Ángel Pavlovsky es un hombre polifacético, bailarín, corógrafo, mimo, actor, en fin, todo un verdadero showman que ha hecho reír y, también, pensar a miles de espectadores con unos espectáculos cuya base no es otra que la vida cotidiana con esas piruetas tan especiales que nos esperan a la vuelta de cualquier esquina. Ha triunfado en muy diversos escenarios así como en la televisión, y ha sido durante largo tiempo colaborador en algunos programas radiofónicos. En los últimos meses Pavlovsky y sus personajes han estado mudos y desaparecidos de la escena lanzando miradas llenas de desesperación a ese teléfono que nunca sonaba para ofrecer un contrato. Ahora, afortunadamente, Pavlovsky ha vuelto a los escenarios, primero en Barcelona en el festival Grec’08 con la obra “Historia de un soldado” y después en Mérida con “Las Troyanas” que después de pasar también por Barcelona estos días y hasta mediado setiembre representará en las Naves del Teatro Español en el antiguo matadero municipal de Madrid. Para hablar de ello y de muchas otras cosas nos desplazamos hasta su casa, un amplio piso en plena Gran Vía barcelonesa y a un tiro de piedra de ese centro neurálgico de la ciudad que es la Plaza de Catalunya. Nos encontramos con una casa en la que por todas partes se ve la mano del artista, en cualquier rincón un pequeño detalle nos lo recuerda mientras dos pianos resaltan la importancia de la música en la mayoría de las obras del autor. Nos recibe Ángel, ha dejado a su alter ego “la Pavlovsky” durmiendo, se muestra tal como es, amable, elegante, sus manos y sus ojos hablan más que su boca mientras a lo largo de la charla va encendiendo un cigarrillo tras otro.

Pavlovsky en "Historia de un Soldado".
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Teresa Berengueras y Rafa Esteve Casanova / SIGLO XXI
Estos días estás representando “Las Troyanas” en Madrid en los antiguos mataderos, pero antes has pasado por Mérida y por el anfiteatro del Grec en Barcelona.
Trabajar en Mérida es una cosa que siempre soñé, y, créanme, cuando alguna cosa se desea ardientemente al final acaba sucediendo. Así que cuando Mario Gas, el director de la obra, me llamó para hacer el papel de Palas Atenea me llevé una gran alegría.
El texto de Eurípides ha sido trasladado al mundo moderno y también tu personaje de diosa tiene poco que ver con la original.
Soy una Palas Atenea muy “sui géneris”. Seduzco al Dios Poseidón bailando un bolero y utilizando mis armas de mujer, una mujer que es una mezcla de Alexis Carrington, Condoleezza Rice y, un tanto también de la Joan Crawford de los años cincuenta. En la obra se habla de que ya hace 2.000 años existían los concursos de belleza, se celebró uno, exclusivo para diosas, y lo debía ganar Palas Atenea pero lo amañaron y la ganadora fue Venus, ya los antiguos hacían estas cosas.
Pero no imaginen a Ángel Pavlovsky vestido como una cortesana griega, en el vestuario de esta Palas Atenea han quedado excluidas las túnicas.
Quiero pensar que mi personaje es un disparate. Llevo un sombrerito a lo Jackie Kennedy, puro estilo años 50, zapatos de ante con punta redonda, un collar de dos vueltas de perlas y un corsé que reduce mi cintura en 22 centímetros. Toda una diosa seductora.
Pero sabemos que este corsé tiene toda una historia detrás.
Este corsé es mío, no me lo han hecho expresamente para esta obra ya que lo estrené en la representación que hice en el Teatre de la Ville de París en el otoño del 2006 de la obra “La Nevera” de Copi. Allí hacia el papel de una modelo solitaria que no sabe si suicidarse o seguir adelante con su vida, todo un dilema que la lleva a hablar con una rata que tiene en la casa, que, naturalmente, no le contestaba. Con esta obra después de estar en París recorrimos dieciséis de las más importantes ciudades francesas por lo que puedo decir que me conozco casi todas las estaciones de los ferrocarriles franceses. El corsé lo hizo, naturalmente a mi medida, uno de los mejores diseñadores de vestuario de la escena francesa, se trata de Pierre-Jean Larroque ganador del César al vestuario el pasado año.
¿Y cómo fue llegar a interpretar a Copi?
En el año 2005 estaba en el Teatro Borrás de Barcelona con mi obra “Pavlovsky hoy, siempre, todavía”, un buen día apareció por el camerino quién dijo ser Raúl Fernández y me comentó. “mi director está buscando una persona y creo que usted es la persona que estamos buscando”, dos días más tarde me llama Marcial Di Fonzo Bo, el director, y esa misma noche viene a verme al teatro. A partir de ahí ya comenzó a marchar el proyecto que nos llevaría hasta el estreno en París de “Le frigo”, estreno en el que por cierto estuvo el “todo París”, Christian Lacroix al ver mi interpretación de aquella solitaria modelo dijo: “Tiene un “charme” que un tío no puede tenerlo nunca” mientras la crítica francesa se preguntaba por qué no trabajaba con Almodóvar.

Pavlovsky enjoyado.
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Un argentino con su castellano pasado por España haciendo teatro en francés. ¿Te ha sido difícil?
Siempre dije que mi francés era como el de Tarzán. Había estudiado francés por mi cuenta pero cuando me dan el texto tengo dos meses para prepararlo y lo que hago, para mayor facilidad, es transcribirlo fonéticamente para mejor estudiarlo, cuando llego a París tengo a mi disposición tres profesores (coach) que diariamente y durante una hora se encargan de mejorar mi dicción hasta el punto de que después del estreno hay franceses que alaban mi manera de hablar su idioma, aunque yo siempre les digo, y es así, que mi vocabulario es tan sólo de veinte palabras, las que necesito para trabajar en la obra.
¿Cómo y cuándo decides dejar Buenos Aires y venir a Europa?
Mi primer viaje a Barcelona fue en el año 1969, por aquel entonces yo había trabajado mucho en Argentina como bailarín pero tenía inquietud por conocer qué es lo que había sucedido en el famoso mayo del 68 así que decido comprar un billete para viajar en barco hasta Europa, en aquellos momentos un viaje desde Argentina a Europa en barco era toda una experiencia que duraba quince días. Antes de embarcarme había estado en el teatro donde yo trabajaba la vedette Ethel Rojo y había contratado a algunos de mis compañeros para bailar en Barcelona, a la llegada me ve bajar de barco y me dice: “Yo a ti no te contraté pero si quieres puedes quedarte en la compañía”, yo le respondo que me he pagado mi propio billete con un camarote para mi sólo y no como el que ella había pagado para mis compañeros en la clase más económica, la conversación terminó respondiéndome Ethel: “Pero eres guapo y puedes trabajar conmigo porque me interesas”, al día siguiente empecé bailando en el teatro Talía de Barcelona donde estuve siete meses. En este tiempo conocí a LLuis LLach, Joan Manuel Serrat, Pi de la Serra y otros cantantes, todo esto ocurría en el “El Paraigüa” mientras por la noche, al terminar el trabajo, iba a tomar copas al Bocaccio. Después voy a París que era el objetivo inicial de mi viaje y ya no queda nada de aquel mayo que me había hecho dejar Buenos Aires, tan sólo algunas cavas en las que se había refugiado el existencialismo y donde pude escuchar alguna que otra vez a Juliette Greco. Pero añoro Argentina y regreso a mi tierra donde encuentro otra vez trabajo como bailarín aunque comienzo ya a realizar otro tipo de trabajo, como el de mimo, pensando que no podré ser bailarín toda mi vida.
Años más tarde vuelves a España para quedarte durante largo tiempo.
En 1973 vuelve Perón, veo por la televisión la matanza de Eceiza y después de toda la noche despierto pienso que hay que salir del país, llamo a mi hermana Alicia y se lo digo, ella en ese momento estaba tramitando su separación, y decide venirse conmigo trayendo consigo a su hija Martina que tenía cuatro años. Me pide un mes de tiempo para solucionar diversos problemas y vender unos terrenos que tenía, pasado este tiempo nos embarcamos con rumbo a Barcelona. Para nosotros los quince días que duraba la travesía fueron unas vacaciones locas en las que disfrutamos vistiéndonos de gala cada noche a la hora de la cena, todavía debe ir por Argentina el propietario de la casa de alquiler de smoking buscándome para que se lo devuelva. En este tipo de viajes el smoking es imprescindible.
Pero llegáis a Barcelona un día muy especial…
Llegamos al puerto de Barcelona el 20 de diciembre de 1973, durante cuatro horas las autoridades nos tienen retenidos en el buque sin dejarnos salir ya que dicen que han matado al Presidente del Gobierno, yo creía que era Franco el muerto pero resultó ser Carrero Blanco. Llovía intensamente sobre Barcelona durante varios días y hacía mucho frío y nosotros veníamos del verano argentino por lo que lo notábamos más así que decidimos irnos a Madrid a pasar las Navidades cargados con nuestras ropas de lujo.
Y en pocos días pasan muchas cosas.
¡Y tantas¡ Me contratan para bailar en la película “Cinco almohadas para una noche” donde Sara Montiel acaba su carrera en el cine, pero no me busquéis mucho porque ni yo mismo me reconozco entre aquellos bailarines. La vedette Violeta Montenegro, a la que conocemos, nos dice que deberíamos pasar por TVE para pedir trabajo. Dicho y hecho, voy a TVE y en la sección de contratación me recibe en el pasillo un señor con barba llamado Óscar Banegas quién al entregarle mi “book” me dice: “Por lo menos traes algo” y me emplaza a volver cuando pasen las fiestas. Tomo un taxi para regresar a casa y al llegar me reciben con gran alboroto y me dicen que vuelva inmediatamente a TVE donde voy y ya me atienden en un despacho, me preguntan si soy coreógrafo y al asentir me dicen que están preparando un espectáculo y que consiga un ballet con doce bailarinas altas y guapas, digo a todo que sí y me pongo manos a la obra.

Pavlovsky sentado encima del piano.
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En tan poco tiempo y recién llegado a Madrid y sin conocer a nadie, ¿cómo consigues este elenco de chicas guapas?
Me entero que en la discoteca “Cerebro”, por donde en aquellos momentos pasaba el “todo Madrid”, estrenan un espectáculo titulado “América, América” con un ballet que viene de Las Vegas. Mi hermana Alicia y yo nos ponemos de punto en blanco y sin reserva de ningún tipo ni conocer a nadie nos presentamos en Cerebro, nos dan mesa en primera fila y presenciamos un ballet espectacular y hecho a la medida para mis necesidades. Yo creo mucho en la casualidad y el destino y esta vez la casualidad se presentó en forma de dos de las bailarinas de aquel ballet a las que yo conocía de mi primer viaje a España. Hablo con las chicas, les ofrezco un salario superior al que solían cobrar y todas me dicen que sí, al día siguiente, 27 de diciembre, llamo a TVE y les digo que tengo un ballet, me citan para que acuda con ellas al día siguiente, así lo hicimos, quedaron contentos y las contrataron tanto a ellas como a mi y de esta manera empezó el programa “Tarde para todos” que se emitía los sábados durante cuatro horas, fue un programa de mucho éxito y en él yo hacia las coreografías del inicio y del final a pesar de que nunca me consideré un buen coreógrafo.
Pasan los meses y “Tarde para todos” termina pero tú sigues en el mundo del espectáculo.
Cuando termina el programa con mi hermana Alicia creo “Los hermanos Pavlovsky”, era un espectáculo de mimo donde mi hermana era mi “partenaire”, fueron mis principios como creador de mis propios espectáculos. Nos anunciábamos como unos hermanos rusos porque ya habían demasiados argentinos por aquí y al fin y al cabo no contábamos ninguna mentira ya que somos descendientes de rusos, la gente creía tanto en nuestra nacionalidad rusa que muchísimas familias apellidadas como nosotros nos escribían para conocernos pues pensaban que éramos familiares.
Pero no te quedas en Madrid y te vas a Marbella, ¿por qué ese cambio?
Me voy a Marbella de veraneo y allí encuentro a un pianista argentino, comenzamos a tocar por los hoteles y a hacer alguna que otra gala, y terminamos trabajando en los hoteles y apartamentos del grupo Sofico de donde salimos en el momento oportuno ya que el mismo día que voy a despedirme y a cobrar el dueño me dice que es el mejor momento para tomar esta determinación y me hace ir al día siguiente a las siete de la mañana para pagarme, a las pocas horas estalló el escándalo de aquella famosa estafa inmobiliaria.
Vuelves a Madrid donde durante unos meses trabajas en el musical “Aplauso” que era una versión de “Eva al desnudo”, también compaginas tus actuaciones en el teatro con las que haces en el “Gay Club” madrileño para recalar finalmente en Barcelona.
Después de diversas galas, ya como transformista, me asiento en el “Barcelona de noche” donde trabajo con mis propias historietas, diseño mi vestuario y sigo ampliando mi carrera como creador de mis propios espectáculos que más tarde llevo a diversos teatros barceloneses.
Sería largo hablar de tantos y tantos espectáculos como has creado y paseado con éxito por los diversos escenarios, hablemos pues de ti. ¿Quién fue tu primer amor?
No fue amor aquello, mi primera experiencia sexual la tuve con una gallina, cosa muy habitual en aquel entonces entre los muchachos que vivíamos en un medio rural. La segunda experiencia de este tipo fue con una sirvienta de uno de mis amigos, que era rico, mis amigos de la adolescencia eran todos ricos.

Los actores Canut y Pavlovsky en "Las Troyanas".
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¿Tomabas precauciones en aquellos momentos?
Bueno, con la gallina no (risas), pero desde siempre he usado preservativos, desde que descubrí que mis padres los utilizaban despertaron en mí una gran excitación erótica y en mi infancia los utilizaba como juguete. Siempre me ha encantado usarlos con placer, incluso antes de la aparición del sida.
¿Te enamoras fácilmente?
No me resulta fácil enamorarme, suelo hacerlo cada quince años y ahora llevo un retraso de ocho pues me tocaba hacerlo en el año 2.000. Hoy por hoy me gusta dormir solo y ancho en mi cama. Cuando tengo pareja convivo con ella libremente para no sentirme agobiado, siempre me ha sofocado que me amaran más de lo que yo amaba. Yo he amado intensamente pero muy pocas veces en mi vida. Hubo una época en que era posible acostarse con una o dos personas en el mismo día debido a la entera libertad sexual con la que vivíamos, pero esto no era amor.
Ocho años de retraso en enamorarte,¿tienes miedo a la soledad?
No le tengo miedo. Con la compañía de mi hermana y mis amigos tengo más que suficiente. Ya aprendí que no es posible cambiar a la otra persona.
El tiempo ha pasado sin que nos diéramos cuenta. Pavlovsky tiene tantas cosas que contar que es imposible abarcarlas todas en una entrevista, sus memorias podrían ocupar más de un grueso volumen. Tras más de diez horas de charla y de recordar tiempos pasados, a veces mejores y en otras ocasiones peores, y también de pasar lista a aquellos nombres de mujeres famosas- Bárbara Rey o Nacha Guevara entre otras- con las que se le han atribuido romances aunque él, todo un caballero, siempre dio la callada por respuesta volvemos a casa con los ojos irritados por el humo de tanto cigarrillo y la mente llena de vivencias y anécdotas rellenas de humanidad narradas por el actor argentino que, una vez más, vuelve a los escenarios en su caminar por la vida, y es que como él mismo dijo en cierta ocasión: “Así voy andando. ¿Hacia dónde? Hacia todas las manos que intuyo tendidas”, que no son otras que las manos de los espectadores que aplauden satisfechos al final de su actuación.
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