Desde hace años, varias empresas se han puesto manos a la
obra para tratar de hacer realidad un sueño: ver los coches
autónomos en nuestras carreteras. Las autovías despejadas son
algunas de las pruebas superadas por estos coches; pero no su circulación por ciudades concurridas, que todavía siguen
causando accidentes como los que últimamente ha provocado
el coche de Google.
La solución ha sido crear una zona de pruebas en la
Universidad de Michigan (Estados Unidos) en la que los
fabricantes puedan realizar simulacros de distintas situaciones
reales con el objetivo de ayudar a acelerar el desarrollo de los
coches conectados y la autoconducción.
El complejo urbano de pruebas, que ha costado unos 10
millones de dólares está dirigido por el Mobility Transformation
Center, una asociación entre la universidad, los gobiernos
federal y estatal, y compañías automovilísticas, como Ford, GM
o Toyota.
El sitio tiene muchas características familiares de la
conducción urbana, incluyendo intersecciones, un cruce de
ferrocarril, dos rotondas, calles de ladrillo y grava y plazas de
aparcamiento. Fachadas de edificios acristalados y peatones
falsos pueden ser alteradas y reorganizadas para diferentes
tipos de pruebas.
Incluso hay una rampa de entrada simulada de la autopista.
Dos construcciones -un puente de metal y un túnel- serán un
reto especial para las señales inalámbricas y sensores de radar.
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