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​Lo primero que hay que hacer es callarse

JD Mez Madrid, Gerona
Lectores
viernes, 24 de diciembre de 2021, 08:19 h (CET)

En el vivir de cada día cada vez resultan más difíciles de entender esas frases tan repetidas como: ‘volver a sumar transversalidad’, ‘construir una alternativa que trascienda los intereses de las siglas’ o ‘emprender otro tipo de políticas más horizontales y pegadas al ciudadano’. Es como ‘la nueva normalidad’, que si es nueva, no es normal; y si es normal, no es nueva. Lo transversal es “lo que está atravesado de una parte a otra, de manera perpendicular” interrumpiendo el camino; y un personaje atravesado o transversal, es el que “tiene mala intención o mal carácter”.


Es muy llamativo el intento de hablar y hablar sin parar, pretendiendo que la solución de todo consista en escuchar más a la gente, como si fuera algo que se había descuidado hasta ahora, cuando resulta evidente que para escuchar a alguien, lo primero que hay que hacer es callarse. Si no, es imposible entender a los demás.

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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