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Nervios, miedos, esperas que se hacen interminables… estas inquietudes pueden llegar a minar la ilusión de la mujer que esté buscando un embarazo mediante técnicas de reproducción asistida. Ya sea en solitario o en pareja, una de las situaciones que más angustia genera es la betaespera, es decir, el tiempo que pasa desde que la paciente se hace la inseminación artificial (o la transferencia de embriones, en el caso de una fecundación in vitro), hasta el día que obtiene el resultado de la prueba de embarazo en laboratorio.
Se le llama coloquialmente así porque el embarazo se confirma mediante la presencia de hormona beta-hCG en sangre. Este período tan esperanzador, y que a la vez provoca una gran ansiedad en las pacientes, suele tener una duración de entre 9 y 14 días, en función del momento en que haya sido realizada la transferencia.A esto hay que añadir que, en la mayoría de las situaciones,hay una “mochila previa” cargada de estrés y desgaste emocional, por no poder conseguir el embarazo de manera natural,por tener que pedir ayuda para encontrar soluciones, y cómo no, por el impacto que implica el propio diagnóstico e infertilidad.
“La betaespera conlleva un alto grado de implicación emocional, especialmente para la mujer,pues es ella quien carga con esa responsabilidad de manera muy particular. Es entendible, ya que pasa de la primera fase del tratamiento con una hoja de ruta establecida (pinchazos, consultas, etc.), a unos tiempos muertos de espera sin poder conocer el resultado, que se hacen eternos y sobre los que no tiene ningún control.Manejar este nivel de estrés es muy importante para que afecte lo menos posible al día a díay al proceso en sí”, explica Soledad Chamorro, psicóloga de IVI Madrid.
Cuando una persona inicia un tratamiento, visualiza el embarazo como algo idílico, pero si las cosas empiezan a no suceder como se esperaba, llega el bloqueo y la frustración y entonces aparecen esos miedos y temores. Sentir miedo ante la incertidumbre o lo desconocido es normal, pero el problema aparece cuando se lleva a un plano irracional. Hasta un 40% de estas mujeres sufren de altos niveles de estrés que les llevan a tener episodios de ansiedad, sintiéndose incapaces de pensar en otra cosa o entrando en la dinámica de rumiar pensamientos negativos…toda una montaña rusa de emociones que además de crear un sufrimiento a la mujer, pueden terminar pasando factura a la relación de pareja o a su entorno más cercano.
“Es importante,por lo tanto, que la betaespera sea un periodo en el que pongamos en marcha recursos que persigan un mayor bienestar emocional y reduzcan así también el estrés asociado”, comenta la psicóloga.
Pautas para sobrellevar la betaespera
Para afrontar esta etapa, es clave disponer de herramientas que nos ayuden a sobrellevar esta espera de la mejor manera posible:
“La salud mental es muy importante para iniciar este camino; ninguna paciente debería pasar por este proceso con una sobrecarga emocional que le impida funcionar con normalidad en su día a día. Son procesos largos que suelen desgastar, por lo que es importante acudir a un profesional cuando veamos que estos episodios aparecen y modifican nuestros hábitos cotidianos y sociales. En definitiva, es importante atajarlos antes de que hagan mella y nos desanimen aún más”, aclara Soledad.
Tener FOMO, acrónimo de Fear of Missing Out, se entiende como un tipo de ansiedad social caracterizada por un deseo de estar continuamente conectado con lo que otros están haciendo. Las personas con esta dolencia buscan constantemente una interacción en redes sociales porque sienten inseguridad al estar “ausentes”. La salud mental de la persona se puede ver afectada, y puede aparecer depresión, falta de calidad del sueño e incluso un aumento en el consumo de alcohol.
Tenemos la tendencia a pensar de que cuando ocurre algo, reaccionamos de la mejor manera posible pero en realidad, muchas veces, si lo pensamos en frío, pudiera suceder que si volviéramos atrás, hubiéramos elegido otra reacción. La vida está formada por multitud de situaciones ante las cuales, podemos estar preparados, y otras, a las que, directamente, tenemos que hacer frente, por mucho que nos pese o porque, simplemente, no nos queda más remedio.
Solemos decir muchas frases y damos bastantes discursos sobre situaciones que pensamos que nunca haremos. Estamos convencidos de nuestra palabra y seguros de no cambiar de opinión, a pesar de las diferentes experiencias por las que podemos pasar, pero puede suceder que llegue un día en el que todo aquello que dijimos cobre otro sentido, y aquello que prometimos no hacer, lo acabemos haciendo.
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