No creo que le sorprenda a nadie decir que el Deportivo no está en su mejor momento, y que el mejor, o al menos el más caro, de los fichajes que puede hacer en una temporada no sobrepasa los 3 millones de euros. Algo que antes no daba ni para las migajas de un segundón. Pero, y sin reincidir demasiado en lo mismo, estos son claramente otros tiempos para el club gallego.

Este es precisamente el caso de Iván Sánchez “Riki”, el fichaje “estrella”
del equipo esta temporada. El madrileño llegaba a la ciudad coruñesa con el aval de haberlo hecho extraordinariamente bien en el Getafe, tanto de la mano de Schuster como a las ordenes de Quique Sánchez Flores. Pero este año tan solo ha marcado un gol, y las expectativas puestas sobre el no se están cumpliendo. Así, muchos sectores de la afición blanquiazul ya no le perdonan sus fallos, e incluso lo están comenzando a comparar con el Tristán de la época más decadente (la misma versión de Tristán que ahora se arrastra por Mallorca). Aunque resulte una comparación injusta, la afición, como se dice en estos casos, suele ser la más sabia. Aunque no la más justa.

Pero quien haya visto jugar a Riki al menos dos o tres partidos sabrá que el delantero se deja el alma en cada encuentro. Lucha como el que más en pos de conseguir el ansiado gol. La gracia que no todos los goleadores consiguen con extrema facilidad, como si lo hacen figuras como Samuel Eto’o o David Villa. Pero cuando se junta la mala suerte, o mala puntería, con la ansiedad por conseguir anotar, la mezcla resulta explosiva y nada recomendable. De momento solo le resta seguir trabajando, y luchando, como rezaría el mayor topicazo o la expresión más manida del mister Caparrós.

El gol de Adrián López en el Camp Nou la semana pasada avivó el debate sobre quien debería comandar el ataque del club. La titularidad de Iván Riki está claramente en entredicho y el partido de este domingo ante el colista Nástic puede relegarlo a una suplencia que podría tumbar la frágil moral del madrileño.