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Etiquetas | Sabersinfin | Resiliencia | Amistad | Poesía | Dignidad | Resistencia | Desgracia
Beberlas mitiga la impaciencia y quita parte de la sed para poder seguir caminando

Aurora Olmedo, beber las lágrimas propias

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No es fácil resistir de pie cuando el vendaval de la adversidad nos golpea con todo, y

no se avizora para cuándo cese ésta. No lo es, porque es tentadora la decisión de tirarse al piso y ver pasar desde ahí lo que nos impide avanzar.


Tampoco es fácil soslayar el confort de la renuncia, cuando ante los ojosde los demás y la empinada pendiente,  estaría justificado hacerse a un lado de la brega. El día con día nos ofrece la ocasión para poner a prueba nuestra capacidad de resistencia, de conocer nuestros límites y de optar por no quebrarnos ni rompernos, y pese a todo, continuar nuestro camino con la dignidad intacta. A veces parecen insondables los límites de la capacidad de entereza por la cual los seres humanos salen airosos de cualquier desgracia o infortunio.


Casos hay muchos. Nelson Mandela, Hellen Keller, Stephen Hawking, Nick Vujicic, son solo algunos de los nombres que inmediatamente llegan a la mente cuando pensamos en personas que se volvieron famosas por salir vencedoras ante las problemáticas de la vida.


Así como esos famosos, estoy convencido de que muchas de las personas que nos rodean son ejemplo de lo que hoy día se conoce como resiliencia, es decir, esa capacidad que tienen las personas para recuperarse ante la adversidad para continuar progresando, no obstante lo traumático que pueden resultar algunos pasajes de su vida. Mi amiga, la escritora marplatense, Aurora Olmedo, es una de ellas.


No conozco muchos de los pormenores de su vida, los cuales no necesito saber para tener claro que es de esos seres que aunque por dentro y por fuera se están quebrando, mantienen la verticalidad con una sonrisa a flor de piel. Conozco a Aurora Olmedo –Aurora Elena Olmedo Videla– gracias al hermanamiento que solo la poesía consigue. No obstante el relativo poco tiempo de conocerle, sé que en menos de dos años ha vivido de casi todo.


Dejar una vida que había emprendido con mucha ilusión en Alicante, España, regresar y reiniciar su andar en su amada Mar del Plata, vencer al covid-19 y ahora una parálisis facial que le mantuvo unos días alejada de su trajín diario.


Este breve recuento es brevísimo, pero detrás de todo ello hay muchísimo, tanto que solo ella y sus seres queridos más cercanos lo saben puntualmente. Sin embargo, Aurora sonríe, sonríe y vuelve a sonreír. Sonríe y no pierde la alegría de vivir porque se dobla, pero no se quiebra. Ella lo dijo así en su poema Invencible:

La Vida contiene dimensiones que uno no conoce

y el juncose yergue y casi se desploma,

pero vuelve a estar en alto.


Solo ella sabe lo que ha vivido, pero para fortuna de nosotros, Aurora es escritora y nos hereda múltiples aforismos que merecen conocerse:

No dar indulto al mal ni concesiones, quise.

Y ahora lo consigo e imagino la futura celebración,

cuando esta mala sombra que se ensaña conmigo

me suelte, al fin, y lo hará. Lo hará.


Beber las lágrimas propias mitiga la impaciencia y quita parte de la sed para poder seguir caminando. Mirar atrás, ver las huellas que hemos dejado y con ello caer en cuenta de nuestras raíces. Aurora lo dice así:

Los versos guerreros que me anteceden, los múltiples partos,

el pan dividido en sopas de cebolla en un sur saqueado,

el secuestro de mis casas, la mano aún tendida de mi padre,

mi exilio desvestido y mi regreso, al fin hoy cuentan a favor.

Tengo la fortaleza de mi herencia aborigen…

una fraternidad que me llega de poetas

como nodrizas, soldados armados de sol hasta los dientes,

me salvan del naufragio. Y me sonrío. No me rindo.


Aurora resiste de pie, no se quiebra, se asume guerrera, da pelea y se reconoce Hija de la Luz:

Feliz estaría él de verme asistida por poetas guerreros.

Todo vale. Todo vale. Y agradezco.

Hoy me siento invencible.


En efecto, no es fácil resistir de pie cuando el vendaval de la adversidad nos golpea con todo y no se avizora para cuándo cese ésta, pero si conseguimos no vivir en la genuflexión, entonces, habremos dado un paso firme para adueñarnos de nuestra propia dignidad.

Un honor contar con la amistad de Aurora Olmedo.

Aurora Olmedo, beber las lágrimas propias

Beberlas mitiga la impaciencia y quita parte de la sed para poder seguir caminando
Abel Pérez Rojas
lunes, 19 de julio de 2021, 10:22 h (CET)

No es fácil resistir de pie cuando el vendaval de la adversidad nos golpea con todo, y

no se avizora para cuándo cese ésta. No lo es, porque es tentadora la decisión de tirarse al piso y ver pasar desde ahí lo que nos impide avanzar.


Tampoco es fácil soslayar el confort de la renuncia, cuando ante los ojosde los demás y la empinada pendiente,  estaría justificado hacerse a un lado de la brega. El día con día nos ofrece la ocasión para poner a prueba nuestra capacidad de resistencia, de conocer nuestros límites y de optar por no quebrarnos ni rompernos, y pese a todo, continuar nuestro camino con la dignidad intacta. A veces parecen insondables los límites de la capacidad de entereza por la cual los seres humanos salen airosos de cualquier desgracia o infortunio.


Casos hay muchos. Nelson Mandela, Hellen Keller, Stephen Hawking, Nick Vujicic, son solo algunos de los nombres que inmediatamente llegan a la mente cuando pensamos en personas que se volvieron famosas por salir vencedoras ante las problemáticas de la vida.


Así como esos famosos, estoy convencido de que muchas de las personas que nos rodean son ejemplo de lo que hoy día se conoce como resiliencia, es decir, esa capacidad que tienen las personas para recuperarse ante la adversidad para continuar progresando, no obstante lo traumático que pueden resultar algunos pasajes de su vida. Mi amiga, la escritora marplatense, Aurora Olmedo, es una de ellas.


No conozco muchos de los pormenores de su vida, los cuales no necesito saber para tener claro que es de esos seres que aunque por dentro y por fuera se están quebrando, mantienen la verticalidad con una sonrisa a flor de piel. Conozco a Aurora Olmedo –Aurora Elena Olmedo Videla– gracias al hermanamiento que solo la poesía consigue. No obstante el relativo poco tiempo de conocerle, sé que en menos de dos años ha vivido de casi todo.


Dejar una vida que había emprendido con mucha ilusión en Alicante, España, regresar y reiniciar su andar en su amada Mar del Plata, vencer al covid-19 y ahora una parálisis facial que le mantuvo unos días alejada de su trajín diario.


Este breve recuento es brevísimo, pero detrás de todo ello hay muchísimo, tanto que solo ella y sus seres queridos más cercanos lo saben puntualmente. Sin embargo, Aurora sonríe, sonríe y vuelve a sonreír. Sonríe y no pierde la alegría de vivir porque se dobla, pero no se quiebra. Ella lo dijo así en su poema Invencible:

La Vida contiene dimensiones que uno no conoce

y el juncose yergue y casi se desploma,

pero vuelve a estar en alto.


Solo ella sabe lo que ha vivido, pero para fortuna de nosotros, Aurora es escritora y nos hereda múltiples aforismos que merecen conocerse:

No dar indulto al mal ni concesiones, quise.

Y ahora lo consigo e imagino la futura celebración,

cuando esta mala sombra que se ensaña conmigo

me suelte, al fin, y lo hará. Lo hará.


Beber las lágrimas propias mitiga la impaciencia y quita parte de la sed para poder seguir caminando. Mirar atrás, ver las huellas que hemos dejado y con ello caer en cuenta de nuestras raíces. Aurora lo dice así:

Los versos guerreros que me anteceden, los múltiples partos,

el pan dividido en sopas de cebolla en un sur saqueado,

el secuestro de mis casas, la mano aún tendida de mi padre,

mi exilio desvestido y mi regreso, al fin hoy cuentan a favor.

Tengo la fortaleza de mi herencia aborigen…

una fraternidad que me llega de poetas

como nodrizas, soldados armados de sol hasta los dientes,

me salvan del naufragio. Y me sonrío. No me rindo.


Aurora resiste de pie, no se quiebra, se asume guerrera, da pelea y se reconoce Hija de la Luz:

Feliz estaría él de verme asistida por poetas guerreros.

Todo vale. Todo vale. Y agradezco.

Hoy me siento invencible.


En efecto, no es fácil resistir de pie cuando el vendaval de la adversidad nos golpea con todo y no se avizora para cuándo cese ésta, pero si conseguimos no vivir en la genuflexión, entonces, habremos dado un paso firme para adueñarnos de nuestra propia dignidad.

Un honor contar con la amistad de Aurora Olmedo.

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