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El pueblo se echa a las calles por miedo

El éxodo francés

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El recuerdo de las atrocidades cometidas por los ocupantes en las dos guerras anteriores, que todavía estaban presentes en la mayoría de muchos franceses de la zona, les lleva al abandono de sus lugares de vivienda y las lanza a la aventura de las carreteras que llevan hacia el sur. Los refugiados belgas se unen a esta riada humana que va creciendo incontroladamente con el paso de los días. Este éxodo masivo ha originado un sinfín de explicaciones que varían, desde las meramente practicas hasta las que buscan en este movimiento de población motivaciones muchos más profundas y simbólicas. De hecho, es cierto que un traslado de población ante un posible avance alemán había sido ya programado con mucha anterioridad por los expertos del Gobierno, con vistas a una parcial reconstrucción de los servicios administrativos e industriales en las zonas del Mediodía que teóricamente quedarían a salvo de una hipotética invasión.

Al mismo tiempo, también se da la huida espontanea, la de los habitantes aterrorizados ante la marea alemana, que ahora viene acompañada y empujada por el nazismo, del cual los franceses tienen ya un largo y amplio conocimiento a través de los millares de exiliados que desde 1933 habían atravesado la frontera, en busca de la libertad que en su país se les negaba.

Para muchos tratadistas del tema, la superioridad del ejército alemán que ocasiona la derrota no es más que el desencadenante próximo de una descomposición general que se había adueñado de todos los ámbitos de la sociedad francesa. Para los partidarios de una explicación social o histórica este éxodo masivo podría significar una vuelta del pueblo francés hacia sus orígenes, en un claro repudio de las estructuras industriales superpuestas al verdadero país. Esta comunión de los franceses con la tierra la describe Giraudous cuando se refiere a la abdicación de cada francés a favor de otro, de cada provincia a favor de otra, y todo ello produciéndose en medio de ese pueblo en marcha, menos por el miedo a la invasión que por el cumplimiento de un destino.

La realidad es bien simple, miedo, un miedo real y efectivo. Ordenes administrativas, o esta bella idea de utópica búsqueda de un solar histórico, entre el 15 de mayo y el 20 de junio, entre 6 y 8 millones de franceses se lanzaron a las carreteras, lo que vino a dificultar las operaciones militares de un ejército ya derrotado. El saldo final es; pillaje sobre las propiedades abandonadas por los exiliados y millares de niños perdidos. En aquellos días un viento de locura sopló por toda Francia.

El éxodo francés

El pueblo se echa a las calles por miedo
Jesús Campos
lunes, 15 de junio de 2015, 22:00 h (CET)
El recuerdo de las atrocidades cometidas por los ocupantes en las dos guerras anteriores, que todavía estaban presentes en la mayoría de muchos franceses de la zona, les lleva al abandono de sus lugares de vivienda y las lanza a la aventura de las carreteras que llevan hacia el sur. Los refugiados belgas se unen a esta riada humana que va creciendo incontroladamente con el paso de los días. Este éxodo masivo ha originado un sinfín de explicaciones que varían, desde las meramente practicas hasta las que buscan en este movimiento de población motivaciones muchos más profundas y simbólicas. De hecho, es cierto que un traslado de población ante un posible avance alemán había sido ya programado con mucha anterioridad por los expertos del Gobierno, con vistas a una parcial reconstrucción de los servicios administrativos e industriales en las zonas del Mediodía que teóricamente quedarían a salvo de una hipotética invasión.

Al mismo tiempo, también se da la huida espontanea, la de los habitantes aterrorizados ante la marea alemana, que ahora viene acompañada y empujada por el nazismo, del cual los franceses tienen ya un largo y amplio conocimiento a través de los millares de exiliados que desde 1933 habían atravesado la frontera, en busca de la libertad que en su país se les negaba.

Para muchos tratadistas del tema, la superioridad del ejército alemán que ocasiona la derrota no es más que el desencadenante próximo de una descomposición general que se había adueñado de todos los ámbitos de la sociedad francesa. Para los partidarios de una explicación social o histórica este éxodo masivo podría significar una vuelta del pueblo francés hacia sus orígenes, en un claro repudio de las estructuras industriales superpuestas al verdadero país. Esta comunión de los franceses con la tierra la describe Giraudous cuando se refiere a la abdicación de cada francés a favor de otro, de cada provincia a favor de otra, y todo ello produciéndose en medio de ese pueblo en marcha, menos por el miedo a la invasión que por el cumplimiento de un destino.

La realidad es bien simple, miedo, un miedo real y efectivo. Ordenes administrativas, o esta bella idea de utópica búsqueda de un solar histórico, entre el 15 de mayo y el 20 de junio, entre 6 y 8 millones de franceses se lanzaron a las carreteras, lo que vino a dificultar las operaciones militares de un ejército ya derrotado. El saldo final es; pillaje sobre las propiedades abandonadas por los exiliados y millares de niños perdidos. En aquellos días un viento de locura sopló por toda Francia.

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