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Entrevista a Eloísa Martínez, autora de 'No valgo para vender' y 'Mujeres de Hojalata'

«Detesto tanto a los personajes sin defectos como a los malvados absolutos»

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Eloísa Martínez (Madrid, 1949) tuvo que abandonar, siendo prácticamente una niña, su vocación literaria para lanzarse a la aventura de ser comercial. Sus primeros pasos estuvieron llenos de dificultades, pero ellas forjaron el carácter de una escritora que afirma huir de etiquetas, incluso a la hora de reivindicar el papel de la mujer. Ahora presenta dos títulos, No valgo para vender y Mujeres de hojalata, muy distintos entre sí, pero con un rasgo en común: los valores y la forma de entender la vida de esta autora madrileña.


MUJERES DE HOJALATA portada

Tuviste que abandonar los estudios para ponerte a trabajar, ¿cómo conseguiste retomar el mundo de las letras?

A través de la UNED seguí estudiando Filología, hasta que mi hijo mayor sufrió un gravísimo accidente de moto y nuestra vida familiar cambió profundamente. La prioridad era conseguir que saliera adelante, que los médicos se equivocaran y su futuro no estuviera atado a una silla de ruedas, como vaticinaban. Y con su voluntad y nuestra compañía, lo conseguimos. En la sala de espera de La Paz escribí Mi hijo,con el que gané el segundo premio en el Certamen de Narrativa de Silla (Valencia), creo que fue en el 2001. En realidad, el mundo de las letras y yo siempre nos hemos entendido, desde niña, desde que escribí una obra de teatro con ocho años para celebrar el cumpleaños de la madre superiora en el colegio La Divina Pastora. Amo la escritura por encima, incluso, del baile y viajar, mis dos aficiones preferidas.


¿Crees que Eloísa Martínez sería hoy muy distinta si hubiera continuado aquellos estudios de Filología?

No lo sé, Eva, no puedo imaginarlo. Sé que me quedé con las ganas de acabar Filología y que enseñar es otra de mis pasiones, que, afortunadamente, he podido practicar a través de mi profesión y de otro de mis libros,No valgo para vender, impartiendo cursos de atención al cliente. También el cuento infantil Güika, mi amiga invisible me permitió entrar en los colegios y realizar talleres lúdico-educativos con los alumnos de cuarto a sexto cursos de primaria.


Mujeres de hojalata y No valgo para vender son dos libros de temáticas opuestas, ¿tienen algún nexo de unión?

Pues no sé, tendría que pensarlo. Supongo que mi manera de entender la vida, lo realmente importante, podríamos llamarlo mis valores fundamentales, ese pudiera ser el nexo de unión.


¿Te encuentras más cómoda escribiendo ficción o sobre tu experiencia laboral?

Es totalmente diferente, no se trata de comodidad sino de lo que quieres compartir. En el caso de No valgo para vender, tenía clarísimo lo que iba a exponer: mi forma de entender la venta, quitar miedos y prejuicios, hacer ver a mis alumnos y lectores que todos vendemos, desde que nos levantamos y sea cual fuere nuestra profesión. Los miedos destruyen toda posibilidad de éxito en ventas y atención al cliente. Atenazan e impiden expresar con claridad los argumentos.


En ficción te renuevas cada vez que te pones frente al ordenador. tenía cuadernos enteros de notas, nombres, situaciones sacadas de una conversación escuchada, de alguien que te ha contado algo, de lo que se te ocurre mientras paseas, etc. Creas línea a línea, capítulo a capítulo. Borré más de cien páginas de Mujeres de hojalata porque aquello no marchaba, me parecía una lectura trabada, sin alma. Quería personajes vivos, con los que el lector pudiera identificarse, detesto tanto a los personajes sin defectos como a los malvados absolutos. Siempre hay un porqué para cada acción. Quería que mis personajes fueran una mezcla de aciertos y errores.


Afirmas que el título de No valgo para vender te lo inspiró haber escuchado esa frase muchas veces. ¿Te has propuesto con este libro ayudar a que la gente no pase por las mismas dificultades que tú?

Sí. Sobre todo me propuse que se dieran cuenta de su valía, porque las personas que me decían: «¡Ay, Eloísa! Si yo no valgo para vender», ¡valían y mucho! Les faltaba creérselo, temían asustar a sus clientes, si les ofrecían productos después de cobrarles su trabajo. ¿Y sabes qué conseguían con ello? Pues que los clientes que ya tenían una necesidad creada, se fueran a la perfumería de la esquina o a un centro comercial a comprarlo.


En alguna ocasión te he leído decir que tu libro no es feminista, que es una historia de mujeres, ¿huyes de las etiquetas?

Has acertado, huyo de etiquetas y de un feminismo que no comparto. Para mí, el feminismo es igualdad, no lucha. Es defender los derechos de la mujer con firmeza a través de la inteligencia, demostrando que valemos para ser presidenta de Gobierno igual que para ser ama de casa. Hay otro feminismo de pintadas, desnudos, enfrentamientos y exageraciones verbales que me parece absolutamente fuera de lugar, y, la verdad, ahora se ve demasiado para mi gusto.


Portada novalgo

Al hilo de lo anterior, y como entiendo que tampoco quieres que No valgo para vender se identifique con la autoayuda de carácter «milagroso», por así decirlo: ¿cómo ves el mercado literario de la autoayuda en España?

Muy comercializado, casi sectario, una mezcla de espiritualidad forzada, de frases hechas y de exageración verbal. Y, de vez en cuando, surge un libro, un conferenciante, una escuela, que sí merece la pena tener en cuenta.


¿Quiénes son tus referentes?

En autoayuda, El Profeta, de Yibrán Jalil. En gestión comercial, mis referentes siguen siendo, a pesar de los años, Dale Carnegie y Og Mandino. Ahora citaría a Mario Alonso y Fernando Salinero.

En Literatura, de jovencita leí La invitada por sugerencia de un profesor, y me caló fuerte Simone de Beauvoir. Hubiera querido escribir La hoja roja de Delibes. Camus, Martín Gaite, Arundhati Roy y su Dios de las pequeñas cosas o la manera tan bella, natural y profunda de contar de Khaled Hosseini.

«Detesto tanto a los personajes sin defectos como a los malvados absolutos»

Entrevista a Eloísa Martínez, autora de 'No valgo para vender' y 'Mujeres de Hojalata'
Eva Fraile Rodríguez
martes, 3 de agosto de 2021, 09:55 h (CET)

Eloísa Martínez (Madrid, 1949) tuvo que abandonar, siendo prácticamente una niña, su vocación literaria para lanzarse a la aventura de ser comercial. Sus primeros pasos estuvieron llenos de dificultades, pero ellas forjaron el carácter de una escritora que afirma huir de etiquetas, incluso a la hora de reivindicar el papel de la mujer. Ahora presenta dos títulos, No valgo para vender y Mujeres de hojalata, muy distintos entre sí, pero con un rasgo en común: los valores y la forma de entender la vida de esta autora madrileña.


MUJERES DE HOJALATA portada

Tuviste que abandonar los estudios para ponerte a trabajar, ¿cómo conseguiste retomar el mundo de las letras?

A través de la UNED seguí estudiando Filología, hasta que mi hijo mayor sufrió un gravísimo accidente de moto y nuestra vida familiar cambió profundamente. La prioridad era conseguir que saliera adelante, que los médicos se equivocaran y su futuro no estuviera atado a una silla de ruedas, como vaticinaban. Y con su voluntad y nuestra compañía, lo conseguimos. En la sala de espera de La Paz escribí Mi hijo,con el que gané el segundo premio en el Certamen de Narrativa de Silla (Valencia), creo que fue en el 2001. En realidad, el mundo de las letras y yo siempre nos hemos entendido, desde niña, desde que escribí una obra de teatro con ocho años para celebrar el cumpleaños de la madre superiora en el colegio La Divina Pastora. Amo la escritura por encima, incluso, del baile y viajar, mis dos aficiones preferidas.


¿Crees que Eloísa Martínez sería hoy muy distinta si hubiera continuado aquellos estudios de Filología?

No lo sé, Eva, no puedo imaginarlo. Sé que me quedé con las ganas de acabar Filología y que enseñar es otra de mis pasiones, que, afortunadamente, he podido practicar a través de mi profesión y de otro de mis libros,No valgo para vender, impartiendo cursos de atención al cliente. También el cuento infantil Güika, mi amiga invisible me permitió entrar en los colegios y realizar talleres lúdico-educativos con los alumnos de cuarto a sexto cursos de primaria.


Mujeres de hojalata y No valgo para vender son dos libros de temáticas opuestas, ¿tienen algún nexo de unión?

Pues no sé, tendría que pensarlo. Supongo que mi manera de entender la vida, lo realmente importante, podríamos llamarlo mis valores fundamentales, ese pudiera ser el nexo de unión.


¿Te encuentras más cómoda escribiendo ficción o sobre tu experiencia laboral?

Es totalmente diferente, no se trata de comodidad sino de lo que quieres compartir. En el caso de No valgo para vender, tenía clarísimo lo que iba a exponer: mi forma de entender la venta, quitar miedos y prejuicios, hacer ver a mis alumnos y lectores que todos vendemos, desde que nos levantamos y sea cual fuere nuestra profesión. Los miedos destruyen toda posibilidad de éxito en ventas y atención al cliente. Atenazan e impiden expresar con claridad los argumentos.


En ficción te renuevas cada vez que te pones frente al ordenador. tenía cuadernos enteros de notas, nombres, situaciones sacadas de una conversación escuchada, de alguien que te ha contado algo, de lo que se te ocurre mientras paseas, etc. Creas línea a línea, capítulo a capítulo. Borré más de cien páginas de Mujeres de hojalata porque aquello no marchaba, me parecía una lectura trabada, sin alma. Quería personajes vivos, con los que el lector pudiera identificarse, detesto tanto a los personajes sin defectos como a los malvados absolutos. Siempre hay un porqué para cada acción. Quería que mis personajes fueran una mezcla de aciertos y errores.


Afirmas que el título de No valgo para vender te lo inspiró haber escuchado esa frase muchas veces. ¿Te has propuesto con este libro ayudar a que la gente no pase por las mismas dificultades que tú?

Sí. Sobre todo me propuse que se dieran cuenta de su valía, porque las personas que me decían: «¡Ay, Eloísa! Si yo no valgo para vender», ¡valían y mucho! Les faltaba creérselo, temían asustar a sus clientes, si les ofrecían productos después de cobrarles su trabajo. ¿Y sabes qué conseguían con ello? Pues que los clientes que ya tenían una necesidad creada, se fueran a la perfumería de la esquina o a un centro comercial a comprarlo.


En alguna ocasión te he leído decir que tu libro no es feminista, que es una historia de mujeres, ¿huyes de las etiquetas?

Has acertado, huyo de etiquetas y de un feminismo que no comparto. Para mí, el feminismo es igualdad, no lucha. Es defender los derechos de la mujer con firmeza a través de la inteligencia, demostrando que valemos para ser presidenta de Gobierno igual que para ser ama de casa. Hay otro feminismo de pintadas, desnudos, enfrentamientos y exageraciones verbales que me parece absolutamente fuera de lugar, y, la verdad, ahora se ve demasiado para mi gusto.


Portada novalgo

Al hilo de lo anterior, y como entiendo que tampoco quieres que No valgo para vender se identifique con la autoayuda de carácter «milagroso», por así decirlo: ¿cómo ves el mercado literario de la autoayuda en España?

Muy comercializado, casi sectario, una mezcla de espiritualidad forzada, de frases hechas y de exageración verbal. Y, de vez en cuando, surge un libro, un conferenciante, una escuela, que sí merece la pena tener en cuenta.


¿Quiénes son tus referentes?

En autoayuda, El Profeta, de Yibrán Jalil. En gestión comercial, mis referentes siguen siendo, a pesar de los años, Dale Carnegie y Og Mandino. Ahora citaría a Mario Alonso y Fernando Salinero.

En Literatura, de jovencita leí La invitada por sugerencia de un profesor, y me caló fuerte Simone de Beauvoir. Hubiera querido escribir La hoja roja de Delibes. Camus, Martín Gaite, Arundhati Roy y su Dios de las pequeñas cosas o la manera tan bella, natural y profunda de contar de Khaled Hosseini.

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