherine Deneuve o Brigitte Bardot aún hoy, aunque no idénticamente, hacen que algunas personas se sientan cómodas con ese estilo. Los moños no están en la calle ni en las fiestas más pomposas ni tan siquiera en las cabezas de las muchachas que se casan ya que la mayoría de ellas apuestan por una buena y saneada melena y un mini recogido que sustituye al moño tradicional. Aseguran Carlos, Pedro Esteban y Sole que los clientes quieren sentirse bien a todas horas y que cuando llegan a casa puedan salir y entrar, quedar citados en el bar, en el cine, en el teatro o en la fiesta de cumpleaños de sus amigos sin necesidad de retocarse el peinado más que lo justo. Los tres hacen especial hincapié en que los pelos estropeados, que los hay, tienen solución, se puede tardar en sanearlos pero es algo que se consigue y otro flanco en el que se tiene que luchar y tener constancia es en la caída del cabello, hay tratamientos que atajan este mal, hay que centrarse muy al principio y así se consigue recuperar el pelo perdido. Todo depende de que los tratamientos sean adecuados y estos exigen, eso sí, manos expertas que ayuden a que el problema se solucione con el tiempo, nada es ahora para ahora, bueno, sí, si se lleva una larga melena y la quieren muy corta, tan sólo tardan veinte minutos en convertirte en Mia Farrow como cuando se casó con Frank Sinatra y si por el contrario tienes un pelo corto y quieres una larga melena tardas un par de horas, como mucho, en recuperar un pelo largo lacio o ondulado con unas extensiones de pelo natural que nadie nota, tipo Penélope Cruz cuando hace la publicidad de l’Oreal o algún papel en algunas de sus películas en las que interpreta a alguna “madonna” italiana.

A este trío de profesionales hay que añadir a las jóvenes del equipo Alba Romo que se encargan de hacer la manicura y poner uñas de porcelana y a Carolina Pérez que hace las veces de “champonnier”, además del resto de ayudantes. Estamos ante una peluquería en la que como hemos visto no se limitan simplemente a “cortar y marcar”, van mucho más allá y el trabajo es un trabajo realizado en equipo. Antes de irnos y como a unos clientes más nos sirven café, té, pastas, bombones, algunos caramelos franceses y hasta una copa de champagne, todo un agasajo para los sentidos del cliente después de que le hayan dejado el cabello en perfecto estado de revista.

La peluquería de nuestros días

Teresa Berengueras y Rafa Esteve-Casanova
Teresa Berengueras
sábado, 18 de abril de 2009, 06:33 h (CET)
Peinarse, teñirse, cortarse, arreglarse el pelo es algo absolutamente cotidiano, ese rasgo de las mañanas de plantarse delante de un espejo y coger el cepillo o bien el peine para poner en orden los pelos a veces resulta cansino. Hay personas que irían todos los días al peluquero, hay clientas que estarían el día entero haciéndose tratamientos sentadas en el sillón de su peluquero o peluquera preferidos, es algo que gusta, relaja y muchas veces el peluquero-a es quién escucha, como si de un psiquiatra se tratara, las intimidades inconfesables de quiénes se sientan en esos mullidos sillones, es decir es como hacer un pack, me hago un “mise and plis” y además me deshago de mis problemas, el peluquero es muchas veces mucho más que un peluquero, es una persona que sin ser de la familia esconde secretos inconfesables de sus clientas-es. Los sociólogos explican que cuando un ser humano, especialmente las mujeres, tiene un mal día y se levanta de un humor atravesado, adopta dos soluciones para despejarse, ir de compras e ir a la peluquería, es decir salir de su problema para ir a gastar tiempo y dinero. También debemos mencionar que aquellas personas que viven de su imagen como modelos, estilistas, señoras estupendas que hacen publicidad, señoras famosas, actrices, cantantes, una mayoría de ellas van a la peluquería como si fuera un trabajo más y ese hecho coqueto queda relegado a una mera obligación que no deja de ser una atadura más a su proyección para poder trabajar.




Pedro Esteban, Sole Castro y Carlos Cerdán


Hay miles de peluquerías en el mundo y hemos escogido una en Barcelona para pasar el día y saber qué es lo que demanda el cliente en estos salones, lo que hoy está en boga y cómo les afecta la crisis. El salón de Carlos Cerdán está situado a pocos metros del Paseo de Gracia y en el Ensanche derecho de la ciudad, muy cerca de todas las tiendas más fashion y caras y muy lejos del extrarradio, además, así como otros peluqueros tienen su salón en una planta baja, Carlos Cerdán ha optado por estar en el primer piso donde un gran ventanal que da a la calle permite entrar mucha luz exterior, y la entrada desde la calle da al salón de estética y cosmética más cool y elegante de la ciudad, Sagna de Saurina, en estos salones desde hace muchos años las mujeres más elegantes y con más poder adquisitivo han puesto en manos de las hermanas Saurina el cuidado de su cuerpo y de su cara.

Carlos Cerdán es peluquero porque conoce el negocio desde pequeño, su madre tenía su negocio en el Barrio de Gracia y desde pequeño convivió con los tintes, con el secado y cortado de las melenas, el padre también formaba parte de ese equipo familiar ya que era el ayudante de la madre. Del negocio familiar Carlos pasó a trabajar con el gran maestro de peluqueros Cebado. Sus padres consultaron a Carlos Colomer y él les recomendó que las mejores manos y donde mejor podría seguir aprendiendo este trabajo era con Cebado. Hasta hace cuatro años Carlos Cerdán ha estado trabajando en los salones de Cebado, empezó como trabajador y luego durante veintiocho años fue socio capitalista de estas empresas que se encuentran ubicadas en toda España.




El equipo de Carlos Cerdán.


Hace cuatro años Carlos y su hermano Alberto Cerdán, muy conocido en el mundo de la peluquería, se unen para llevar adelante una escuela de peluquería donde enseñar a los futuros estilistas, pero este trabajo a Carlos no le seduce tanto como estar trabajando en su propia peluquería, lo echa en falta después de tantos años y deja la dirección de la escuela a su hermano, deja de montar franquicias, busca un local y se establece esta vez por su cuenta.

Nadie, en esto de crear peinados y poner los cabellos en orden, puede hacerlo sólo y es así como Carlos Cerdán busca a las personas que conjuntamente con él van a ayudarle a que el Salón adquiera notoriedad y sus clientas cuiden su pelo y peinado y salgan satisfechas. Apuesta fuerte y contrata a un estilista que llega de Buenos Aires y que también nace en el mundo de la peluquería en su juventud, Pedro Esteban Ruz ejerce la profesión desde los diecisiete años, su bagaje es grande pues su peluquería en Argentina es de las más elitistas, está situada al lado de un campo de golf lo que significa que todas las señoras bien de la ciudad pasan por sus manos, además en sus salones no sólo se peina, sino que se hacen tratamientos de belleza, se maquilla y se cuidan las manos. Pedro Esteban viaja constantemente a Chile, Brasil, Europa, México participando en concursos y en cursos de enseñanza así como haciendo spots publicitarios. Fue el peluquero fetiche en Argentina desde los 17 años hasta los 36, inevitablemente las circunstancias vividas en su país le hacen viajar hasta Barcelona y nos explica las grandes diferencias entre las clientas de Sudamérica y las de Europa en el momento de sentarse en el sillón del peluquero: “En Argentina las mujeres se arreglan mucho, están en la onda de que no se les mueva ni un ápice su peinado, si un día haces un color un punto distinto, te matan, aquí esto no sucede. Allí es habitual que acudan a los salones diariamente, se peinan, se maquillan y se cuidan las manos, todo es muy exagerado. Lo primero que hacen al levantarse es irse a la peluquería, es algo muy social. Aquí las mujeres, también los hombres, desean tener una buena imagen, lo más natural posible y no están atadas a la silla del peluquero, si pueden pasar muchos días sin venir, mucho mejor, es otra manera de entender la vida. Aquí las mujeres apuestan por la calidad, quieren tener el pelo suave, brillante y con mucha calidad y les importa mucho que se puedan peinar ellas en casa y quedar estupendamente. Buscan la comodidad por encima de todo.”




Recogido de fiesta.



Sole Castro es la mujer del terceto, también empezó muy joven a los 12, 13 años, nos comenta, peinaba a su madre: “Ella iba a la peluquería y acabé peinándola yo porque le gustaba más y se sentía más ella misma”. De cualquier forma Sole, llamada cariñosamente Sandy, a los diecisiete años empieza a trabajar en la escuela de Cebado, está siempre al lado del maestro a partir de los 18, dice que lo aprendió todo de él y luego enseñó en esa escuela a muchos de los que aprendieron el oficio en esa casa madre. Ella en Cebado hizo de profesora en todos los aspectos, especialmente creaba los cursos de tendencias que son la iniciativa para que las peluquerías funcionen con una base de trabajo. Sole Castro y Carlos Cerdán se conocían de haber trabajado en la misma empresa, Carlos le propuso que formara parte de su equipo y de su nuevo proyecto, sin pensarlo dos veces Sole dejó la escuela para pasar a la práctica: “Entiendo muy bien lo que desean las señoras, he acabado una etapa muy interesante en mi vida pero pongo en práctica otra que forma parte de mi trayectoria profesional y que ya echaba en falta. Cebado me enseñó para poder enseñar, todo cuanto aprendí ahora lo hago día a día aquí”.

Dice Sole que los hombres no son nada exigentes, se dejan hacer y quieren buenos productos mientras que las mujeres son algo más exigentes pero te reconocen como profesional: “Cosa que en otras peluquerías no pasa”. Recuerda Sole que una clienta le pidió que le tiñera el pelo de color rosa: “Le expliqué que con sus rasgos no era el color más adecuado, se lo dije todo y comprendió. Hay que contar las cosas por qué se hacen o por qué no. La clienta siempre te entiende.”

Respecto a la crisis que estamos viviendo Carlos Cerdán tiene claro que lo peor es la crisis de actitud, que es lo que realmente hace daño a la economía. Asegura que salones como el suyo, por ejemplo, están incrementando su facturación y que éstos salones no son precisamente los que tienen los precios más asequibles, son los que están en la cresta de la ola y allí es donde acuden los clientes en busca de cosas nuevas, diferentes y atractivas. En una palabra, las empresas que buscan la novedad y la calidad funcionan. Dice Carlos: “En tiempos difíciles hay que tener más recursos en comunicación, promoción, decoración en el espacio de trabajo, mejor imagen, muy buenos servicios y excelentes productos, todo ello con muchas profesionalidad”. También asegura que cuanto más difíciles son los tiempos es necesario tener las peluquerías más luminosas, tienen que tener más vida, más chispa, más música, con profesionales que mantengan alto el nivel, el buen humor y sepan relajar con su atención al cliente. En una palabra, para Carlos Cerdán y su equipo, lo mejor es ser profesionales al cien por cien, ser innovadores y como dice el refrán: “al mal tiempo buena cara”.

Aseguran que las clientas ya no acuden al salón para pedir algún peinado determinado, que la época en la que se pedían los moños de Grace Kelly y de Paola Ruffo de Calabria, hoy reina de los belgas, ya no es uso cotidiano, aunque reconocen que las tendencias que en su momento pusieron en boga Audrey Hepburn, Catherine Deneuve o Brigitte Bardot aún hoy, aunque no idénticamente, hacen que algunas personas se sientan cómodas con ese estilo. Los moños no están en la calle ni en las fiestas más pomposas ni tan siquiera en las cabezas de las muchachas que se casan ya que la mayoría de ellas apuestan por una buena y saneada melena y un mini recogido que sustituye al moño tradicional. Aseguran Carlos, Pedro Esteban y Sole que los clientes quieren sentirse bien a todas horas y que cuando llegan a casa puedan salir y entrar, quedar citados en el bar, en el cine, en el teatro o en la fiesta de cumpleaños de sus amigos sin necesidad de retocarse el peinado más que lo justo. Los tres hacen especial hincapié en que los pelos estropeados, que los hay, tienen solución, se puede tardar en sanearlos pero es algo que se consigue y otro flanco en el que se tiene que luchar y tener constancia es en la caída del cabello, hay tratamientos que atajan este mal, hay que centrarse muy al principio y así se consigue recuperar el pelo perdido. Todo depende de que los tratamientos sean adecuados y estos exigen, eso sí, manos expertas que ayuden a que el problema se solucione con el tiempo, nada es ahora para ahora, bueno, sí, si se lleva una larga melena y la quieren muy corta, tan sólo tardan veinte minutos en convertirte en Mia Farrow como cuando se casó con Frank Sinatra y si por el contrario tienes un pelo corto y quieres una larga melena tardas un par de horas, como mucho, en recuperar un pelo largo lacio o ondulado con unas extensiones de pelo natural que nadie nota, tipo Penélope Cruz cuando hace la publicidad de l’Oreal o algún papel en algunas de sus películas en las que interpreta a alguna “madonna” italiana.

A este trío de profesionales hay que añadir a las jóvenes del equipo Alba Romo que se encargan de hacer la manicura y poner uñas de porcelana y a Carolina Pérez que hace las veces de “champonnier”, además del resto de ayudantes. Estamos ante una peluquería en la que como hemos visto no se limitan simplemente a “cortar y marcar”, van mucho más allá y el trabajo es un trabajo realizado en equipo. Antes de irnos y como a unos clientes más nos sirven café, té, pastas, bombones, algunos caramelos franceses y hasta una copa de champagne, todo un agasajo para los sentidos del cliente después de que le hayan dejado el cabello en perfecto estado de revista.

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