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¡La OTAN se rinde! ¡Larga vida a la victoria talibán!

Escribo ese título medio en broma, por supuesto, pero traslada una idea grave.
Michael Rubin
lunes, 3 de noviembre de 2014, 08:25 h (CET)
Los talibanes - parte de nuestras negociaciones, segœn la administración Obama - tuvieron esto que decir:

¡Por fin, los invasores se repliegan para abandonar la provincia de Helmand! Hay que decir que gracias primero a la extraordinaria ayuda de Alá el Todopoderoso y a los inmensos sacrificios de la nación afgana muyahidín, los invasores abandonaron su Gran Base Militar del Bastión de Helmand el domingo, 26 de octubre de 2014. Sin duda, los atentados m‡s sangrientos de los muyahidines durante los 13 œltimos años obligaron al enemigo invasor a marcharse. Las estadísticas oficiales del enemigo sitúan las bajas británicas en 500 efectivos regulares, aunque la cifra real de muertos es superior a la cifra oficial. Son las cifras de pérdidas personales que lamentar; la cifra de soldados mutilados alcanza las decenas de miles de efectivos. Oramos para que Alá el Todopoderoso expulse a los restantes invasores de nuestro bendito suelo, para que el pueblo afgano lleve una vida pacífica, honrosa y próspera al amparo de un sistema islámico dentro de una atmósfera de libertades.

Pueden parecer tontadas rimbombantes en Londres o Washington, pero el hecho es que los talibanes est‡n allí, y la OTAN no. Nuestros aliados de la OTAN y nosotros nos retiramos de Afganistán segœn un calendario arbitrario y político. Y fiel a las viejas costumbres, la administración va a promocionar la retirada como una victoria, victoria en la que Estados Unidos habría logrado nuestra misión. Puñetas, hicimos más de lo mismo en v’speras de nuestra retirada de Irak, y las consecuencias eran previsibles.

No se lleve a error: Estados Unidos y sus aliados no han ganado en Afganistán. Muy al contrario, hemos desistido en el œltimo momento, permitiendo que los talibanes resuciten de una manera que el mulá Omar no habría soñado nunca. Igual que olvidamos la tesitura de los vietnamitas, los haitianos, los kosovares y los iraquíes que dejamos atrás, también olvidaremos Afganistán. Los políticos estadounidenses se dedicarán a los asuntos internos al tiempo que los dem‡s estadounidenses vuelven a su burbuja del colorín y los debates de las œltimas fotografías de famosos desnudos filtradas. Mientras tanto, dejamos un trabajo a medio terminar, una tragedia no sólo para el pueblo afgano (y las mujeres y las minorías afganas en especial), sino también para la seguridad nacional de América. Dar pábulo a los terroristas y los islamistas radicales no protege la libertad y la seguridad; su caída sí. Y si nuestros enemigos pueden declarar la victoria de forma tan descarada, entonces es que se trata de un indicador garantizado de que los emperadores de las relaciones pœblicas en Washington van desnudos. La realidad siempre se impone a la retórica, y el contenido siempre adelantará al simbolismo.

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