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Alquilé un piso a un hermano y nada hice, sólo abrí la puerta para que lo viesen y se lo quedaron. Con la crisis encima, acepté su invitación a comer para agradecerme mi éxito en el alquiler, nos bajaron el sueldo y la paga de diciembre será un 30% menor. Esta es la cometa de arena contra la que no se puede luchar.
Ya me lo dijera Astrid, la astróloga que me predijo el destino, mucho trabajo y poco dinero, casarme no soñarlo, pocos amigos y un sueño... ay mi sueño de poder gritar “Libertad” a tiempo. Mi historia tuvo errores ortográficos y gramaticales que he heredado. Soy parte de ella y como ella estoy contaminada. Estoy acabada.
A pesar de todo y porque vivo, los libros que escribí son míos, no cedo derechos. Así como nadie hizo. Ochenta años yo muerta, aún no son de nadie.
En mi historia hay terremotos, calenturas y mucha tos. La misma que tengo yo.
Ahora que sé que soy de carne y hueso y que si me lastiman me hacen daño, ahora saldré poco de casa. Compraré alcohol, betadine y gasas. Porque soy capaz de sentir dolor físico y espiritual. Llevo mejor el segundo, porque soy buena psicóloga, socióloga y filósofa. ¿Quién da más? Soy la mejor de los tres campos, por eso soy melodía, colonia, belleza, transparencia, soltura, elegancia, humildad.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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