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Cuenca reúne a las principales misiones españolas que excavan en Egipto

Un Jubileo faraónico

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Durante cuatro días la Egiptología, una de las disciplinas “cenicienta” de la universidad española, ha estado representada al más alto nivel en el V Congreso Ibérico de Egiptología, celebrado en Cuenca esta semana.

El evento, auspiciado por la Universidad de Castilla-La Mancha, ha sido desarrollado gracias al esfuerzo personal y la iniciativa de los profesores Antonio Pérez Largacha e Inmaculada Vivas, que contribuyeron de manera decisiva a su éxito con una minuciosa y casi cronométrica organización y coordinación de las múltiples ponencias y presentaciones que se desarrollaron en jornadas de más de nueve horas cada una.

Ese anticipo de la primavera que hemos disfrutado durante los últimos días ha dispersado, una vez acabadas las sesiones diarias, a los corrillos de egiptólogos, arqueólogos y estudiantes congresistas por los más diversos lugares de la ciudad de las Casas Colgadas, donde no era infrecuente escuchar conversaciones sobre momias, sarcófagos, textos oscuros, cronologías, necrópolis… en una terraza de la Plaza Mayor, junto a la catedral o ante un vino con tapa de morteruelo en cualquiera de las tabernas de la calle de San Francisco.

Ya no es tan cierto aquello de que “ser egiptólogo en España resulta tan complicado como ser torero en Finlandia” pero aún así hasta el presente nuestro país se ha caracterizado por no tener estudios reglamentados de Egiptología ni cátedras correspondientes dentro de la enseñanza oficial y, por lo tanto, todos los españoles que son titulares de excavaciones en el País de las Dos Tierras han tenido que formarse en el extranjero. Una verdadera pena; una carencia con la que ningún gobierno, sea del signo político que fuere, ha decidido de una vez acabar. Por no hablar de las casi inexistentes ayudas estatales a la investigación…

El Congreso de Cuenca no sólo ha servido para actualizar el conocimiento de las últimas campañas de yacimientos “clásicos”, como el de Heracleópolis Magna o el de Oxirrinco, junto con el de otros algo más recientes aunque ya veteranos, como el llamado proyecto Djehuty (Dra Abu el Naga), la del templo “de millones de años” de Tutmosis III, o el Dos Cero Nueve, sino de otras excavaciones realmente novedosas como la del Qubbet el-Hawa (Asuán) o el de las tumbas de Min y Kamp en Luxor.

Y como no podía faltar en un “congreso ibérico”, la presencia de representantes de Portugal y Latinoamérica sólo contribuyó a dar lustre a un encuentro en el que no faltó ninguno de los equipos españoles que de verdad dedican todos sus esfuerzos a realizar estudios científicos sobre el Antiguo Egipto y a procurar la restauración y conservación de lugares que son patrimonio de la Humanidad.

Habrá que esperar cuatro años hasta el próximo congreso. Ha comenzado ya la cuenta atrás y en ese tiempo nadie duda que van a producirse grandes avances y, cómo no tratándose de Ta Mery, más de una sorpresa.

Un Jubileo faraónico

Cuenca reúne a las principales misiones españolas que excavan en Egipto
Luis del Palacio
sábado, 14 de marzo de 2015, 04:22 h (CET)
Durante cuatro días la Egiptología, una de las disciplinas “cenicienta” de la universidad española, ha estado representada al más alto nivel en el V Congreso Ibérico de Egiptología, celebrado en Cuenca esta semana.

El evento, auspiciado por la Universidad de Castilla-La Mancha, ha sido desarrollado gracias al esfuerzo personal y la iniciativa de los profesores Antonio Pérez Largacha e Inmaculada Vivas, que contribuyeron de manera decisiva a su éxito con una minuciosa y casi cronométrica organización y coordinación de las múltiples ponencias y presentaciones que se desarrollaron en jornadas de más de nueve horas cada una.

Ese anticipo de la primavera que hemos disfrutado durante los últimos días ha dispersado, una vez acabadas las sesiones diarias, a los corrillos de egiptólogos, arqueólogos y estudiantes congresistas por los más diversos lugares de la ciudad de las Casas Colgadas, donde no era infrecuente escuchar conversaciones sobre momias, sarcófagos, textos oscuros, cronologías, necrópolis… en una terraza de la Plaza Mayor, junto a la catedral o ante un vino con tapa de morteruelo en cualquiera de las tabernas de la calle de San Francisco.

Ya no es tan cierto aquello de que “ser egiptólogo en España resulta tan complicado como ser torero en Finlandia” pero aún así hasta el presente nuestro país se ha caracterizado por no tener estudios reglamentados de Egiptología ni cátedras correspondientes dentro de la enseñanza oficial y, por lo tanto, todos los españoles que son titulares de excavaciones en el País de las Dos Tierras han tenido que formarse en el extranjero. Una verdadera pena; una carencia con la que ningún gobierno, sea del signo político que fuere, ha decidido de una vez acabar. Por no hablar de las casi inexistentes ayudas estatales a la investigación…

El Congreso de Cuenca no sólo ha servido para actualizar el conocimiento de las últimas campañas de yacimientos “clásicos”, como el de Heracleópolis Magna o el de Oxirrinco, junto con el de otros algo más recientes aunque ya veteranos, como el llamado proyecto Djehuty (Dra Abu el Naga), la del templo “de millones de años” de Tutmosis III, o el Dos Cero Nueve, sino de otras excavaciones realmente novedosas como la del Qubbet el-Hawa (Asuán) o el de las tumbas de Min y Kamp en Luxor.

Y como no podía faltar en un “congreso ibérico”, la presencia de representantes de Portugal y Latinoamérica sólo contribuyó a dar lustre a un encuentro en el que no faltó ninguno de los equipos españoles que de verdad dedican todos sus esfuerzos a realizar estudios científicos sobre el Antiguo Egipto y a procurar la restauración y conservación de lugares que son patrimonio de la Humanidad.

Habrá que esperar cuatro años hasta el próximo congreso. Ha comenzado ya la cuenta atrás y en ese tiempo nadie duda que van a producirse grandes avances y, cómo no tratándose de Ta Mery, más de una sorpresa.

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