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​La vida hecha juego. Avaricia, empatía, oportunidades y estrategia. Cuatro términos que caracterizan la exitosa serie de televisión. Nuestro modelo de praxis social en manos de la crítica

El juego del calamar

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La vida hecha juego. Avaricia, empatía, oportunidades y estrategia. Cuatro términos que caracterizan la exitosa serie de televisión, El Juego del Calamar. Nuestro modelo de praxis social en manos de la crítica.


Avaricia. De riqueza y poder. El control y la supremacía popular como propósito existencial. Robar por placer sustituye a robar por necesidad. Placer de superioridad. Un sueldo vitalicio y demás gastos cubiertos por los ciudadanos, fueron insuficientes para saciar la hambruna crónica de enriquecimiento eterno del Rey Emérito. Tampoco lo son para los 134 procesados - que no condenados - en España por corrupción en el segundo trimestre de este año, 97 más que en el anterior. Pero sí para el 86% de los españoles que cree que la corrupción en el Gobierno de la nación es un gran problema. Cuanto más tengo - como yo puedo y tú no - más quiero. Cada vez más admirable el éxito honrado. La humildad para llegar lejos; no la codicia, alevosía y pisoteo social.


Empatía. La que intentó transmitir en vano la iglesia con el videoclip del cantante C. Tangana. El ejercicio de acercamiento al cada vez más distanciado público joven por parte del cristianismo - que no de la iglesia - duró poco. Así lo expresó primero el deán de la Catedral de Toledo; y le contradijo el arzobispo. Un gesto visto como progreso y adaptación a los nuevos mundos por los ojos de muchos, desaparece con el arrepentimiento al grito de infieles promovido por el núcleo más rancio e intolerante clerical. Seguro que los 15 mil euros recaudados serán de gran ayuda para los más desfavorecidos. Aunque la voluntad de la libre creencia no renta. La inconsciencia social continúa repartiendo las hostias - y nunca mejor dicho - en la santa sede. Mi igualdad. No la de todos.


Oportunidades. Igualdad de condiciones paralelas. Una para los de arriba y otra para los de abajo. Ambas impuestas por los primeros. La negativa al exdiputado Alberto Rodríguez o Bárcenas de una segunda oportunidad, merecida o no, contrasta con las de Puigdemont y otros personajes cuyas siglas coinciden para cobrar pero no para pagar. Un sueldo bajo sumado a un mal mes te deja sin recursos básicos como agua, luz o calefacción; mientras un salario inhumano te da la potestad, no solo para vivir en el olimpo, sino para ahorrarte los impuestos aun encabezando la lista de morosos de hacienda. El poder de unos pocos para el juego de muchos.


La segunda oportunidad también se complica para aquellos que esperan casi diez días para pasar consulta con su médico de cabecera en Murcia o para los que continúan en las colas del paro. A pesar de un octubre histórico en términos de afiliación, la cifra de desempleados en España es la más alta de Europa con un 14,6%. También lideramos el ranking de desempleo juvenil con un 30,6% de los menores de 25 años sin trabajo. Dudo que el famoso bono cultural de 400 euros tenga una eficacia venidera más allá del rédito electoral. Huele a compra de voto.

Por fortuna, sí la tendrán mujeres sin pareja, lesbianas, bisexuales y trans gracias a la sanidad pública, que cubrirá la reproducción asistida. Pero para tener una segunda oportunidad, es necesario tener una primera, de la que muchos carecen.


Estrategia. La que decimos tener pero raramente cumplimos. O cambiamos de forma brusca por cuestiones de intereses. Las ya típicas promesas rotas en política y en la vida personal, acompañadas de la primacía cortoplacista en la toma de decisiones. Los problemas del futuro, para el yo del futuro. Pero siempre con competitividad. No con el objetivo de ser una mejor versión de nosotros mismos sino para estar por encima de los demás, como en la serie.


La vida hecha juego.

El juego del calamar

​La vida hecha juego. Avaricia, empatía, oportunidades y estrategia. Cuatro términos que caracterizan la exitosa serie de televisión. Nuestro modelo de praxis social en manos de la crítica
Alberto Fandos
martes, 9 de noviembre de 2021, 08:35 h (CET)

La vida hecha juego. Avaricia, empatía, oportunidades y estrategia. Cuatro términos que caracterizan la exitosa serie de televisión, El Juego del Calamar. Nuestro modelo de praxis social en manos de la crítica.


Avaricia. De riqueza y poder. El control y la supremacía popular como propósito existencial. Robar por placer sustituye a robar por necesidad. Placer de superioridad. Un sueldo vitalicio y demás gastos cubiertos por los ciudadanos, fueron insuficientes para saciar la hambruna crónica de enriquecimiento eterno del Rey Emérito. Tampoco lo son para los 134 procesados - que no condenados - en España por corrupción en el segundo trimestre de este año, 97 más que en el anterior. Pero sí para el 86% de los españoles que cree que la corrupción en el Gobierno de la nación es un gran problema. Cuanto más tengo - como yo puedo y tú no - más quiero. Cada vez más admirable el éxito honrado. La humildad para llegar lejos; no la codicia, alevosía y pisoteo social.


Empatía. La que intentó transmitir en vano la iglesia con el videoclip del cantante C. Tangana. El ejercicio de acercamiento al cada vez más distanciado público joven por parte del cristianismo - que no de la iglesia - duró poco. Así lo expresó primero el deán de la Catedral de Toledo; y le contradijo el arzobispo. Un gesto visto como progreso y adaptación a los nuevos mundos por los ojos de muchos, desaparece con el arrepentimiento al grito de infieles promovido por el núcleo más rancio e intolerante clerical. Seguro que los 15 mil euros recaudados serán de gran ayuda para los más desfavorecidos. Aunque la voluntad de la libre creencia no renta. La inconsciencia social continúa repartiendo las hostias - y nunca mejor dicho - en la santa sede. Mi igualdad. No la de todos.


Oportunidades. Igualdad de condiciones paralelas. Una para los de arriba y otra para los de abajo. Ambas impuestas por los primeros. La negativa al exdiputado Alberto Rodríguez o Bárcenas de una segunda oportunidad, merecida o no, contrasta con las de Puigdemont y otros personajes cuyas siglas coinciden para cobrar pero no para pagar. Un sueldo bajo sumado a un mal mes te deja sin recursos básicos como agua, luz o calefacción; mientras un salario inhumano te da la potestad, no solo para vivir en el olimpo, sino para ahorrarte los impuestos aun encabezando la lista de morosos de hacienda. El poder de unos pocos para el juego de muchos.


La segunda oportunidad también se complica para aquellos que esperan casi diez días para pasar consulta con su médico de cabecera en Murcia o para los que continúan en las colas del paro. A pesar de un octubre histórico en términos de afiliación, la cifra de desempleados en España es la más alta de Europa con un 14,6%. También lideramos el ranking de desempleo juvenil con un 30,6% de los menores de 25 años sin trabajo. Dudo que el famoso bono cultural de 400 euros tenga una eficacia venidera más allá del rédito electoral. Huele a compra de voto.

Por fortuna, sí la tendrán mujeres sin pareja, lesbianas, bisexuales y trans gracias a la sanidad pública, que cubrirá la reproducción asistida. Pero para tener una segunda oportunidad, es necesario tener una primera, de la que muchos carecen.


Estrategia. La que decimos tener pero raramente cumplimos. O cambiamos de forma brusca por cuestiones de intereses. Las ya típicas promesas rotas en política y en la vida personal, acompañadas de la primacía cortoplacista en la toma de decisiones. Los problemas del futuro, para el yo del futuro. Pero siempre con competitividad. No con el objetivo de ser una mejor versión de nosotros mismos sino para estar por encima de los demás, como en la serie.


La vida hecha juego.

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