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Inteligencia social

La capacidad de optimizar nuestro entorno
Francisco J. Caparrós
lunes, 11 de mayo de 2015, 23:03 h (CET)
Nadie puede afirmar de manera tajante encontrarse completamente a resguardo de imponderables que desbaraten su equilibrio estructural. Esa posibilidad, por pequeña que sea, debería ser motivo suficiente como para actuar cuanto antes de detonante para el cambio de mentalidad, sobre todo en aquellas conciencias que no han logrado todavía superar el temperamento egoísta que determinados individuos vienen arrastrando desde tiempo inmemorial, impreso en sus genes y como manifestación expresa de un instinto de supervivencia exacerbado.

La realidad es la que es, y no la que nuestro fuero interno intenta elevar por encima de ella sin ningún éxito. Cuanto antes nos demos cuenta de eso, mejor será para el proceso de superación y cambio que todo ser humano debe elaborar, primero consigo mismo y después con el mundo que le rodea. Por eso, comprender que las sociedades avanzadas sólo son posibles en franca colaboración de todos y cada uno de los miembros que la forman, es primordial si queremos avanzar en ese sentido.

Ahora bien, si lo que buscamos conseguir es una sociedad anacrónica, basada en la superioridad de las vetustas oligarquías por encima de las clases sociales menos favorecidas, lo tenemos muy sencillo: España, después de todo, se halla históricamente asentada sobre unas bases que nos aproximan cualitativa y cuantitativamente más a nuestros socios del Sur de Europa que a los del Norte. Y eso, no seré yo quien lo niegue, resulta difícil de superar; aunque no imposible.

La crisis económica sufrida en nuestro país no se traduce sólo en incertidumbre y paroxismo, sino en algo mucho más grave. Sobre todo con valores de pandereta y pantomima como los que todavía permanecen latentes en la sociedad patria. De este modo, mal podremos recuperar todo aquello que nos es debido.

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Tres campos sociales se erigen desde hace tiempo como los nichos o abrevaderos fundamentales de los que se nutren de materia prima los principales medios de comunicación para producir noticias sin parar con el propósito finalista de distorsionar y manipular la realidad creando así un espectáculo permanente de fruslerías que provoquen asombro o escándalo en las personas cautivas de consumo mediático.

"No vamos a romper la estabilidad para ponernos en manos de PP y Vox, la peor oposición que ha tenido nuestro país", dijo el presidente en su comparecencia ante los medios. ¿Se habrá escuchado la barbaridad que ha soltado? ¿Se puede ser más antidemocrático que este nefasto personaje chulesco y engreído? Él puede pactar con proetarras, independentistas y bandoleros golpistas, pero los demás han de pactar sólo con quien él diga.

Frente a los prudentes, los fatuos se envalentonan. Es el problema de los que miden sus actos y contienen sus lenguas. El obispo de Madrid, Enrique Tarancón, lo dijo varias veces: el exceso de prudencia es una imprudencia. ¿Cuál es la imprudencia? Que demos pábulo a toda una serie de cosas que son, hablando “prudentemente”, impresentables.

 
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