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Hay recordatorios imprescindibles

"Vivifica pasar nuevamente por el corazón las experiencias", -del poema: Los sin tiempo-
Abel Pérez Rojas
lunes, 25 de abril de 2022, 12:55 h (CET)

De forma directa, simple y llana, recordar es traer a la memoria algo del pasado. Dicen los diccionarios que ese algo pudo haber sido percibido, aprendido, conocido o retenido en la mente.

Recordar parecería sólo una cuestión racional si únicamente nos conformáramos con las definiciones inmediatas. Hay mucho más detrás de la palabra recordar.


Para los antiguos griegos y romanos recordar era “volver a pasar por el corazón”: recordar viene del latín "recordari", re (de nuevo) y cordis (corazón). Cobra más sentido el aporte clásico a la luz de los complejos entramados nerviosos y vínculos entre el cerebro, el corazón y las entrañas, que la ciencia se ha encargado de ir sacando a la luz poco a poco.


Recordar no es una cuestión solamente, porque recordar y recontar, en el sentido de acudir a las experiencias vividas, son acciones que implican sentimientos, emociones, aprendizajes, desaprendizajes, fórmulas, síntesis y muchas otras cuestiones.


Como recordar y recontar son complejidades que trascienden el área racional y lógica, hay recuentos y recordatorios que vivifican, dan certeza, identidad, y que son imprescindibles. Es en esa línea en la que deben comprenderse algunos ejercicios literarios, como el recientemente publicado por mi querido amigo César Cariño García, quien recientemente publicó el libro: Mis personajes… preferidos, guías, admirados, predilectos… (Ediciones Ceçariño. 2021).


Dice quien fuera mi profesor de Español en la secundaria, que la publicación es un homenaje a las personas que han influido notablemente en su vida, formación y trayectoria. A sus casi setenta y seis años de edad, César hace un alto en su camino, da la vuelta, toma los pasajes significativos de su vida, ubica rostros, escribe sus nombres, mira hacia su interior; detecta huellas, las traslada a lo significativo, y—solo entonces—, pare un texto como el que ahora recapitulo y tengo en mis manos.

Treinta y tres son las personas y personajes contemplados en el libro.


Sorpresa mía cuando me encuentro entre esos treinta y tres. Honor inmerecido cuando, en un ejercicio aritmético muy simple, se concluye que el autor tuvo como pupilos a alrededor de veinte mil pupilos, y que es un hombre cuya experiencia le ha valido ser propuesto para recibir el Premio Príncipe de Asturias de Literatura.


Pero lo que no tiene parangón es que se trata de un hombre consciente del peso y valor de las palabras, es decir, estamos frente a alguien que asume a plenitud la dimensión de recordar y recontar. Me cimbra tal dimensión y encontrarme en esa extensión del corazón de alguien.


César Cariño está consciente que recordar y recontar es resultado de la mente, de las emociones, del corazón, de las entrañas, de los pulmones, de los huesos… de lo trascendente.


¿Hay recordatorios imprescindibles?

Sí, sí los hay y todos deberíamos hacerlo al sentir el llamado de esa voz íntima, pero hay que hacerlo en cuanto sintamos esa necesidad, porque nadie sabe cuándo podría ser demasiado tarde.

Hacer esos recordatorios y recuentos es una forma de redescubrirse, de meta leerse, de asumir la otredad, de confiar en el “aquí y ahora”.


Me hace feliz saber que un hombre como mi querido maestro César Cariño ande en esos territorios de lo íntimo, me siento honrado por haber sido incluido en su recordatorio y recuento, pone frente a mí la tarea de hacer lo propio.


Y tú, ¿también harás tu propio recordatorio?

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