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Juego sucio de Mas y Junqueras

Invocan a cada momento el interés “del pais” y después se descubre que el interés es suyo o de su partido
Wifredo Espina
lunes, 22 de diciembre de 2014, 08:22 h (CET)
Su objetivo independentista es legítimo, pero su juego político en torno a este objetivo es bastante sucio, en el sentido de partidista y tramposo.

Invocan a cada momento el interés “del pais” y después se descubre que el interés es suyo o de su partido. Uno y otro quieren mandar, pero como decirlo así no queda bien, lo visten de retórica y estrategia.

No juegan limpio de cara a los ciudadanos catalanes, ni entre ellos mismos.

Ninguno de ellos, ni los dos juntos, están legitimados para hablar en nombre del pais, de todo el país. Ni en base a las elecciones pasadas ni apoyándose en las encuestas. Ni las urnas, hasta ahora, han dado una gran mayoría al independentismo, y menos aun las encuestas más solventes.

Aun todo es deseo y movilización de muchos, muchísimos, pero no llegan a la mitad de la población. Esto no autoriza a hablar en nombre de todo el país. Hacerlo no es leal con el propio pais, del que orgullosamente se sienten redentores.

Dejemos a parte la deslealtad con el Estado de derecho vigente, ¡que ya es dejar!. Se presentan como líderes de un deseo ciudadano general, cuando lo más que puede decirse es que está bastante generalizado. Pero la ciudadanía es más amplia y ésta no se ha expresado. No se puede, pués, usurpar su representatividad. Cuando lo haga -se exprese de forma libre, clara y muy mayoritaria- estaremos en otro escenario.

Mientras, en nombre de este fuerte y amplio deseo-ficción, juegan a liderar a toda la ciudadanía. Incluso a repartirse un futurible poder. Y, además de confundir y engañar al país -¡que tanto quieren!- , se hacen trampas entre ellos. Artur Mas quiere ir hacia la independencia a través de un extraño proceso electoral con una “lista única” de los partidos soberanistas, que disimularía su fracaso y le mantendría en el poder, que es lo que importa.

Junqueras quiere que cada partido presente su propia lista, lo cual es más integrador de la diversidad social catalana, reivindicando cada una la independencia en su programa. Sabe que esto le daría ventaja para llegar al poder, pues su partido, ERC, podría quedar primero, ya que en la campaña, además de poner el acento en lo social, en contra de los recortes de Mas, se demarcaría del fracaso gubernamental de CiU y de sus escandalosos casos de corrupción.

Estamos, por tanto, ante una confrontación partidista y personal. Aunque pretendan disimularlo en un genérico común “interés de pais”. Una política de bajos vuelos, estratégica, desleal con la ciudadanía y entre ellos. No es de extrañar, por tanto, que sondeos recientes apunten un deshinchamiento del fervor separatista en algunos ámbitos más tibios.

Y es que este proceso de juego poco limpio y de deslealtades múltiples no es el mejor camino para llegar a hacer realidad el legítimo deseo, más o menos generalizado, de la independencia de Catalunya.

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Desde este pequeño atril de papel digital y con el permiso de los lectores presento una columna que puede producir dudas, pero también certezas. Siempre escribo con ilusión, como hace décadas se escribía con un lápiz mordido ahora convertido en lápiz digital y que intenta subrayar los ojos de los dispositivos para reflexionar.

El 25 de abril escribí y publiqué un artículo sobre el fallecimiento del papa Francisco, otro tanto hice el 2 de Mayo sobre la preparación del cónclave para la elección del nuevo papa que se celebró el 7 de mayo, y concluyó con la elección de León XIV. Por lo tanto era obligado cerrar esta trilogía, con quien ahora le corresponde gobernar la Barca de Pedro.

El nuevo papa forma parte de la congregación de los agustinos, una orden muy antigua de la iglesia católica que se inspira en la filosofía y la ética de San Agustín de Hipona, un religioso africano, seguramente berebere y casi con seguridad portador de rasgos físicos muy diferentes de aquellos con los que lo ha inmortalizado con el curso del tiempo la institucionalidad de Roma.

 
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