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Medicina griega

Diagnósticos y remedios
Jesús Campos
miércoles, 24 de septiembre de 2014, 06:56 h (CET)
La medicina tal cual la conocemos hoy en día es un alarde de innovación y progreso constantes, sabemos casi todo lo que hay saber sobre enfermedades y males que corroen al ser humano, que lo merman hasta la propia muerte. Pues bien, estos conocimientos no se corresponden con las ideas sobre el funcionamiento del cuerpo que tenían los médicos griegos de la antigüedad, los cuales usaban todo tipo de estrategias y recursos para diagnosticar y curar.

En el siglo II d. C., Galeno desarrolló la teoría hipocrática de los cuatro humores: la sangre, húmeda y caliente; la mucosa, húmeda y fría; la bilis amarilla, seca y caliente, y la bilis negra, seca y fría. Según él, cualquier inestabilidad entre todos estos fluidos corporales originaba las enfermedades. Las enfermedades se combatían aplicando las reglas opuestas a los cuatro humores, por ejemplo si un paciente tenía fiebre, es decir, con una temperatura muy caliente, se le suministraban alimentos, bebidas y curas frías. A continuación expondré algunas prácticas médicas llevadas a cabo por los griegos, dependiendo de la dolencia o la situación las medidas adoptadas variaran en cuanto a forma, implicación o dolor.

En primer lugar encontramos las cirugías, la innovación en este campo fue muy galopante. Un personaje dentro de este ámbito quirúrgico fue Asclepíades de Prusa (124-40 a. C), este individuo practicó por primera vez la traqueotomía. Más ejemplos como Aulo Cornelio Celso, quien describía con su detalle sus cirugías de estéticas enfocadas en el rostro, aunque también fue el pionero en la amputación por gangrena. Por último, encontramos las operaciones de aneurismas, las cuales eran extirpadas por Antilo en el siglo III d. C.

En segundo lugar se exponen ejemplos de problemas de huesos o músculos. Estos problemas de luxaciones o fracturas eran el pan de cada día de los médicos griegos, incluso se llegó a escribir un tratado sobre ello titulado Sobre las articulaciones (Peri arthron), el cual se atribuye a Hipócrates. En tal tratado se describen luxaciones de hombros, lesiones de mandíbulas, de la columna y las costillas, así como el pie equinovaro (pies torcidos hacia dentro). Un ejemplo de lo primitivo de las técnicas de curación de luxaciones lo hallamos en el tratado anteriormente mencionado, en el cual se narra como una luxación de la columna vertebral se cura colgando al paciente boca abajo, atando sus brazos al tronco del cuerpo y sus piernas también, quedando inmóvil mientras, con la cuerda que le cuelga, golpearlo contra tablones de madera contiguos.

En tercer lugar, los embarazos y partos. En el primer siglo después de Cristo ya existían técnicas y manuscritos sobre la ginecología, con ello Sorano de Éfeso fue el fundador de tal conocimiento, y además de la obstetricia científica. Escribió un tratado llamado Sobe las enfermedades de las mujeres. En este escrito trata la temática de la menstruación, la concepción, el embarazo, el parto, las posibles complicaciones, y el cuidado de los recién nacidos. Pero este tratado tenía un lapsus muy grande, Sorano no describe bien los órganos genitales femeninos, debido a que partió de los ejemplos de animales.

En cuarto lugar podemos ver un medio muy usado en medicina griega, las plantas medicinales. Un tratado de farmacopea del siglo I d. C., De materia médica, escrito por Dioscórides, se mencionan más de 700 plantas y sus efectos más inmediatos. Todas las plantas nombradas son catalogadas en referencia a la teoría de los cuatro humores: frio, caliente, húmedo y seco. Un ejemplo de ello es lo que se escribe sobre la camomila: “Las raíces, las flores y las hojas ayudan a entrar en calor y son adelgazantes. Si se beben o se toman en baños de asiento, favorecen la menstruación y expulsan el embrión, al igual que las piedras y la orina. Se toman hervidas para combatir la cistitis”.

Para concluir, hablar de los métodos de diagnóstico. Los médicos eran expertos analizadores de los pacientes que le llegaban con malestares, observaban el aspecto de la piel, el color y la consistencia de la orina y heces; atendían el nivel de tos, la respiración y auscultaban el tórax. Tomaban la temperatura y el pulso, olían la piel, los esputos y las ulceras. Incluso, cataban el sudor, el cerumen y las lágrimas. No se puede decir que no le pusieran ímpetu y pasión a su trabajo, pero al hablar de los métodos… eso ya es otra historia.

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