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Con su seriedad habitual, Gallardón ha dicho que no comunicará su decisión personal sobre su futuro hasta después del fin de semana. Por si pudiera ayudarle a ello, cerca de su Ministerio, un cartel amigo le aconsejaba: “¡Ay Gallardón. No sufras, amor. Dinos ya: Adiós!”. Quedará así como un ejemplo de democracia: como el sentir del pueblo, reflejado en encuestas y manifestaciones, se impone sensatamente sobre una desafortunada formulación de una promesa electoral.
En 2007, cuando José Luis Rodríguez Zapatero finalizaba su primera legislatura, empezó a cuajar en la sociedad catalana una sensación de cansancio y disgusto. Los problemas crónicos en Cercanías, un aeropuerto que entonces era insuficiente para responder a la proyección de Barcelona, la baja inversión pública por parte del Estado o el acentuado déficit fiscal acabaron por engendrar lo que se bautizó como el 'català emprenyat' (catalán enfadado).
Un sistema de Monarquía Parlamentaria o República Parlamentaria que obligue a lo que, de forma concisa y clara ha manifestado el señor Javier Lambán, presidente de Aragón y secretario general del PSOE regional, terminará siempre en un fracaso social y en una realidad disimulada en la que “ordenan e imponen” los poderosos.
La denuncia del sicofante tardofranquista, el seudo sindicato Manos Limpias contra la mujer de Sánchez por "presunto tráfico de influencias", y la posterior admisión a trámite por el juez Peinado, se convirtió en todo un misil en la línea de estabilidad emocional y de resiliencia de Sánchez al dejarle paralizadas las hormonas segregadoras del arrojo político.
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