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Europa se recupera a duras penas del último zarpazo islamista

Tras la resaca

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Las constantes meteduras de pata de los políticos, no sólo nos hacen desconfiar de ellos –eso sería lo de menos- si no que nos llevan a preguntarnos sobre la propia operatividad del sistema. Trataré de explicarme con cuatro ejemplos de los últimos días.

Los terribles sucesos ocurridos en París la semana pasada han puesto sobre el tapete, una vez más, lo regular que funcionan los servicios de inteligencia y seguridad cuando el enemigo que tenemos en casa decide atacar. Casi una veintena de muertos, en tres acciones de guerrilla sucesivas, son un saldo tan lamentable para cualquier ministro del Interior, que habría cabido esperar la dimisión del responsable de ese departamento en el gobierno de Hollande, pero que se sepa ello no ha ocurrido ni va a ocurrir. La multitudinaria manifestación del pasado domingo contó en su cabecera, cómo no, con la presencia de los principales líderes europeos y bastantes de otros lugares del mundo donde el respeto a la libertad de expresión (cosa que, en teoría, venían a defender) es más que cuestionable o inexistente. Ese “rendezvous a Paris” era inevitable y, sin embargo, el gobierno francés cometió dos torpezas antológicas: la primera fue la de “aconsejar” al premier israelí, Benjamin Netanyahu, que no asistiera a la manifestación, aduciendo problemas de seguridad, a pesar de que cuatro miembros de la comunidad judía habían sido asesinados por un yihadista en el supermercado de productos cocher tres días antes. La segunda fue propiciar que la líder del radical Frente Nacional, Marie Le Pen, que representa nos guste o no al 25% del electorado francés, no estuviera presente, para lo que se adujeron razones tan peregrinas como la de que su ideario es xenófobo y predica la islamofobia. Netanyahu estuvo presente a pesar de “tan sabios consejos” y a Le Pen le dieron la ocasión de desligarse todavía más de la política oficial; cosa que no la arrumba ni la condena al ostracismo, como se pretendía, sino que contribuye a que su voz independiente enganche todavía más a indecisos y descontentos con la errática política de Hollande y la UE en este y otros temas.

El segundo despropósito lo protagonizó el primer ministro británico, David Cameron, nada más volver a Londres ¿Cómo es posible que un político responsable proponga establecer una censura en las comunicaciones que incluya la prohibición del sistema de mensajes telefónicos conocido como “whatsApp”? Resulta increible cómo Gran Bretaña, desde la era Thatcher, ha pasado de ser la gran defensora de las libertades cívicas a convertirse en la representante para Europa de Gran Hermano.

Tercera metedura de pata de un líder europeo: Entre el buenismo huero, la no menos vacía “corrección política” y una considerable dosis de ese sentimiento de culpa que aún aqueja a una parte del pueblo alemán, la canciller Merkel consideró oportuno hacer una especie de “contramanifestación” para expresar su rechazo a las muy nutridas concentraciones callejeras que se han producido en los últimos días en muchas ciudades del país, en las que se corearon eslóganes como “Alemania para los alemanes”, “Fuera musulmanes de la República Federal”, “Defendamos los valores de nuestra cultura frente a la yihad” etc. ¿Qué ha pasado entonces? Pues lo habitual en estos casos extremos: la masa –término que no tiene que ser peyorativo, porque simplemente expresa una realidad- nunca es sutil ni tiene corrección política alguna y tiende siempre a hacer tabla rasa. La “opinión pública” es siempre una opinión relativa, puesto que puede manipularse con facilidad en un sentido o en otro. Es cierto que caer en la islamofobia, en un nuevo apartheid, sería una injusticia, pero no lo es menos que existe un lamentable pretexto para ello: el miedo. Un miedo bastante explicable que los gobernantes europeos parecen no saber conjurar.

Y Rajoy, como cuarto ejemplo de “metepatas”, no podía faltar: con ese complejo de inferioridad que ha caracterizado a nuestros primeros ministros (con la excepción de Calvo-Sotelo y Felipe González) no podía quedarse atrás. Igualando o superando a Cameron en su boutade, no se le ocurre otra cosa que sugerir una ley que penalice la consulta de páginas web yihadistas (!)

Está claro que con los atentados de París las libertades individuales se van aver mermadas un poco más. Los habituales de los aeropuertos tendremos que soportar la humillación de que el agente de seguridad de turno conozca mucho mejor nuestros contornos anatómicos que nuestro médico de cabecera o el radiólogo. El que tenga “cara de árabe”, ya sabe a lo que se expone (Y si además tiene barba, no digamos) En fin, medidas que equivalen a privarle al loro de su chocolate, pero que muy poco solucionan.

Y termino con un apunte paleontológico:

Parece que un tipo de dinosaurio -el estegosaurus- era enorme pero de escasa inteligencia. Y tenía dos cerebros: uno controlaba los movimientos de la cola (y no voy a indicar cerca de dónde se encuentra esta en los vertebrados) y el otro lo hacía con la extremidades delanteras. O sea, algo que recuerda mucho a Europa: un mamotreto con su tórpido y minúsculo cerebro en Bruselas y veintiocho cerebritos de diverso tamaño arrastrando a duras penas cada pata.

No es difícil prever su pronta extinción.

Tras la resaca

Europa se recupera a duras penas del último zarpazo islamista
Luis del Palacio
viernes, 16 de enero de 2015, 07:56 h (CET)
Las constantes meteduras de pata de los políticos, no sólo nos hacen desconfiar de ellos –eso sería lo de menos- si no que nos llevan a preguntarnos sobre la propia operatividad del sistema. Trataré de explicarme con cuatro ejemplos de los últimos días.

Los terribles sucesos ocurridos en París la semana pasada han puesto sobre el tapete, una vez más, lo regular que funcionan los servicios de inteligencia y seguridad cuando el enemigo que tenemos en casa decide atacar. Casi una veintena de muertos, en tres acciones de guerrilla sucesivas, son un saldo tan lamentable para cualquier ministro del Interior, que habría cabido esperar la dimisión del responsable de ese departamento en el gobierno de Hollande, pero que se sepa ello no ha ocurrido ni va a ocurrir. La multitudinaria manifestación del pasado domingo contó en su cabecera, cómo no, con la presencia de los principales líderes europeos y bastantes de otros lugares del mundo donde el respeto a la libertad de expresión (cosa que, en teoría, venían a defender) es más que cuestionable o inexistente. Ese “rendezvous a Paris” era inevitable y, sin embargo, el gobierno francés cometió dos torpezas antológicas: la primera fue la de “aconsejar” al premier israelí, Benjamin Netanyahu, que no asistiera a la manifestación, aduciendo problemas de seguridad, a pesar de que cuatro miembros de la comunidad judía habían sido asesinados por un yihadista en el supermercado de productos cocher tres días antes. La segunda fue propiciar que la líder del radical Frente Nacional, Marie Le Pen, que representa nos guste o no al 25% del electorado francés, no estuviera presente, para lo que se adujeron razones tan peregrinas como la de que su ideario es xenófobo y predica la islamofobia. Netanyahu estuvo presente a pesar de “tan sabios consejos” y a Le Pen le dieron la ocasión de desligarse todavía más de la política oficial; cosa que no la arrumba ni la condena al ostracismo, como se pretendía, sino que contribuye a que su voz independiente enganche todavía más a indecisos y descontentos con la errática política de Hollande y la UE en este y otros temas.

El segundo despropósito lo protagonizó el primer ministro británico, David Cameron, nada más volver a Londres ¿Cómo es posible que un político responsable proponga establecer una censura en las comunicaciones que incluya la prohibición del sistema de mensajes telefónicos conocido como “whatsApp”? Resulta increible cómo Gran Bretaña, desde la era Thatcher, ha pasado de ser la gran defensora de las libertades cívicas a convertirse en la representante para Europa de Gran Hermano.

Tercera metedura de pata de un líder europeo: Entre el buenismo huero, la no menos vacía “corrección política” y una considerable dosis de ese sentimiento de culpa que aún aqueja a una parte del pueblo alemán, la canciller Merkel consideró oportuno hacer una especie de “contramanifestación” para expresar su rechazo a las muy nutridas concentraciones callejeras que se han producido en los últimos días en muchas ciudades del país, en las que se corearon eslóganes como “Alemania para los alemanes”, “Fuera musulmanes de la República Federal”, “Defendamos los valores de nuestra cultura frente a la yihad” etc. ¿Qué ha pasado entonces? Pues lo habitual en estos casos extremos: la masa –término que no tiene que ser peyorativo, porque simplemente expresa una realidad- nunca es sutil ni tiene corrección política alguna y tiende siempre a hacer tabla rasa. La “opinión pública” es siempre una opinión relativa, puesto que puede manipularse con facilidad en un sentido o en otro. Es cierto que caer en la islamofobia, en un nuevo apartheid, sería una injusticia, pero no lo es menos que existe un lamentable pretexto para ello: el miedo. Un miedo bastante explicable que los gobernantes europeos parecen no saber conjurar.

Y Rajoy, como cuarto ejemplo de “metepatas”, no podía faltar: con ese complejo de inferioridad que ha caracterizado a nuestros primeros ministros (con la excepción de Calvo-Sotelo y Felipe González) no podía quedarse atrás. Igualando o superando a Cameron en su boutade, no se le ocurre otra cosa que sugerir una ley que penalice la consulta de páginas web yihadistas (!)

Está claro que con los atentados de París las libertades individuales se van aver mermadas un poco más. Los habituales de los aeropuertos tendremos que soportar la humillación de que el agente de seguridad de turno conozca mucho mejor nuestros contornos anatómicos que nuestro médico de cabecera o el radiólogo. El que tenga “cara de árabe”, ya sabe a lo que se expone (Y si además tiene barba, no digamos) En fin, medidas que equivalen a privarle al loro de su chocolate, pero que muy poco solucionan.

Y termino con un apunte paleontológico:

Parece que un tipo de dinosaurio -el estegosaurus- era enorme pero de escasa inteligencia. Y tenía dos cerebros: uno controlaba los movimientos de la cola (y no voy a indicar cerca de dónde se encuentra esta en los vertebrados) y el otro lo hacía con la extremidades delanteras. O sea, algo que recuerda mucho a Europa: un mamotreto con su tórpido y minúsculo cerebro en Bruselas y veintiocho cerebritos de diverso tamaño arrastrando a duras penas cada pata.

No es difícil prever su pronta extinción.

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