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Un poema de Francisco Castro Guerra

Noche de otoño

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Como insectos libando en carne aún tibia, siento las primeras gotas de octubre en mí.

En los adoquines sembrados de detritos

que resbalan arrastradas por el otoño,

en las caras que corren a guarecerse

con más cobardía que precaución,

en la ciudad entera, se siente el cambio.

El estío ya calló y su recompensa de sangre

emana vapores en añejos cilindros de roble;

hay un ocre detrás de esas nubes ya vacías,

es el crepúsculo y su áureo cortinaje de vida.

Porque el otoño es solo eso: Vida regresando,

Vida que retorna a los bosques yermos,

a los suelos baldíos y famélicos,

deseosos de hojarasca renovada y crujiente.

Las gotas frías de esta tarde ya son mi piel,

ya forman parte de mi esencia que resurge

deseosa de ser otoño y hojarasca en el suelo.

La tarde ya se ha escondido en la noche

y su negro hogar acoge al huérfano que soy.

Nazco en la noche porque la noche soy yo.

Noche de otoño

Un poema de Francisco Castro Guerra
Francisco Castro Guerra
viernes, 16 de octubre de 2020, 11:00 h (CET)

Como insectos libando en carne aún tibia, siento las primeras gotas de octubre en mí.

En los adoquines sembrados de detritos

que resbalan arrastradas por el otoño,

en las caras que corren a guarecerse

con más cobardía que precaución,

en la ciudad entera, se siente el cambio.

El estío ya calló y su recompensa de sangre

emana vapores en añejos cilindros de roble;

hay un ocre detrás de esas nubes ya vacías,

es el crepúsculo y su áureo cortinaje de vida.

Porque el otoño es solo eso: Vida regresando,

Vida que retorna a los bosques yermos,

a los suelos baldíos y famélicos,

deseosos de hojarasca renovada y crujiente.

Las gotas frías de esta tarde ya son mi piel,

ya forman parte de mi esencia que resurge

deseosa de ser otoño y hojarasca en el suelo.

La tarde ya se ha escondido en la noche

y su negro hogar acoge al huérfano que soy.

Nazco en la noche porque la noche soy yo.

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