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Año 2030: fecha límite

Lo que hacemos a la Tierra, a la naturaleza, a los animales o las plantas nos concierne también a nosotros los seres humanos
Vida Universal
martes, 10 de junio de 2014, 07:26 h (CET)
Se podría decir que en la medida en que se evidencia el cambio climático, las alergias se hacen notar de una manera creciente en la población mundial. En un informe de investigación de la eco-climatóloga Annette Menzel, de la Universidad Técnica de Múnich, se demuestra que la población europea deberá tener en cuenta una creciente concentración de polen en el aire. Para dicho estudio se tomaron muestras en 13 países y se comprobó que anualmente la cantidad de polen aumenta en un 3% en las ciudades, y en un 1% en las zonas rurales. Los científicos han afirmado que si aumenta la concentración de dióxido de carbono, lo que se presupone, también aumentará la producción de polen, lo que también es debido a la subida de las temperaturas, puesto que con ello se alarga el periodo para las alergias.

El incremento de las alergias, así como la difusión de enfermedades tropicales, es muy alarmante. Teniendo que admitir, tal como dijo el investigador y meteorólogo Mojib Latif, que el ser humano es uno de los causantes del cambio climático, y ahora evidentemente, tiene que sufrir las consecuencias. Lo que desde un punto de vista científico es algo totalmente lógico, puesto que existe una ley universal de acción igual a reacción, es decir una Ley de Causa y efecto.

En nuestro caso, el calentamiento global de la Tierra será la causa, y la extensión de agentes patógenos será el efecto. Este axioma es conocido prácticamente en todas las culturas del mundo, también se conocía en la antigüedad. Demócrito fue uno de los primeros filósofos que defendió de forma amplia el principio de causalidad. También Jesús de Nazaret habló en su tiempo de esta legitimidad, relacionándola sin embargo con la vida y la obra del ser humano en su conjunto. Él dijo: «Lo que el hombre siembre eso cosechará.» También en la actualidad y por medio de la palabra profética dada para esta época se exhorta al ser humano a cambiar y a dar la vuelta antes de que los efectos le alcancen. En el año 2001 tuvo lugar una manifestación del Espíritu de Dios dada a través de Gabriele, la profeta y enviada de Dios para nuestro tiempo, de la que reproducimos un párrafo: «¡Dejad de talar y quemar los bosques quitándoles a los animales y al campo el espacio vital! Devolvedles su espacio de vida a los bosques, campos y praderas, de otra manera vuestro destino, que vosotros mismos os habéis impuesto, os quitará vuestro hogar y propiedad y vuestras fuentes de alimentación, a través de catástrofes en todo el mundo, que vosotros mismos habéis creado a raíz de vuestro comportamiento contra la vida, contra los reinos de la naturaleza, incluidos los animales

Por tanto encontramos una y otra vez esta indicación de la Ley de Causa y efecto, lo que es perfectamente comprensible, pues lo que hacemos a la Tierra, a la naturaleza, a los animales o las plantas nos concierne también a nosotros los seres humanos. Esto no significa que nos vayan a alcanzar los efectos inmediatamente, pero sí en algún momento. Aunque sin ir más lejos ya actualmente esto se muestra con el cambio climático, pues el rumbo de la humanidad se dirige a la colisión climática. De hecho deberíamos lograr dar la vuelta en los próximos 20 años, ya que si no lo conseguimos antes del 2030, tendremos que enfrentarnos a consecuencias impredecibles con respecto al clima.

Lo que sólo parece preocupar mínimamente a la comunidad internacional a pesar de que la Casa Blanca ha hablado seria aunque tímidamente sobre las consecuencias que se avecinan, lo que esperemos ayude a concretar medidas efectivas. Apenas hay un país dispuesto a comprometerse a unos objetivos de reducción. Entretanto las consecuencias del cambio climático se hacen más y más ostensibles: el tiempo hace cabriolas, el hielo de Groenlandia amenaza con derretirse, proliferan los incendios, aumenta el nivel del mar y también las enfermedades.

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