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Entrevista al escritor Luis Castellanos

​Conociendo a … Luis Castellanos

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Breve Presentación 

Luis Castellanos es filósofo, emprendedor, conferenciante y pionero a nivel mundial en la investigación del lenguaje positivo como herramienta innovadora en el devenir del progreso humano.

Instructor en comunicación consciente y creativa para el éxito y la transformación de las personas y las organizaciones, con la finalidad de actuar con integridad y autenticidad en la construcción de un mundo mejor.


A través del sello editorial Paidós, tiene tres libros en el mercado, con los que nos invita a tomar conciencia de cómo y qué palabras empleamos para construir entre todos un lenguaje amable, compasivo y cálido: “La ciencia del lenguaje positivo” (2016), “Educar en lenguaje positivo” (2017), “El lenguaje de la felicidad” (2019).

Entrevista


Luis, son innumerables las referencias que hace al concepto palabras habitadas, y de hecho su nick en Twitter es @palabrahabitada, ¿En realidad en qué consisten estas palabras habitadas?, ¿De qué modo tenemos que desahuciar aquellas otras que no nos resulten beneficiosas para nuestro desarrollo personal?

Las palabras habitadas es el concepto clave de mi historia con la filosofía y de lo que soy. Para mí las palabras habitadas son aquellas que tienen rostro, son con las que me he descubierto con la voz máss auténtica. Hacerlas habitables en realidad consiste en darle calor humano, porque sí es verdad que la mayoría de las palabras que el ser humano acostumbra a decir son palabras vacías, sin alma, sin nuestra mirada. Las palabras hay que escogerlas en realidad con mucho cariño y calidez, haciendo hogar de esas palabras para ser más justos y hacer el mundo un lugar mucho más habitable.

En mi primer libro “La ciencia del lenguaje positivo”, he hablado mucho de que las palabras no están para censurarlas, sino que están hechas para elegirlas. El lenguaje es muy rico y la mayor capacidad del ser humano es la de escoger las palabras y elegir su lenguaje oral y gestual, además de poder habitarlo.

Personalmente, no desecho ninguna palabra. Por el contrario elijo aquella palabra que puede construirme como persona y a su vez construir un mundo mejor basado en la generosidad y la bondad.

¿Cómo surgió el proyecto “palabras habitadas” ?, ¿El piloto realizado en el IES Profesor Julio Pérez, se ha replicado en otros institutos?, ¿Es la adolescencia la mejor edad para reeducar con palabras?

El proyecto de las palabras habitadas surgió por lo que estábamos comentando antes, sobre cómo la ciencia del lenguaje positivo es capaz de reconstruir historias con otra mirada, con imaginación, utilizando el lenguaje como herramienta para ver el lado favorable de las cosas, construir un futuro, tener horizonte y de alguna manera reorientando y redireccionando nuestras vidas.

Al principio, cuando trabajaba con las empresas sobre el lenguaje positivo detecté que esta herramienta podía ser, a veces, de manipulación y que teníamos que ser conscientes de que la mayoría de las palabras que empleábamos estaban vacías y que era necesario saber cuándo llenarlas de contenido.

En este sentido la educación es capital para crear buenos corazones y buenas mentes y aplicar los conocimientos aumentando la capacidad de ser amables, sin perder esa mirada habitada.

Fuimos al instituto con intención de trabajar estos aspectos. Los chavales nos recibieron muy bien y se dieron cuenta de la importancia del lenguaje, sobre todo el que nos decimos a nosotros mismos: el habla interna.

En el libro “Educar en lenguaje positivo”, cuento cómo un chaval cuando se miraba al espejo se sentía fatal por las notas que tenía y por su comportamiento en el colegio y cuando otros compañeros le pusieron en sus zapatillas palabras de amistad, se dio cuenta de que no era tan mala persona como él creía que era y que, afortunadamente, el lenguaje era una herramienta para concienciarse de que dependemos más de las palabras que podemos escoger.

Es necesario, como decía antes, habitar el lenguaje haciéndolo concreto, preciso, útil y práctico, con el fin de llevar a la acción aquello que se dice.

En este sentido la educación tiene mucho que ver y que aportar a nuestro presente y futuro. La gran revolución del siglo XXI está, sin duda, en el lenguaje porque no solo es un medio de comunicación, es también la construcción de nuestra propia identidad y la que queremos como humanidad.

Con respecto a las edades, no hay ninguna más importante que otra. Desde que naces hasta que mueres, cualquier edad es buena para trabajar con el lenguaje, porque éste es una herramienta maravillosa y fantástica para conocernos y crecer.

En realidad, diría que incluso antes de nacer es importante cómo se hablan las madres, porque cuando ese bebé que lleva en su vientre salga al espacio que habita, el lenguaje empleado por los padres, le permitirá escoger el lenguaje que empleará en un futuro.

En un mundo cada vez más cambiante, el objetivo principal de la educación viene siendo prepararnos tanto en conocimiento (aptitud) como en comportamiento (actitud), ambas importantes pero con diferente impacto. ¿En su opinión son tratadas por los estamentos educativos con la misma “vara de medir”?

Fíjate, es una buena pregunta. Es verdad que no se tratan con la misma importancia, porque es cierto que lo que continúa rigiendo es lo económico y lo material.

Hay que darse cuenta de que los valores son miradas que uno tiene y debemos tener la capacidad de tener una brújula que nos diga qué valor no es el adecuado y tener la valentía de no mantenerlo.

Necesitamos tambiénn prestar atención a nuestros comportamientos y a cómo estamos utilizando el tiempo en nuestras vidas, porque a veces no somos conscientes de cómo consumimos nuestro tiempo y ahí es donde realmente entra en juego la educación.

A mi modo de ver, la educación se debe centrar en cómo empleamos el tiempo en nuestras vidas y nos debería enseñar a trabajar el modo en el que lo empleamos.

Hay aspectos que pasan de perfil en nuestras vidas, que se nos olvidan a pesar de que son los que nos han ayudado como especie a sobrevivir, como la bondad, la justicia, el amor, la belleza.

Mi interés se centra en que desarrollemos un corazón mucho más cálido y para eso debemos hacer uso de nuestra inteligencia, puesto que con buena argumentación lógica podemos extender la amabilidad, la bondad y la compasión a cualquier terreno.

En definitiva, no queremos que nos dañen con las palabras y ser “camiones basura” que recogen la toxicidad de otras personas. Conviene que nos eduquen a utilizar mejor el lenguaje, que aprendamos a controlarlo dentro de nosotros mismos con mayor armonía para conservar la paz interior independientemente de las circunstancias adversas que encontremos por el camino.

En “El lenguaje de la felicidad”, alude al fracaso como el efecto de emprender algo novedoso, que nos brinda la posibilidad de conectar conocimientos y vivencias relacionadas con comprender y aprender, ¿Por qué cree que en nuestra sociedad llega a estigmatizarse el fracaso, cuando debería verse como los mimbres del éxito?
Hemos confundido que tener éxito nos dará la felicidad y esto nos lleva a buscar la perfección, cuando en realidad la vida es ensayo y error, no perfección.

Ante el fracaso solemos juzgarnos y juzgar a otros con extrema dureza porque creemos o consideramos que no han sido perfectas nuestras decisiones, contradiciendo así la propia realidad del ser humano. Es mejor ser conscientes de que cualquier decisión que tomemos no va a ser perfecta. Las habrá mejores y otras que no serán tan adecuadas o correctas, pero nos enseñan, si tenemos ojos de querer ver, a superarnos, a crecer.

Es cierto que el ser humano yerra en su propia lógica y en su propia argumentación porque, en nuestra perfección imperfecta, aspiramos a que el otro sea perfecto y excelente en todo (con su familia, amigos, en su comportamiento…).

Cuando la realidad es distinta, porque el ser humano es frágil, vulnerable, sufrimos, tenemos angustia y ansiedad y lo que necesitamos son herramientas para resolver nuestros miedos cuanto antes. Y el fracaso es nuestro maestro y nuestra maestría de vida.

Estamos muy atados al poder de una sola historia, carente de matices, de escucha, con pensamientos recurrentes, prioridades artificiales, y nos cuesta pensar de forma diferente. Necesitamos aprender a educar la mirada, porque tan importante es cómo le hablamos a la otra persona, cómo la miramos, porque la mirada y las palabras vasos comunicantes.

En realidad las crisis, la que actualmente estamos sufriendo del coronavirus como otras anteriores, nos retan a mirar en otra dirección y a ser capaces de hacer algo que no estamos haciendo actualmente.

Recientemente, se ha celebrado el día de la mujer y en el libro “El lenguaje de la felicidad”, menciono en varias ocasiones a Svetlana Alexiévich y a su libro “La guerra no tiene rostro de mujer” y recomendaría encarecidamente que fuese el libro de cabecera de todos los políticos, líderes económicos… y que nos planteásemos de nuevo la pregunta de ¿Por qué tras superar las crisis, volvemos una y otra vez a actuar de la misma manera y nos dejamos dominar por el poder, por el dinero, por la envidia, por la avaricia, por el odio?

Luis, comenta que ¡Predecir la felicidad es difícil, construirla no! ¿Cuáles son los cimientos sobre los que debemos construir dicha felicidad?

En realidad la felicidad se construye a través de las respuestas que uno se da y si realmente uno se está habiendo buenas preguntas. Respuestas a preguntas como, por ejemplo, ¿Cuál es mi comportamiento en casa?, ¿Qué palabras me digo cuando salgo a pasear? ¿Cómo hablo en el trabajo, en las redes, con mi familia, con mis amigos… en mi vida cotidiana? Hay palabras brújula, comportamientos guía, que te pueden señalar el mejor camino, el mejor destino. Es cuestión de saber si estamos aprendiendo de las experiencias de la vida.

Hay que huir de los enemigos del aprendizaje como la culpa, la excusa o la queja… y ante los recientes acontecimientos de pandemia por el coronavirus, la sociedad necesita saber cómo es en realidad, medirse por la generosidad en nuestra forma de ser o de estar…, contribuyendo cada uno con sus recursos para crear un mundo mejor.


Los recursos económicos, por sí solos no son suficientes, además se necesitan una batería de palabras habitadas como amabilidad, bondad, compasión, ternura, calidez, sabiduría.

En “El lenguaje de la felicidad”, nos presenta los verbos DAR y RECIBIR como esenciales y fundamentales en el acto de la generosidad, ¿Qué acción cree que nos resulta más difícil de adoptar?

Dar y recibir es maravilloso. Sin duda estas acciones son vasos comunicantes. Para recibir, muchas veces necesitamos aprender a pedir ayuda.

Por su parte dar requiere de un esfuerzo y de una mirada apreciativa. Cuando uno está dando de verdad, está dando parte de sus emociones y su tiempo, está dando escucha, está compartiendo sus recursos vitales y esto requiere un periodo de quietud, de reflexión y de silencio, y de alguna manera tu mente y tu cuerpo deben estar preparados para hacerlo.

A veces se puede dar la paradoja de que queremos ser muy generosos pero emocionalmente no podemos más, porque lo cierto es que no podemos dar más de lo que tenemos. Aprender a convivir con nuestras limitaciones es, también, un acto de generosidad que nos impulsa a crecer.

Lo importante en la disyuntiva entre dar y recibir es encontrar la armonía y hablando de armonía, su enseñanza en los centros educativos sería una de las mejores cosas que se podría hacer, porque tener una vida interior armoniosa es saber que aunque te caigas o te desequilibres, algo te sostienen por dentro para levantarte de nuevo.

Buscar la armonía, va más allá del uso del lenguaje. Es un acto cotidiano de cuidado y de respeto por los pequeños detalles, por los objetos que nos rodean, por la naturaleza que nos da cobijo, y por todos los seres vivos que cohabitamos este universo.

¿Se muestra a favor de los cada vez más frecuentes prestamos lingüísticos de otros idiomas hacia el nuestro?, ¿Enriquecen, o por el contrario empobrecen nuestro lenguaje?

Yo creo que nos enriquece. El lenguaje es algo vivo y siempre que inventamos algo le tenemos que poner un nombre que lo identifique. Es impresionante el número de vocablos que tenemos a nuestra disposición y su importancia radica en que nos da la oportunidad de elegir qué palabras usamos en cada momento.

Si volvemos muy atrás en el tiempo, yo llamo original a aquella mirada habitada, que inspiró e impulsó a los primeros seres humanos a comprender las emociones y querer nombrarlas. Mirar hacia adentro de uno mismo y desear encontrar el alma de los sentimientos que lo envolvían y ponerle nombre a lo que nunca tuvo nombre. Nombrar, inventar palabras fue fascinante. Fuente de los originales que nos habitan hasta hoy, siempre siendo los mismos y diferentes a la vez. Los besos, los abrazos, las caricias… todo el mundo sabe lo que son cuando los nombramos y que cada uno siente de forma única cuando los recibimos y los damos.

Este poner nombre a la vida hace que el ser humano sea tan maravilloso porque dimos origen a nombrar tanto los sentimientos positivos como los negativos, por eso se trata de escoger los que nos hacer avanzar y tener una buena historia de vida.

En nuestra libertad de elegir las palabras podemos construir un mundo desde la ira, el odio, la rabia, la violencia o desde el amor, la paz, la tranquilidad, la serenidad, el apoyo… Y todas las palabras que suman en esta construcción positiva de la existencia, sean bienvenidas.

Por diferentes motivos, se considerada al tercer lunes del mes de enero el día más triste del año. Desde el punto de vista de la felicidad ¿Cuál es la principal diferencia entre “TENER una vida feliz” y “SER feliz”?

La diferencia principal, es en realidad una línea temporal.

Para mí la felicidad es un acto creativo, consciente y determinado para crear una amistad invencible con la vida y en ese acto creativo ERES feliz por momentos.

Pero lo que más le interesa al ser humano no es ese acto único que a veces ocurre. En nuestras vidas también pasaremos por sucesos de sufrimiento y/o dolor como, por ejemplo, una pérdida o una separación y la reconstrucción narrativa de eso, dándole una nueva forma desde el lenguaje, será la capacidad de tener una buena historia de vida.

Ese TENER una vida feliz es fundamental, es la capacidad de sumar más momentos en nuestra vida que creen un tiempo y un relato de vida con sentido. Por supuesto que hay momentos felices del mismo modo que los hay infelices, por lo que necesitamos saber cómo construir la mejor narración sobre nosotros mismos y la vida. Una buena historia de vida, de nuevo es hacernos preguntas del tipo, ¿He sido un protagonista digno?, ¿Me he cuidado y he cuidado a los demás?

SER feliz es un instante. En un momento dado es posible ser feliz mediante múltiples acciones cotidianas como tomando un café con un amigo, jugando con tus hijos, paseando … ¿Se puede ser feliz eternamente?, por ahora no tengo la respuesta, lo que sí tengo claro es que TENER una buena historia, requiere controlar nuestra narrativa.

El profesor de neurología David Snowdon, realizó el que se conoce como “Estudio de las monjas”, donde empíricamente se encontró una relación directa entre el uso del lenguaje positivo y la longevidad. Como en el dilema del huevo y la gallina, ¿Es el optimismo lo que nos lleva al empleo de palabras emocionalmente positivas, o el uso del lenguaje positivo nos hace ser optimistas?

Martin Seligman en su libro “La Auténtica Felicidad” decía que cuantas más emociones positivas seamos capaces de expresar por escrito, más relación hay con tener una vida más longeva, con bienestar, vivida de forma satisfactoria, con mejores reservas físicas, cognitivas y emocionales.

Puede ser que no seas un optimista nato, pero lo importante es que el optimismo se puede entrenar y, sobre todo, tomar conciencia de elegir, de ese palabrario del que hago referencia en mi último libro, las palabras para vivir y convivir. Más que la cantidad de esas palabras sería importante prestar atención a las palabras positivas que seamos capaces de habitar, que nos impulsen a vivir una vida con sabiduría, con amabilidad y con bondad.

Si me preguntas que qué fue antes, la emoción o la palabra, cómo te comentaba de los originales, una vez fue nombrado ese un sentimiento profundo se creó un lazo, un nexo inmutable las emociones y sus nombres que alimenta el arte de vivir.

Lo bonito de todo esto es el aprendizaje que obtenemos porque puede ser que hayas nacido con un gen de negatividad, como era mi caso, y aprender a regular el lenguaje te permite generar nuevos hábitos. La ventaja de todo esto es que el aprendizaje es desde que nacemos hasta que morimos.

En resumen, el proceso es el siguiente: las emociones generan sentimientos que llevan a poner nombre a las cosas y este proceso de poner nombre a las cosas nos da “el poder de las palabras”, con el que ver y transformar el mundo.

El club Baloncesto Valladolid, que actualmente es colíder de la liga LEB Oro, cuenta con sus servicios como asesor táctico del lenguaje, ¿En qué consiste su labor dentro del Staff ?, ¿Le consta que otros clubes deportivos cuenten con la figura de un asesor táctico del lenguaje?

El Carrambre CBC Valladolid es un club maravilloso, que a pesar de tener un presupuesto escaso y un equipo más bien bajito, está consiguiendo resultados extraordinarios que le han llevado a coliderar esta liga.

Mi labor dentro del club como asesor táctico del lenguaje, principalmente es la observación del lenguaje oral y gestual de los jugadores, sus reacciones durante los entrenamientos y los partidos para trasladar a Hugo, el entrenador, nuestros análisis y generar diferentes estrategias y tácticas lingüístico-emocionales, con el fin de mejorar y optimizar el rendimiento del equipo. No hay que olvidar que en el deporte el esfuerzo y el tiempo de recuperación son muy importantes y las palabras que se dicen en un momento dado, sean estas de forma consciente o inconsciente, se pueden entrenar para que sean positivas para el juego y que el tiempo de reacción sea muchísimo más rápido.

Desde esa labor de observación, reporto al entrenador y en alguna ocasión a los jugadores la importancia del poder de ese lenguaje, generando también estrategias emocionales que equilibren la balanza en la búsqueda de esa armonía de la que antes hablábamos.

Hay que dejar claro, que un asesor táctico del lenguaje no es un psicólogo, es otra cosa. Es una nueva disciplina, que se basa en las investigaciones científicas sobre el impacto del lenguaje positivo en el cerebro y tiene que ver mucho el poder de cada palabra, de forma individual, ya que en el caso que nos ocupa, el orden de las palabras sí altera el producto final. Conocer cuál es ese orden, es importantísimo porque te genera un movimiento, una acción de éxito.

Es como si las palabras dieran órdenes a nuestro sistema nervioso central y dictaran nuestras conductas. Si son positivas, estamos más concentrados en nuestra tarea y el tiempo de reacción es más rápido, aportando una ventaja competitiva, mientras que si son negativas nos hacen rumiar y nuestro tiempo de reacción es más lento.

Elaboro informes datados para que el equipo tome conciencia de las palabras o de los gestos que afectan al juego en general, al vestuario y al club. Creo que también es fundamental enseñarles a los jugadores códigos de honor e inculcarles el respeto hacia el juego, hacia el otro equipo, hacia los árbitros, hacia la afición. Con independencia de lo que pueda suceder durante el partido, es fundamental aprender a jugar con honor y valentía que son el fundamento de los grandes jugadores y de los grandes equipos.

Con respecto a la otra pregunta, mis primeras investigaciones fueron con Pablo Laso, el entrenador del Real Madrid, aprendí muchísimo y vi en la cancha de baloncesto el valor del lenguaje para el éxito deportivo y por eso creé esta nueva figura de asesor táctico del lenguaje.

En principio, he trabajado a nivel individual con otros entrenadores y me encantaría que en un futuro próximo existiera alguna titulación académica de experto y asesor táctico del lenguaje, porque lo considero muy necesario para el éxito en cualquier disciplina deportiva.

En el deporte, también puede jugar a favor o en contra el poder mental y lo que cada uno se dice en su interior. Para un deportista profesional es muy importante aprender a no hacer caso a todo lo que su mente le propone mandándole mensajes como” no puedo más”, “estoy agotado”, “no me quedan fuerzas”, “no aguanto el dolor”, “estoy fallando mucho” … Para crear una contra narrativa interna que le llene de energía y motivación.

En “Mis palabras”, Rozalén canta: “A muchos mis palabras no les dicen nada, a otros, esas mismas palabras cura la herida”, ¿Las palabras pueden literalmente matar o sanar en función del destinatario al que van dirigidas?
La respuesta es contundente, sí. Me acuerdo mucho de la película “El señor de la Guerra” con Nicolas Cage de protagonista, donde en las primeras escenas se genera una metáfora con una bala desde que se fabrica hasta que se dispara y mata. Las palabras nos son inocentes. Nuestros dirigentes, nuestros líderes económicos y empresariales, tienen que ser conscientes de ello cuando con las palabras que están diciendo nos conducen a lugares inhóspitos, y nos llevan a olvidarnos de quienes somos en realidad.

Pero igual que las palabras se pueden convertir en balas y pueden matar, ahora más que nunca, con la actual crisis del Coronavirus, las palabras, si son palabras habitadas, sentidas, auténticas, también pueden sanar, crear esperanza, adquiriendo un poder que antes no tenían en la vida tan vertiginosa que estábamos viviendo. Ahora las palabras son nuestros besos, nuestras caricias, nuestros abrazos. Ahora son seres de cercanía que no te dejan estar en soledad.

En primera persona

- Luis, entre las sencillas prácticas que nos propone para ser más feliz, está la de desconectarnos más a menudo de las RR. SS, para conectarnos con los que tenemos cerca. En esta sociedad hiperconectada ¿Le resulta fácil predicar con el ejemplo?

Te voy a contar lo que yo generalmente hago. Suelo tener el teléfono silenciado porque no quiero que suene ni vibre cuando quiero estar concentrado y, sobre todo, cuando comparto mi tiempo con otras personas, y eso creo que es una clave fundamental. Y un uso consciente y controlado de las redes. Descansar es muy importante.

Otra cosa que es muy importante es controlar tu tiempo y reflexionar sobre cómo lo vas a utilizar, procurando aislarte de las distracciones y aquietarte para dominar aquello que te vas a encontrar en tu trabajo, con tu familia, en tu ocio, que aunque forme parte de tu cotidianidad puede desestructurar tu mente de forma inesperada.

También abogo, si queremos hacer un mundo un poco mejor, evitar poner sobre la mesa nuestros teléfonos y silenciar nuestros relojes inteligentes cuando tengamos reuniones de distinta índole, porque de forma inconsciente anteponemos los mensajes y las llamadas a nuestra presencia y el respeto hacia nuestros interlocutores. Es como si les dijéramos calladamente: “no sois tan valiosos como la llamada que me pueda entrar y, por lo tanto, no me estoy prestando la debida atención, y no hay escucha profunda”.

- ¿Un lugar para evadirse momentáneamente de los problemas?

Me gusta pensar, reflexionar, guardar silencio y ese lugar intento que sea dentro de mí.

Si tengo que salir, me gusta mucho el mar. San Sebastián y Guetaria son lugares que a mí me encantan y siempre que puedo me escapo allí. Pasear por el maravilloso paseo entre Guetaria y Zarauz lo considero un placer único para recargar las pilas.

El País Vasco en general me gusta mucho, su gastronomía, sus gentes. Tengo un punto lúdico que hace todo lo posible por comer bien y disfrutar de la comida con los amigos.

- Luis, lo que más ha impactado en su crecimiento personal ha sido su pasión por leer, ¿En qué libro está sumergido actualmente?

Sigo en la línea de Svetlana Alexiévich y estoy leyendo “Vestidas para un baile en la nieve” de una autora que nació en Praga y reside actualmente en Barcelona, Monika Zgustova. Un libro inspirador en el que habla también de la situación vivida por las mujeres en los campos de concentración.

Si queremos amar y ser felices, después de pasar tantos desastres, conviene que nos demos cuenta de las observaciones profundas de cómo solventaron ese sufrimiento, siendo capaces de resurgir y construir un nuevo camino.

- ¿Qué cualidades del ser humano valora más y cuáles detesta?

Ahora me parece fundamental y vital para el ser humano y su destino comprender y habitar de verdad la compasión, la bondad, la amabilidad, la sabiduría, una vida amigable, que en definitiva son los actos más inteligentes de las personas, que nos enseñan a cooperar, a confiar, a ser amigables con el mundo, a tener esperanza y crear el futuro.

Por otra parte, la palabra no sería detestar, sino más bien ser conscientes de aquello que nos impide evolucionar. Antes comenté sobre los enemigos del aprendizaje que están incrustados dentro de nosotros y que provocan que nos metamos en nuestro caparazón, en nuestro egoísmo, y dejemos de ser curiosos y generosos: la culpa, la queja, la excusa, el juicio desmesurado, la mezquindad y la falta de escucha. Cada vez que tengo y veo en mí estos comportamientos me imagino que son mis maestros y me esfuerzo por aprender y mejorar. Y para aprender y transformarnos de verdad necesitamos, más que nunca, quietud y silencio

El que me acompaña desde hace años. “Cuida tu lenguaje, porque él cuidará de ti.” O “Cuida tus palabras, porque ellas cuidarán de ti”.

​Conociendo a … Luis Castellanos

Entrevista al escritor Luis Castellanos
Alfonso Miñarro López
miércoles, 18 de marzo de 2020, 08:16 h (CET)

Breve Presentación 

Luis Castellanos es filósofo, emprendedor, conferenciante y pionero a nivel mundial en la investigación del lenguaje positivo como herramienta innovadora en el devenir del progreso humano.

Instructor en comunicación consciente y creativa para el éxito y la transformación de las personas y las organizaciones, con la finalidad de actuar con integridad y autenticidad en la construcción de un mundo mejor.


A través del sello editorial Paidós, tiene tres libros en el mercado, con los que nos invita a tomar conciencia de cómo y qué palabras empleamos para construir entre todos un lenguaje amable, compasivo y cálido: “La ciencia del lenguaje positivo” (2016), “Educar en lenguaje positivo” (2017), “El lenguaje de la felicidad” (2019).

Entrevista


Luis, son innumerables las referencias que hace al concepto palabras habitadas, y de hecho su nick en Twitter es @palabrahabitada, ¿En realidad en qué consisten estas palabras habitadas?, ¿De qué modo tenemos que desahuciar aquellas otras que no nos resulten beneficiosas para nuestro desarrollo personal?

Las palabras habitadas es el concepto clave de mi historia con la filosofía y de lo que soy. Para mí las palabras habitadas son aquellas que tienen rostro, son con las que me he descubierto con la voz máss auténtica. Hacerlas habitables en realidad consiste en darle calor humano, porque sí es verdad que la mayoría de las palabras que el ser humano acostumbra a decir son palabras vacías, sin alma, sin nuestra mirada. Las palabras hay que escogerlas en realidad con mucho cariño y calidez, haciendo hogar de esas palabras para ser más justos y hacer el mundo un lugar mucho más habitable.

En mi primer libro “La ciencia del lenguaje positivo”, he hablado mucho de que las palabras no están para censurarlas, sino que están hechas para elegirlas. El lenguaje es muy rico y la mayor capacidad del ser humano es la de escoger las palabras y elegir su lenguaje oral y gestual, además de poder habitarlo.

Personalmente, no desecho ninguna palabra. Por el contrario elijo aquella palabra que puede construirme como persona y a su vez construir un mundo mejor basado en la generosidad y la bondad.

¿Cómo surgió el proyecto “palabras habitadas” ?, ¿El piloto realizado en el IES Profesor Julio Pérez, se ha replicado en otros institutos?, ¿Es la adolescencia la mejor edad para reeducar con palabras?

El proyecto de las palabras habitadas surgió por lo que estábamos comentando antes, sobre cómo la ciencia del lenguaje positivo es capaz de reconstruir historias con otra mirada, con imaginación, utilizando el lenguaje como herramienta para ver el lado favorable de las cosas, construir un futuro, tener horizonte y de alguna manera reorientando y redireccionando nuestras vidas.

Al principio, cuando trabajaba con las empresas sobre el lenguaje positivo detecté que esta herramienta podía ser, a veces, de manipulación y que teníamos que ser conscientes de que la mayoría de las palabras que empleábamos estaban vacías y que era necesario saber cuándo llenarlas de contenido.

En este sentido la educación es capital para crear buenos corazones y buenas mentes y aplicar los conocimientos aumentando la capacidad de ser amables, sin perder esa mirada habitada.

Fuimos al instituto con intención de trabajar estos aspectos. Los chavales nos recibieron muy bien y se dieron cuenta de la importancia del lenguaje, sobre todo el que nos decimos a nosotros mismos: el habla interna.

En el libro “Educar en lenguaje positivo”, cuento cómo un chaval cuando se miraba al espejo se sentía fatal por las notas que tenía y por su comportamiento en el colegio y cuando otros compañeros le pusieron en sus zapatillas palabras de amistad, se dio cuenta de que no era tan mala persona como él creía que era y que, afortunadamente, el lenguaje era una herramienta para concienciarse de que dependemos más de las palabras que podemos escoger.

Es necesario, como decía antes, habitar el lenguaje haciéndolo concreto, preciso, útil y práctico, con el fin de llevar a la acción aquello que se dice.

En este sentido la educación tiene mucho que ver y que aportar a nuestro presente y futuro. La gran revolución del siglo XXI está, sin duda, en el lenguaje porque no solo es un medio de comunicación, es también la construcción de nuestra propia identidad y la que queremos como humanidad.

Con respecto a las edades, no hay ninguna más importante que otra. Desde que naces hasta que mueres, cualquier edad es buena para trabajar con el lenguaje, porque éste es una herramienta maravillosa y fantástica para conocernos y crecer.

En realidad, diría que incluso antes de nacer es importante cómo se hablan las madres, porque cuando ese bebé que lleva en su vientre salga al espacio que habita, el lenguaje empleado por los padres, le permitirá escoger el lenguaje que empleará en un futuro.

En un mundo cada vez más cambiante, el objetivo principal de la educación viene siendo prepararnos tanto en conocimiento (aptitud) como en comportamiento (actitud), ambas importantes pero con diferente impacto. ¿En su opinión son tratadas por los estamentos educativos con la misma “vara de medir”?

Fíjate, es una buena pregunta. Es verdad que no se tratan con la misma importancia, porque es cierto que lo que continúa rigiendo es lo económico y lo material.

Hay que darse cuenta de que los valores son miradas que uno tiene y debemos tener la capacidad de tener una brújula que nos diga qué valor no es el adecuado y tener la valentía de no mantenerlo.

Necesitamos tambiénn prestar atención a nuestros comportamientos y a cómo estamos utilizando el tiempo en nuestras vidas, porque a veces no somos conscientes de cómo consumimos nuestro tiempo y ahí es donde realmente entra en juego la educación.

A mi modo de ver, la educación se debe centrar en cómo empleamos el tiempo en nuestras vidas y nos debería enseñar a trabajar el modo en el que lo empleamos.

Hay aspectos que pasan de perfil en nuestras vidas, que se nos olvidan a pesar de que son los que nos han ayudado como especie a sobrevivir, como la bondad, la justicia, el amor, la belleza.

Mi interés se centra en que desarrollemos un corazón mucho más cálido y para eso debemos hacer uso de nuestra inteligencia, puesto que con buena argumentación lógica podemos extender la amabilidad, la bondad y la compasión a cualquier terreno.

En definitiva, no queremos que nos dañen con las palabras y ser “camiones basura” que recogen la toxicidad de otras personas. Conviene que nos eduquen a utilizar mejor el lenguaje, que aprendamos a controlarlo dentro de nosotros mismos con mayor armonía para conservar la paz interior independientemente de las circunstancias adversas que encontremos por el camino.

En “El lenguaje de la felicidad”, alude al fracaso como el efecto de emprender algo novedoso, que nos brinda la posibilidad de conectar conocimientos y vivencias relacionadas con comprender y aprender, ¿Por qué cree que en nuestra sociedad llega a estigmatizarse el fracaso, cuando debería verse como los mimbres del éxito?
Hemos confundido que tener éxito nos dará la felicidad y esto nos lleva a buscar la perfección, cuando en realidad la vida es ensayo y error, no perfección.

Ante el fracaso solemos juzgarnos y juzgar a otros con extrema dureza porque creemos o consideramos que no han sido perfectas nuestras decisiones, contradiciendo así la propia realidad del ser humano. Es mejor ser conscientes de que cualquier decisión que tomemos no va a ser perfecta. Las habrá mejores y otras que no serán tan adecuadas o correctas, pero nos enseñan, si tenemos ojos de querer ver, a superarnos, a crecer.

Es cierto que el ser humano yerra en su propia lógica y en su propia argumentación porque, en nuestra perfección imperfecta, aspiramos a que el otro sea perfecto y excelente en todo (con su familia, amigos, en su comportamiento…).

Cuando la realidad es distinta, porque el ser humano es frágil, vulnerable, sufrimos, tenemos angustia y ansiedad y lo que necesitamos son herramientas para resolver nuestros miedos cuanto antes. Y el fracaso es nuestro maestro y nuestra maestría de vida.

Estamos muy atados al poder de una sola historia, carente de matices, de escucha, con pensamientos recurrentes, prioridades artificiales, y nos cuesta pensar de forma diferente. Necesitamos aprender a educar la mirada, porque tan importante es cómo le hablamos a la otra persona, cómo la miramos, porque la mirada y las palabras vasos comunicantes.

En realidad las crisis, la que actualmente estamos sufriendo del coronavirus como otras anteriores, nos retan a mirar en otra dirección y a ser capaces de hacer algo que no estamos haciendo actualmente.

Recientemente, se ha celebrado el día de la mujer y en el libro “El lenguaje de la felicidad”, menciono en varias ocasiones a Svetlana Alexiévich y a su libro “La guerra no tiene rostro de mujer” y recomendaría encarecidamente que fuese el libro de cabecera de todos los políticos, líderes económicos… y que nos planteásemos de nuevo la pregunta de ¿Por qué tras superar las crisis, volvemos una y otra vez a actuar de la misma manera y nos dejamos dominar por el poder, por el dinero, por la envidia, por la avaricia, por el odio?

Luis, comenta que ¡Predecir la felicidad es difícil, construirla no! ¿Cuáles son los cimientos sobre los que debemos construir dicha felicidad?

En realidad la felicidad se construye a través de las respuestas que uno se da y si realmente uno se está habiendo buenas preguntas. Respuestas a preguntas como, por ejemplo, ¿Cuál es mi comportamiento en casa?, ¿Qué palabras me digo cuando salgo a pasear? ¿Cómo hablo en el trabajo, en las redes, con mi familia, con mis amigos… en mi vida cotidiana? Hay palabras brújula, comportamientos guía, que te pueden señalar el mejor camino, el mejor destino. Es cuestión de saber si estamos aprendiendo de las experiencias de la vida.

Hay que huir de los enemigos del aprendizaje como la culpa, la excusa o la queja… y ante los recientes acontecimientos de pandemia por el coronavirus, la sociedad necesita saber cómo es en realidad, medirse por la generosidad en nuestra forma de ser o de estar…, contribuyendo cada uno con sus recursos para crear un mundo mejor.


Los recursos económicos, por sí solos no son suficientes, además se necesitan una batería de palabras habitadas como amabilidad, bondad, compasión, ternura, calidez, sabiduría.

En “El lenguaje de la felicidad”, nos presenta los verbos DAR y RECIBIR como esenciales y fundamentales en el acto de la generosidad, ¿Qué acción cree que nos resulta más difícil de adoptar?

Dar y recibir es maravilloso. Sin duda estas acciones son vasos comunicantes. Para recibir, muchas veces necesitamos aprender a pedir ayuda.

Por su parte dar requiere de un esfuerzo y de una mirada apreciativa. Cuando uno está dando de verdad, está dando parte de sus emociones y su tiempo, está dando escucha, está compartiendo sus recursos vitales y esto requiere un periodo de quietud, de reflexión y de silencio, y de alguna manera tu mente y tu cuerpo deben estar preparados para hacerlo.

A veces se puede dar la paradoja de que queremos ser muy generosos pero emocionalmente no podemos más, porque lo cierto es que no podemos dar más de lo que tenemos. Aprender a convivir con nuestras limitaciones es, también, un acto de generosidad que nos impulsa a crecer.

Lo importante en la disyuntiva entre dar y recibir es encontrar la armonía y hablando de armonía, su enseñanza en los centros educativos sería una de las mejores cosas que se podría hacer, porque tener una vida interior armoniosa es saber que aunque te caigas o te desequilibres, algo te sostienen por dentro para levantarte de nuevo.

Buscar la armonía, va más allá del uso del lenguaje. Es un acto cotidiano de cuidado y de respeto por los pequeños detalles, por los objetos que nos rodean, por la naturaleza que nos da cobijo, y por todos los seres vivos que cohabitamos este universo.

¿Se muestra a favor de los cada vez más frecuentes prestamos lingüísticos de otros idiomas hacia el nuestro?, ¿Enriquecen, o por el contrario empobrecen nuestro lenguaje?

Yo creo que nos enriquece. El lenguaje es algo vivo y siempre que inventamos algo le tenemos que poner un nombre que lo identifique. Es impresionante el número de vocablos que tenemos a nuestra disposición y su importancia radica en que nos da la oportunidad de elegir qué palabras usamos en cada momento.

Si volvemos muy atrás en el tiempo, yo llamo original a aquella mirada habitada, que inspiró e impulsó a los primeros seres humanos a comprender las emociones y querer nombrarlas. Mirar hacia adentro de uno mismo y desear encontrar el alma de los sentimientos que lo envolvían y ponerle nombre a lo que nunca tuvo nombre. Nombrar, inventar palabras fue fascinante. Fuente de los originales que nos habitan hasta hoy, siempre siendo los mismos y diferentes a la vez. Los besos, los abrazos, las caricias… todo el mundo sabe lo que son cuando los nombramos y que cada uno siente de forma única cuando los recibimos y los damos.

Este poner nombre a la vida hace que el ser humano sea tan maravilloso porque dimos origen a nombrar tanto los sentimientos positivos como los negativos, por eso se trata de escoger los que nos hacer avanzar y tener una buena historia de vida.

En nuestra libertad de elegir las palabras podemos construir un mundo desde la ira, el odio, la rabia, la violencia o desde el amor, la paz, la tranquilidad, la serenidad, el apoyo… Y todas las palabras que suman en esta construcción positiva de la existencia, sean bienvenidas.

Por diferentes motivos, se considerada al tercer lunes del mes de enero el día más triste del año. Desde el punto de vista de la felicidad ¿Cuál es la principal diferencia entre “TENER una vida feliz” y “SER feliz”?

La diferencia principal, es en realidad una línea temporal.

Para mí la felicidad es un acto creativo, consciente y determinado para crear una amistad invencible con la vida y en ese acto creativo ERES feliz por momentos.

Pero lo que más le interesa al ser humano no es ese acto único que a veces ocurre. En nuestras vidas también pasaremos por sucesos de sufrimiento y/o dolor como, por ejemplo, una pérdida o una separación y la reconstrucción narrativa de eso, dándole una nueva forma desde el lenguaje, será la capacidad de tener una buena historia de vida.

Ese TENER una vida feliz es fundamental, es la capacidad de sumar más momentos en nuestra vida que creen un tiempo y un relato de vida con sentido. Por supuesto que hay momentos felices del mismo modo que los hay infelices, por lo que necesitamos saber cómo construir la mejor narración sobre nosotros mismos y la vida. Una buena historia de vida, de nuevo es hacernos preguntas del tipo, ¿He sido un protagonista digno?, ¿Me he cuidado y he cuidado a los demás?

SER feliz es un instante. En un momento dado es posible ser feliz mediante múltiples acciones cotidianas como tomando un café con un amigo, jugando con tus hijos, paseando … ¿Se puede ser feliz eternamente?, por ahora no tengo la respuesta, lo que sí tengo claro es que TENER una buena historia, requiere controlar nuestra narrativa.

El profesor de neurología David Snowdon, realizó el que se conoce como “Estudio de las monjas”, donde empíricamente se encontró una relación directa entre el uso del lenguaje positivo y la longevidad. Como en el dilema del huevo y la gallina, ¿Es el optimismo lo que nos lleva al empleo de palabras emocionalmente positivas, o el uso del lenguaje positivo nos hace ser optimistas?

Martin Seligman en su libro “La Auténtica Felicidad” decía que cuantas más emociones positivas seamos capaces de expresar por escrito, más relación hay con tener una vida más longeva, con bienestar, vivida de forma satisfactoria, con mejores reservas físicas, cognitivas y emocionales.

Puede ser que no seas un optimista nato, pero lo importante es que el optimismo se puede entrenar y, sobre todo, tomar conciencia de elegir, de ese palabrario del que hago referencia en mi último libro, las palabras para vivir y convivir. Más que la cantidad de esas palabras sería importante prestar atención a las palabras positivas que seamos capaces de habitar, que nos impulsen a vivir una vida con sabiduría, con amabilidad y con bondad.

Si me preguntas que qué fue antes, la emoción o la palabra, cómo te comentaba de los originales, una vez fue nombrado ese un sentimiento profundo se creó un lazo, un nexo inmutable las emociones y sus nombres que alimenta el arte de vivir.

Lo bonito de todo esto es el aprendizaje que obtenemos porque puede ser que hayas nacido con un gen de negatividad, como era mi caso, y aprender a regular el lenguaje te permite generar nuevos hábitos. La ventaja de todo esto es que el aprendizaje es desde que nacemos hasta que morimos.

En resumen, el proceso es el siguiente: las emociones generan sentimientos que llevan a poner nombre a las cosas y este proceso de poner nombre a las cosas nos da “el poder de las palabras”, con el que ver y transformar el mundo.

El club Baloncesto Valladolid, que actualmente es colíder de la liga LEB Oro, cuenta con sus servicios como asesor táctico del lenguaje, ¿En qué consiste su labor dentro del Staff ?, ¿Le consta que otros clubes deportivos cuenten con la figura de un asesor táctico del lenguaje?

El Carrambre CBC Valladolid es un club maravilloso, que a pesar de tener un presupuesto escaso y un equipo más bien bajito, está consiguiendo resultados extraordinarios que le han llevado a coliderar esta liga.

Mi labor dentro del club como asesor táctico del lenguaje, principalmente es la observación del lenguaje oral y gestual de los jugadores, sus reacciones durante los entrenamientos y los partidos para trasladar a Hugo, el entrenador, nuestros análisis y generar diferentes estrategias y tácticas lingüístico-emocionales, con el fin de mejorar y optimizar el rendimiento del equipo. No hay que olvidar que en el deporte el esfuerzo y el tiempo de recuperación son muy importantes y las palabras que se dicen en un momento dado, sean estas de forma consciente o inconsciente, se pueden entrenar para que sean positivas para el juego y que el tiempo de reacción sea muchísimo más rápido.

Desde esa labor de observación, reporto al entrenador y en alguna ocasión a los jugadores la importancia del poder de ese lenguaje, generando también estrategias emocionales que equilibren la balanza en la búsqueda de esa armonía de la que antes hablábamos.

Hay que dejar claro, que un asesor táctico del lenguaje no es un psicólogo, es otra cosa. Es una nueva disciplina, que se basa en las investigaciones científicas sobre el impacto del lenguaje positivo en el cerebro y tiene que ver mucho el poder de cada palabra, de forma individual, ya que en el caso que nos ocupa, el orden de las palabras sí altera el producto final. Conocer cuál es ese orden, es importantísimo porque te genera un movimiento, una acción de éxito.

Es como si las palabras dieran órdenes a nuestro sistema nervioso central y dictaran nuestras conductas. Si son positivas, estamos más concentrados en nuestra tarea y el tiempo de reacción es más rápido, aportando una ventaja competitiva, mientras que si son negativas nos hacen rumiar y nuestro tiempo de reacción es más lento.

Elaboro informes datados para que el equipo tome conciencia de las palabras o de los gestos que afectan al juego en general, al vestuario y al club. Creo que también es fundamental enseñarles a los jugadores códigos de honor e inculcarles el respeto hacia el juego, hacia el otro equipo, hacia los árbitros, hacia la afición. Con independencia de lo que pueda suceder durante el partido, es fundamental aprender a jugar con honor y valentía que son el fundamento de los grandes jugadores y de los grandes equipos.

Con respecto a la otra pregunta, mis primeras investigaciones fueron con Pablo Laso, el entrenador del Real Madrid, aprendí muchísimo y vi en la cancha de baloncesto el valor del lenguaje para el éxito deportivo y por eso creé esta nueva figura de asesor táctico del lenguaje.

En principio, he trabajado a nivel individual con otros entrenadores y me encantaría que en un futuro próximo existiera alguna titulación académica de experto y asesor táctico del lenguaje, porque lo considero muy necesario para el éxito en cualquier disciplina deportiva.

En el deporte, también puede jugar a favor o en contra el poder mental y lo que cada uno se dice en su interior. Para un deportista profesional es muy importante aprender a no hacer caso a todo lo que su mente le propone mandándole mensajes como” no puedo más”, “estoy agotado”, “no me quedan fuerzas”, “no aguanto el dolor”, “estoy fallando mucho” … Para crear una contra narrativa interna que le llene de energía y motivación.

En “Mis palabras”, Rozalén canta: “A muchos mis palabras no les dicen nada, a otros, esas mismas palabras cura la herida”, ¿Las palabras pueden literalmente matar o sanar en función del destinatario al que van dirigidas?
La respuesta es contundente, sí. Me acuerdo mucho de la película “El señor de la Guerra” con Nicolas Cage de protagonista, donde en las primeras escenas se genera una metáfora con una bala desde que se fabrica hasta que se dispara y mata. Las palabras nos son inocentes. Nuestros dirigentes, nuestros líderes económicos y empresariales, tienen que ser conscientes de ello cuando con las palabras que están diciendo nos conducen a lugares inhóspitos, y nos llevan a olvidarnos de quienes somos en realidad.

Pero igual que las palabras se pueden convertir en balas y pueden matar, ahora más que nunca, con la actual crisis del Coronavirus, las palabras, si son palabras habitadas, sentidas, auténticas, también pueden sanar, crear esperanza, adquiriendo un poder que antes no tenían en la vida tan vertiginosa que estábamos viviendo. Ahora las palabras son nuestros besos, nuestras caricias, nuestros abrazos. Ahora son seres de cercanía que no te dejan estar en soledad.

En primera persona

- Luis, entre las sencillas prácticas que nos propone para ser más feliz, está la de desconectarnos más a menudo de las RR. SS, para conectarnos con los que tenemos cerca. En esta sociedad hiperconectada ¿Le resulta fácil predicar con el ejemplo?

Te voy a contar lo que yo generalmente hago. Suelo tener el teléfono silenciado porque no quiero que suene ni vibre cuando quiero estar concentrado y, sobre todo, cuando comparto mi tiempo con otras personas, y eso creo que es una clave fundamental. Y un uso consciente y controlado de las redes. Descansar es muy importante.

Otra cosa que es muy importante es controlar tu tiempo y reflexionar sobre cómo lo vas a utilizar, procurando aislarte de las distracciones y aquietarte para dominar aquello que te vas a encontrar en tu trabajo, con tu familia, en tu ocio, que aunque forme parte de tu cotidianidad puede desestructurar tu mente de forma inesperada.

También abogo, si queremos hacer un mundo un poco mejor, evitar poner sobre la mesa nuestros teléfonos y silenciar nuestros relojes inteligentes cuando tengamos reuniones de distinta índole, porque de forma inconsciente anteponemos los mensajes y las llamadas a nuestra presencia y el respeto hacia nuestros interlocutores. Es como si les dijéramos calladamente: “no sois tan valiosos como la llamada que me pueda entrar y, por lo tanto, no me estoy prestando la debida atención, y no hay escucha profunda”.

- ¿Un lugar para evadirse momentáneamente de los problemas?

Me gusta pensar, reflexionar, guardar silencio y ese lugar intento que sea dentro de mí.

Si tengo que salir, me gusta mucho el mar. San Sebastián y Guetaria son lugares que a mí me encantan y siempre que puedo me escapo allí. Pasear por el maravilloso paseo entre Guetaria y Zarauz lo considero un placer único para recargar las pilas.

El País Vasco en general me gusta mucho, su gastronomía, sus gentes. Tengo un punto lúdico que hace todo lo posible por comer bien y disfrutar de la comida con los amigos.

- Luis, lo que más ha impactado en su crecimiento personal ha sido su pasión por leer, ¿En qué libro está sumergido actualmente?

Sigo en la línea de Svetlana Alexiévich y estoy leyendo “Vestidas para un baile en la nieve” de una autora que nació en Praga y reside actualmente en Barcelona, Monika Zgustova. Un libro inspirador en el que habla también de la situación vivida por las mujeres en los campos de concentración.

Si queremos amar y ser felices, después de pasar tantos desastres, conviene que nos demos cuenta de las observaciones profundas de cómo solventaron ese sufrimiento, siendo capaces de resurgir y construir un nuevo camino.

- ¿Qué cualidades del ser humano valora más y cuáles detesta?

Ahora me parece fundamental y vital para el ser humano y su destino comprender y habitar de verdad la compasión, la bondad, la amabilidad, la sabiduría, una vida amigable, que en definitiva son los actos más inteligentes de las personas, que nos enseñan a cooperar, a confiar, a ser amigables con el mundo, a tener esperanza y crear el futuro.

Por otra parte, la palabra no sería detestar, sino más bien ser conscientes de aquello que nos impide evolucionar. Antes comenté sobre los enemigos del aprendizaje que están incrustados dentro de nosotros y que provocan que nos metamos en nuestro caparazón, en nuestro egoísmo, y dejemos de ser curiosos y generosos: la culpa, la queja, la excusa, el juicio desmesurado, la mezquindad y la falta de escucha. Cada vez que tengo y veo en mí estos comportamientos me imagino que son mis maestros y me esfuerzo por aprender y mejorar. Y para aprender y transformarnos de verdad necesitamos, más que nunca, quietud y silencio

El que me acompaña desde hace años. “Cuida tu lenguaje, porque él cuidará de ti.” O “Cuida tus palabras, porque ellas cuidarán de ti”.

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