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El “liberalismo social” del PP

Almudena Negro
Almudena Negro
sábado, 26 de abril de 2008, 03:53 h (CET)
Por si no teníamos bastante con el término neoliberalismo, que es el que utilizan sistemáticamente todos los amigos del socialismo -y aceptan sin objetar los que desearían serlo para obtener esa pátina de superioridad moral que la izquierda se adjudica sin más fundamento que el complejo y el silencio de la derecha- para atacar aquello que, por raro que parezca, salió victorioso con la caída del muro del Berlín que arrojó sobre las cabezas de sus seguidores los cascotes del marxismo, del socialismo y hasta de la socialdemocracia, va la niña de Rajoy y nos suelta eso del “liberalismo social”, mezcla de liberalismo y socialismo. O sea, un imposible entre arriólico y arenil.

Hasta donde yo sé los liberales son aquellas personas que defienden ante todo la libertad y que creen que los ciudadanos saben mejor que el Estado lo que les conviene. El malvado liberalismo fue, vaya por Dios, el que posibilitó, junto a la tradición judeocristiana de la que bebe Europa desde tiempo inmemorial aunque ahora quiera renegar de sus raíces, la llamada democracia, que es un medio y no un fin como algunos creen, y que sólo es posible en las llamadas sociedades abiertas. La llamada democracia, a ver si se enteran algunos, es la democracia liberal. Por otro lado, los socialistas son aquellas personas que creen que el Estado sabe mejor que los individuos qué les conviene a estos, que defiende la propiedad pública de los medios de producción y la injerencia de lo público en todos los ámbitos de la vida. Las vías preferidas de los socialistas de hoy en día para liquidar la democracia liberal e implantar la democracia socialista – o sea, la de Honecker o Lenin-, que es, al fin y al cabo de lo que se trata, son la legislación y la educación. Ingeniería social. Porque el socialismo, todo socialismo sin exclusión, , busca transformar la sociedad y moldearla según sus utópicos dogmas.

Todo esto en mayor o menor medida, que para eso está ese invento tan molón llamado socialdemocracia, que pese a ser una inmensa trola –socialismo y democracia son incompatibles- vendría a ser, según sus defensores, una magnífica tercera vía. La justa y necesaria, proclaman entre los aplausos de los estatistas que no se han enterado que el rollito éste no se lleva ya ni en Suecia, que son aquí la inmensa mayoría a izquierdas y derechas.

Vía a la cual, por lo que se ve, se apuntan Soraya y ese genio del liberalismo “Faesiano” de apellido Lasalle, que denuncia desde las páginas del periódico “El País” el “liberalismo antipático” de la liberal-conservadora y campeona en la construcción de VPO, Esperanza Aguirre.

Es la defensa numantina del eterno “centro reformista” hacia el cual dice viajar la derecha que se avergüenza de serlo y que no es más que un invento del locuaz Manuel Fraga, que lo engendró, y luego Suárez se lo birló, allá por los sesenta. “Centro reformista” que fue adoptado por el PP en tiempos de José María Aznar, cuando éste se apuntaba a cualquier tontería que le susurrara al oído el nihilista sociólogo de cabecera. Pues ya puestos, y por ser originales, lo podrían llamar liberal-socialismo.

Lo cierto es que no salgo de mi asombro. Sigo sin entender por qué los “del PP y basta” han decidido suicidarse. Eso sí, colectivamente. No vaya a ser que los tachen de individualistas. Increíble.

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