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Como surgida del abismo de los siglos, la ancestral miopía de los mediocres y reaccionarios dijo presente esta semana en la política paraguaya

Bochorno machista en Paraguay

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Escribió Octavio Paz que la mujer, ni vestida ni desnuda logra ser ella misma, y se comprobó esta semana en Paraguay, país que como credenciales de cultura machista ostenta el deshonroso récord de ser el último país de la región en conceder el sufragio femenino.


Con el vilipendio como argumento tradicional, y apremiados por el crecimiento de la popularidad del precandidato presidencial Euclides Acevedo, algunos detractores del político criticaron el nombramiento de una mujer de gran formación académica recordando que había participado en desfiles de moda varias décadas atrás.


Se trata de Zoraya Alas, una doctora en ciencias jurídicas, con una maestría en ciencias de la planificación estratégica y magíster en sistemas de inteligencia. Con su acostumbrada retórica inusual para los rangos locales, Euclides calificó el vulgar ataque como una postura de bajísima intensidad, que adolece de miopía política y de mediocridad intelectual. Lo primero sobre todo, habiendo mujeres en pugna por acceder a lugares preponderantes, ya que lo segundo es proverbialmente tradicional en el ambiente vernáculo.


Los espíritus pequeños jamás se ausentan, como lo puntualizó el saliente Canciller, ni siquiera de las fiestas.  En un país donde tradicionalmente el pueblo se divierte en forma representativa y no participativa,  pues sólo lo hace a través de sus autoridades, la desconfianza es norma y la intriga una regla.


Tampoco el machismo femenino marca diferencia, a juzgar por las voces femeninas que también hacen coro a los argumentos de estas críticas que muestran la hilacha de una herencia cultural de ultramar.  Recuerdo haber leído que en la España republicana Clara Campoamor defendía el sufragismo femenino y  Victoria Kent se oponía, en un debate que a principios de la década de 1930 hacía las delicias del machismo español. Azaña describió la polémica  como muy divertida y en son de burla añadió que habiendo sólo dos mujeres en la Cámara, era curioso que  ni por casualidad estuvieran de acuerdo. Un periódico español  se preguntó el 2 de octubre de 1931: "¿qué ocurrirá cuando sean cincuenta?" .


La feminista que obtuvo el sufragio para su género en España, que de todos modos sería postergado por casi medio siglo de dictadura, no sacó barata su osadía. Durante la guerra civil española debió huir temiendo ser fusilada por cualquiera de los bandos. Se trataba de una tradición de casi medio milenio, a juzgar por las crónicas de Ulrico Schmidt. Este autor narra que hacía 1540 llegaron hasta el Rey Carlos I de España noticias de que en Asunción, hoy capital de Paraguay, los sobrevivientes de la fallida primera Fundación de Buenos Aires con Domingo Martínez de Irala a la cabeza, habían instaurado una poligamia digna de califas musulmanes.


La inquietud del Emperador sacro germánico y monarca de las tierras de España que no conocían de crepúsculos, se tradujo en una cruzada de matronas españolas encabezada por Mencia de Sanabria, que enarbolando el estandarte de la decencia y Buenas costumbres, cruzaron los mares para restaurar la santa monogamia en el Nuevo Mundo.


Ya a finales del siglo XVIII Francisco de Miranda en una conversación con el alcalde de París, M. Pethion, le había cuestionado la falta de representación de las mujeres en el gobierno francés, a las que sin embargo se les exigía respeto a las leyes que se habían hecho de acuerdo a su voluntad. En aquella misma ciudad de las luces en cuyo arco del triunfo está tallado el  775 de nombre del patriota venezolano, había redactado Olimpia de Gauges en 1791 su declaración de los derechos de la mujer, que aún sigue ausente de mención en la mayoría de los libros que hablan maravillas de la revolución francesa. A esta heroína de una revolución que señalan como inspiradora de las revoluciones independentistas de Hispanoamérica, sus mismos androcéntricos compañeros de lucha en la revolución francesa enviaron a la guillotina, por la osadía de creer que los derechos ganados para los hombres libres también podrían ser aplicados a las mujeres. Está claro que nadie  siquiera sueña hoy en comparar a Olimpia con Dantón o Marat, sería todo un ultraje a la historia machista que padecemos.


Si algo brilla por su ausencia en el discurso de los demás precandidatos  es el compromiso con la  problemática de género. Algo proverbial en un país donde los hombres de izquierda, derecha, arriba o abajo, abordan estas cuestiones sólo como una guerra al sexo opuesto en la que deben tomar una o varias prisioneras.  LAW

Bochorno machista en Paraguay

Como surgida del abismo de los siglos, la ancestral miopía de los mediocres y reaccionarios dijo presente esta semana en la política paraguaya
Luis Agüero Wagner
jueves, 21 de abril de 2022, 09:46 h (CET)

Escribió Octavio Paz que la mujer, ni vestida ni desnuda logra ser ella misma, y se comprobó esta semana en Paraguay, país que como credenciales de cultura machista ostenta el deshonroso récord de ser el último país de la región en conceder el sufragio femenino.


Con el vilipendio como argumento tradicional, y apremiados por el crecimiento de la popularidad del precandidato presidencial Euclides Acevedo, algunos detractores del político criticaron el nombramiento de una mujer de gran formación académica recordando que había participado en desfiles de moda varias décadas atrás.


Se trata de Zoraya Alas, una doctora en ciencias jurídicas, con una maestría en ciencias de la planificación estratégica y magíster en sistemas de inteligencia. Con su acostumbrada retórica inusual para los rangos locales, Euclides calificó el vulgar ataque como una postura de bajísima intensidad, que adolece de miopía política y de mediocridad intelectual. Lo primero sobre todo, habiendo mujeres en pugna por acceder a lugares preponderantes, ya que lo segundo es proverbialmente tradicional en el ambiente vernáculo.


Los espíritus pequeños jamás se ausentan, como lo puntualizó el saliente Canciller, ni siquiera de las fiestas.  En un país donde tradicionalmente el pueblo se divierte en forma representativa y no participativa,  pues sólo lo hace a través de sus autoridades, la desconfianza es norma y la intriga una regla.


Tampoco el machismo femenino marca diferencia, a juzgar por las voces femeninas que también hacen coro a los argumentos de estas críticas que muestran la hilacha de una herencia cultural de ultramar.  Recuerdo haber leído que en la España republicana Clara Campoamor defendía el sufragismo femenino y  Victoria Kent se oponía, en un debate que a principios de la década de 1930 hacía las delicias del machismo español. Azaña describió la polémica  como muy divertida y en son de burla añadió que habiendo sólo dos mujeres en la Cámara, era curioso que  ni por casualidad estuvieran de acuerdo. Un periódico español  se preguntó el 2 de octubre de 1931: "¿qué ocurrirá cuando sean cincuenta?" .


La feminista que obtuvo el sufragio para su género en España, que de todos modos sería postergado por casi medio siglo de dictadura, no sacó barata su osadía. Durante la guerra civil española debió huir temiendo ser fusilada por cualquiera de los bandos. Se trataba de una tradición de casi medio milenio, a juzgar por las crónicas de Ulrico Schmidt. Este autor narra que hacía 1540 llegaron hasta el Rey Carlos I de España noticias de que en Asunción, hoy capital de Paraguay, los sobrevivientes de la fallida primera Fundación de Buenos Aires con Domingo Martínez de Irala a la cabeza, habían instaurado una poligamia digna de califas musulmanes.


La inquietud del Emperador sacro germánico y monarca de las tierras de España que no conocían de crepúsculos, se tradujo en una cruzada de matronas españolas encabezada por Mencia de Sanabria, que enarbolando el estandarte de la decencia y Buenas costumbres, cruzaron los mares para restaurar la santa monogamia en el Nuevo Mundo.


Ya a finales del siglo XVIII Francisco de Miranda en una conversación con el alcalde de París, M. Pethion, le había cuestionado la falta de representación de las mujeres en el gobierno francés, a las que sin embargo se les exigía respeto a las leyes que se habían hecho de acuerdo a su voluntad. En aquella misma ciudad de las luces en cuyo arco del triunfo está tallado el  775 de nombre del patriota venezolano, había redactado Olimpia de Gauges en 1791 su declaración de los derechos de la mujer, que aún sigue ausente de mención en la mayoría de los libros que hablan maravillas de la revolución francesa. A esta heroína de una revolución que señalan como inspiradora de las revoluciones independentistas de Hispanoamérica, sus mismos androcéntricos compañeros de lucha en la revolución francesa enviaron a la guillotina, por la osadía de creer que los derechos ganados para los hombres libres también podrían ser aplicados a las mujeres. Está claro que nadie  siquiera sueña hoy en comparar a Olimpia con Dantón o Marat, sería todo un ultraje a la historia machista que padecemos.


Si algo brilla por su ausencia en el discurso de los demás precandidatos  es el compromiso con la  problemática de género. Algo proverbial en un país donde los hombres de izquierda, derecha, arriba o abajo, abordan estas cuestiones sólo como una guerra al sexo opuesto en la que deben tomar una o varias prisioneras.  LAW

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