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A la espera de que este enero y su ciclogénesis explosiva se vayan
con viento fresco, una buena y grata noticia ha sorprendido mi tediosa
existencia.
Resulta que en el pequeño pueblo de Borgo San Dalmazzo, situado
en el norte de Italia, el sacerdote Claudio Cavallo de 50 años de edad ha
celebrado su misa dominical, convertida en auténtica eucaristía cuando al
final de la misma y antes de que sus parroquianos iniciaran el camino hacia
su casa, les ha comunicado la última nueva que se puede resumir, más o
menos, en los siguiente: “Os tengo que comunicar que mañana dejo la
sotana porque en marzo voy a ser padre de una hermosa criatura y voy a
casarme para formar una familia. Que Dios os bendiga.”
Los feligreses tardaron un instante para romper en un grandioso
aplauso ante la noticia de su párroco al que tenían por un hombre de bien, y
ahora por un auténtico santo.
Claudio rompió a llorar de alegría ante la comunidad que festejaba
su acción; intentó aclarar que había hablado con las autoridades jerárquicas
para comunicarles la noticia, y que estas la habían acogido con serenidad y
alegría.
La madre de la futura criatura es una feligresa de 47 años de edad de
la que el sacerdote -anteriormente misionero durante diez años- se enamoró
y ya saben ustedes, si es que alguna vez han saboreado ese milagro, que el
amor no tiene cura gracias a Dios.
El bueno de don Claudio ha prometido seguir trabajando, desde su
nuevo estado, por el bien de los hermanos en los que durante años creyó,
ayudó y dio los mejores años de su vida por esos lugares de Italia y por
otros más inhóspitos.
Ante el año electoral que se avecina algún posible lector pudiera
pensar, tal vez con muchísima razón, que a qué viene ahora este rollo de
sacerdote, matrimonio e hijo o hija en el norte de Italia; y ahora que estoy
llegando al final de este “copo”, también yo me lo estoy preguntando, pero
es que es tan difícil que hoy alguien diga la verdad y predique el amor con
su vida que he sentido el impulso de comunicarlo; más todavía cuando don
Claudio Cavallo se despidió de sus feligreses diciéndoles: “Solamente el
amor construye una vida y la hace auténtica”.
Enhorabuena, don Claudio.
El pasado domingo una manifestación recorría las calles de Bétera para acabar con la tauromaquia, ese cerril negocio mantenido con indecentes cantidades de dinero público y consistente en la tortura, violencia y humillación pública contra las víctimas, unos animales indefensos que sufren por la diversión de una minoría de la sociedad y son posteriormente ejecutados en privado.
Después de algunos incidentes entre vuestro país y Argentina, del que todavía unos cuantos educados no salimos del asombro, luego de la pobreza que supieron conseguir políticos irresponsables y negadores, de “poca calle”, de funcionarios desleídos, aunque conocedores de las marcas más prestigiosas, me he puesto a pensar cómo hacen nuestros expertos en turismo para continuar estimulando a visitar Argentina, a conocer Buenos Aires.
En el capítulo 2, versículo 5 del Génesis, podemos leer las palabras con las que la serpiente (Satán) hizo que Eva comiese de la fruta prohibida y le hiciese consumir también a Adán: "Eritis sicut dii scientes bonum et malum" ("Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal"), pero, aparte de conocer el bien y el mal, conseguirían, siendo como dioses, al igual que Dios, el don de la inmortalidad.
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