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Opinión
Etiquetas | ATENTADO | Kabul
Ya estamos hartos de que decir la verdad sea un pecado social

El atentado en Kabul

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Por desgracia en España, por razones políticas, la mayoría de las veces, comunicativas otras, y muchas de ellas por razones espurias, nos están escamoteando continuamente la verdad, bajo la falacia de que decirla es políticamente incorrecto.

Ésta ni se debe encubrir, falsear ni escamotear. Dicen que los periodistas tienen una máxima que reza poco más o menos así: “No dejes que la verdad te haga perder una buena noticia”, o sea que se prefiere la falsedad a la sinceridad.

La verdad es la verdad y hay que comunicarla desnuda y sin marañas que la enreden, ya la diga Agamenón o su porquero.

Ciertamente estamos convencidos de que después de un hecho luctuoso, asesinato, choque de trenes, asalto a un banco o atentado de cualquier tipo, las noticias, por la misma categoría del hecho, son confusas.

Nadie, en verdad, puede conocer inmediatamente lo que en realidad ha sucedido una vez que un suceso de estas características ha ocurrido.

Acontece, que los políticos, los periodistas y las redes sociales, con el afán de propalar la noticia lo más rápidamente posible, muchas veces por el prurito de ser los primeros en difundirlas, emiten comunicados y airean lo acontecido, sin detenerse lo más mínimo a contrastar lo ocurrido.

De ahí se sigue que, al desconocer con certeza la naturaleza y las circunstancias en las que el evento ha tenido lugar, crean tal confusión que después, a trancas y barrancas, han de desdecirse de lo anteriormente manifestado, y en muchos casos, sin conocer con certidumbre los pormenores en los que se ha producido, vuelven a emitir noticias que no se ajustan totalmente a la verdad, creando la consiguiente confusión que desorienta a los ciudadanos.

Parece ser que, sin lugar a dudas, esto le ha acaecido a Mariano Rajoy con el nefasto atentado de Kabul. Posiblemente ofuscado por la campaña electoral, no utilizó el raciocinio, ni tuvo la prudencia suficiente para, antes de emitir ninguna información, procurar conocer de fuentes bien informadas que, hubieran podido ser los mandos militares que se hallan en aquel lugar, de forma que pudiese notificar lo que se ciñera, dentro de lo posible, más a la verdad.

Echó las campanas al vuelo y tuvo la nefasta ocurrencia de decir: “Lo que parecía que era una mala noticia pues al final por fortuna no es así. Creo que no hay víctimas españolas, no era un ataque contra nosotros”, y terminó zanjando el asunto con una frase lapidaria: “No ha habido un ataque contra la embajada española",

Estaba hablando como Presidente del nuestro Gobierno, pero creo que lo hacía por boca de ganso, ya que siguió manifestando que en realidad había sido contra una casa de huéspedes en la que se suelen alojar ciudadanos estadounidenses, sin poseer la absoluta certeza de lo que decía.

A esto, en nuestra tierra se le llama “quitarse el muerto de encina”, además de ostentar una falta de conmiseración inenarrable hacia éstos como si no fuesen personas, del mismo modo que no tuvo pudor alguno en transmitir falsamente que, como con nosotros no iba, poco más o menos, que nos debería de importar un bledo.

Su actitud, Sr. Rajoy fue una mezcla de incompetencia, escapismo y desprecio por los aliados de España en Afganistán, celebrando, primero, que no fuera contra intereses españoles; dando por hecho después que no hubo bajas, y finalmente, propagando la falsa noticia de que todo el personal había sido liberado, cuando lo cierto es que los funcionarios se habían refugiado en el búnker de la Embajada durante las interminables horas de la batalla entre fuerzas militares afganas y estadounidenses, a los que Vd. había dado tan poca importancia, cuando no menosprecio.

Señor Rajoy ¿tuvo Vd. la imperturbabilidad suficiente de no sentir un ápice de compasión por los fallecidos, porque creían que no eran españoles?

Los estadounidenses son nuestros aliados y se encuentran allí cumpliendo tareas similares o parecidas a las que desempeña el personal español, luego merecen todo el respeto, la compasión y el dolor por su pérdida como la de otro cualquier ciudadano, español o del país que sea que lleve a cabo las mismas tareas.

Como he dicho más arriba, se encontraba Vd. tan inmerso y embotado mentalmente con la campaña electoral que fue de error en error y de desconcierto en desconcierto, pues llegó a decir, estando presente el Ministro de Exteriores García Margallo, quien no se digno marcharse inmediatamente al Ministerio para recoger toda la información lo más veraz posible, que había un policía español tan sólo con heridas.

Pues sí Sr. Rajoy el ataque, según reconoció posteriormente el Gobierno, fue contra España, aunque la admisión de esta aseveración también es falsa, ya que los mismos talibanes, han negado explícitamente que su objetivo fuese la embajada española, y que atacaron el edificio porque era utilizado por lo americanos y británicos y que en él se intercambiaban información de inteligencia, según el portavoz de los mismos.

Nuestro inefable Ministro del Interior, Sr. Fernández Díaz, manifestó el viernes 11, que los atacantes habían arremetido contra una casa de huéspedes, ciertamente es así, sin embargo en ésta acometida han fallecido dos policías españoles, aunque Vd. tardara demasiado tiempo en enterarse.

No sé que fruto podrá recoger esta actitud suya de despiste, falta real de información, desinterés por los fallecidos aunque fuesen estadounidenses, y finalmente hayamos tenido la desgracia de que dos de ellos son españoles.

Sr. Rajoy, mi madre, cuando de pequeño decía alguna inconveniencia o sandez, me recriminaba diciéndome: “Sí, tu abre la boca y di lo que quieras”, pues eso mismo le digo a Vd., pero con la salvedad de modificar la frase de la siguiente forma: No vuelva más a abrir la boca para decir majaderías, si no estás seguro de que lo que afirma es totalmente e irrefutablemente cierto.

El atentado en Kabul

Ya estamos hartos de que decir la verdad sea un pecado social
Manuel Villegas
miércoles, 16 de diciembre de 2015, 00:39 h (CET)
Por desgracia en España, por razones políticas, la mayoría de las veces, comunicativas otras, y muchas de ellas por razones espurias, nos están escamoteando continuamente la verdad, bajo la falacia de que decirla es políticamente incorrecto.

Ésta ni se debe encubrir, falsear ni escamotear. Dicen que los periodistas tienen una máxima que reza poco más o menos así: “No dejes que la verdad te haga perder una buena noticia”, o sea que se prefiere la falsedad a la sinceridad.

La verdad es la verdad y hay que comunicarla desnuda y sin marañas que la enreden, ya la diga Agamenón o su porquero.

Ciertamente estamos convencidos de que después de un hecho luctuoso, asesinato, choque de trenes, asalto a un banco o atentado de cualquier tipo, las noticias, por la misma categoría del hecho, son confusas.

Nadie, en verdad, puede conocer inmediatamente lo que en realidad ha sucedido una vez que un suceso de estas características ha ocurrido.

Acontece, que los políticos, los periodistas y las redes sociales, con el afán de propalar la noticia lo más rápidamente posible, muchas veces por el prurito de ser los primeros en difundirlas, emiten comunicados y airean lo acontecido, sin detenerse lo más mínimo a contrastar lo ocurrido.

De ahí se sigue que, al desconocer con certeza la naturaleza y las circunstancias en las que el evento ha tenido lugar, crean tal confusión que después, a trancas y barrancas, han de desdecirse de lo anteriormente manifestado, y en muchos casos, sin conocer con certidumbre los pormenores en los que se ha producido, vuelven a emitir noticias que no se ajustan totalmente a la verdad, creando la consiguiente confusión que desorienta a los ciudadanos.

Parece ser que, sin lugar a dudas, esto le ha acaecido a Mariano Rajoy con el nefasto atentado de Kabul. Posiblemente ofuscado por la campaña electoral, no utilizó el raciocinio, ni tuvo la prudencia suficiente para, antes de emitir ninguna información, procurar conocer de fuentes bien informadas que, hubieran podido ser los mandos militares que se hallan en aquel lugar, de forma que pudiese notificar lo que se ciñera, dentro de lo posible, más a la verdad.

Echó las campanas al vuelo y tuvo la nefasta ocurrencia de decir: “Lo que parecía que era una mala noticia pues al final por fortuna no es así. Creo que no hay víctimas españolas, no era un ataque contra nosotros”, y terminó zanjando el asunto con una frase lapidaria: “No ha habido un ataque contra la embajada española",

Estaba hablando como Presidente del nuestro Gobierno, pero creo que lo hacía por boca de ganso, ya que siguió manifestando que en realidad había sido contra una casa de huéspedes en la que se suelen alojar ciudadanos estadounidenses, sin poseer la absoluta certeza de lo que decía.

A esto, en nuestra tierra se le llama “quitarse el muerto de encina”, además de ostentar una falta de conmiseración inenarrable hacia éstos como si no fuesen personas, del mismo modo que no tuvo pudor alguno en transmitir falsamente que, como con nosotros no iba, poco más o menos, que nos debería de importar un bledo.

Su actitud, Sr. Rajoy fue una mezcla de incompetencia, escapismo y desprecio por los aliados de España en Afganistán, celebrando, primero, que no fuera contra intereses españoles; dando por hecho después que no hubo bajas, y finalmente, propagando la falsa noticia de que todo el personal había sido liberado, cuando lo cierto es que los funcionarios se habían refugiado en el búnker de la Embajada durante las interminables horas de la batalla entre fuerzas militares afganas y estadounidenses, a los que Vd. había dado tan poca importancia, cuando no menosprecio.

Señor Rajoy ¿tuvo Vd. la imperturbabilidad suficiente de no sentir un ápice de compasión por los fallecidos, porque creían que no eran españoles?

Los estadounidenses son nuestros aliados y se encuentran allí cumpliendo tareas similares o parecidas a las que desempeña el personal español, luego merecen todo el respeto, la compasión y el dolor por su pérdida como la de otro cualquier ciudadano, español o del país que sea que lleve a cabo las mismas tareas.

Como he dicho más arriba, se encontraba Vd. tan inmerso y embotado mentalmente con la campaña electoral que fue de error en error y de desconcierto en desconcierto, pues llegó a decir, estando presente el Ministro de Exteriores García Margallo, quien no se digno marcharse inmediatamente al Ministerio para recoger toda la información lo más veraz posible, que había un policía español tan sólo con heridas.

Pues sí Sr. Rajoy el ataque, según reconoció posteriormente el Gobierno, fue contra España, aunque la admisión de esta aseveración también es falsa, ya que los mismos talibanes, han negado explícitamente que su objetivo fuese la embajada española, y que atacaron el edificio porque era utilizado por lo americanos y británicos y que en él se intercambiaban información de inteligencia, según el portavoz de los mismos.

Nuestro inefable Ministro del Interior, Sr. Fernández Díaz, manifestó el viernes 11, que los atacantes habían arremetido contra una casa de huéspedes, ciertamente es así, sin embargo en ésta acometida han fallecido dos policías españoles, aunque Vd. tardara demasiado tiempo en enterarse.

No sé que fruto podrá recoger esta actitud suya de despiste, falta real de información, desinterés por los fallecidos aunque fuesen estadounidenses, y finalmente hayamos tenido la desgracia de que dos de ellos son españoles.

Sr. Rajoy, mi madre, cuando de pequeño decía alguna inconveniencia o sandez, me recriminaba diciéndome: “Sí, tu abre la boca y di lo que quieras”, pues eso mismo le digo a Vd., pero con la salvedad de modificar la frase de la siguiente forma: No vuelva más a abrir la boca para decir majaderías, si no estás seguro de que lo que afirma es totalmente e irrefutablemente cierto.

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