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La objeción de conciencia

Jesús Domingo Martínez, Gerona
Lectores
martes, 3 de agosto de 2021, 12:34 h (CET)

En mi opinión es importante tener en cuenta que el Comité de Bioética de España ha elaborado un Informe sobre “La objeción de conciencia en relación con la prestación de ayuda a morir”, en el que se concluye que la Ley de la Eutanasia, que acaba de entrar en vigor, parece claro que contiene una regulación excesivamente restrictiva del derecho a la objeción de conciencia del personal sanitario.


Recuerdo que el Comité de Bioética es un organismo consultivo del Estado que fue obviado por el Gobierno en la tramitación parlamentaria de la ley, es el que afirma que existen lagunas sobre un derecho básico que afecta a la autonomía y dignidad de la profesión médica. Además, los expertos bioéticos aclaran que no se puede considerar la eutanasia como un acto médico, dado que no tiene como fin mejorar la salud del paciente sino acabar con su vida.

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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