El director norteamericano sigue decidido en hacernos olvidar que un día fue actor. Con su nueva cinta, desde la butaca de jefe, busca nuevos premios y reconocimiento para una película atrevida. Nadie había hablado antes de los mayas. Y nadie hubiera osado a hacerlo con tanta sangre. El resultado: bello aunque sangriento.
Mel Gibson quiere asombrar de nuevo al público. La primera sorpresa positiva fue Braveheart. Muchos Oscars para una fábula épica de amor, guerra e historia. Después, La Pasión de Cristo, en latín, hebreo y arameo. La gran historia cristiana, de sobra conocida, fue narrada con el mayor realismo posible. Precisamente, ese realismo exacerbado (convertido en naturalismo puro) se muda al celuloide de Apocalypto, otra película con gran dosis de historia, fuerza visual, lengua maya y plétoras de sangre. Pero cuidado, aquí la documentación le ha fallado al actor/director/productor neoyorquino. Abultadísimo presupuesto, muchos actores y figurantes, grandes escenarios y recreaciones, pero aparece Colón y el espectador siente que se han mezclado fechas.
Dejando sorpresas y dudas históricas a un lado, Apocalypto es una película tan grande como su título. Ya era hora de que alguien habla de las civilizaciones precolombinas. La América “pre-descubrimiento” tiene mucha historia y los guionistas se empeñan en olvidarla u ocultarla, haciendo remakes de cuentos. En este sentido, hay que agradecerle a Gibson su atrevimiento, osadía o presunción (allá cada uno).
Con esta premisa, el resultado gana puntos. La película tiene un guión escaso en líneas, pero bello en musicalidad. El maya suena bien en Dolby y el espectador no pierde el hilo de la historia a pesar de los subtítulos. Precisamente, Gibson se ha encargado de escribir esas líneas junto al debutante en cine, Farhad Safinia. La tarea espinosa fue para los actores, que tenían que hablarlo. Todos son desconocidos (la prensa se ha empeñado en remarcarlo). Pero hablan maya como los del Yucatán de hoy y añaden realismo a las imágenes. De hecho, si Gibson hubiera contratado a actores conocidos, Apocalypto hubiera sido poco creíble, menos realista y algo irrisoria.
Hablando del reparto hay que citar a Rudy Youngblood, que interpreta a Garra de Jaguar. Desde los primeros minutos, se ve que el joven llevará la carga de la película. Así es porque, durante 139 minutos, ama, llora, sufre, sangra, sueña, caza, corre, nada y salta al vacío desde unas cataratas salvajes. Pocos actores han hecho tantas cosas en la misma película sin doble que le sustituya. Rudy se ha atrevido con peluca, piercings y poca ropa, alejándose unos metros del anonimato. Afirma que le costó aprender maya (quién lo diría), que en la audición no sabía que optaba al papel protagonista (quizá fue mejor así, la humildad hace más grande a los actores), y que le ayudó su conocimiento en bailes nativos americanos. Está muy correcto, creíble y apropiado. Sus compañeros merecen los mismos elogios, aunque sus nombres no nos remitan a ningún rostro conocido: Dalia Hernández, Morris Birdyellowhead, Israel Contreras, María Isabel Día o Carlos Emilio Báez… En cambio, sí es popular e ilustre el autor de la partitura musical. James Horner colorea la caída de la civilización maya, en su segunda colaboración con Mel Gibson, después de Braveheart. El célebre compositor de Troya, Titanic, Una mente maravillosa o Apolo 13, sumerge al espectador en la selva virgen. El espectáculo acaba de comenzar, aunque quizá le sobre color rojo…
FICHA TÉCNICA:
- Apocalypto: 4 estrellas.
- 139 minutos. Maya. Color.
- Dirección: Mel Gibson.
- Intérpretes: Rudy Youngblood, Dalia Hernández, Morris Birdyellowhead, Israel Contreras, María Isabel Día o Carlos Emilio Báez
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