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Entre las rarezas del ambiente, en una de las mesas de la Prensa apareció la palabra.

El bordoneo del Rey Juan Carlos

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El primer apellido del rey Juan Carlos es Borbón y, aunque el diccionario aún no lo reconoce, del apellido ha nacido el verbo “borbonear” que algunos, Pilar Urbano entre ellos, usan para definir una forma de actuar propia de los reyes de la Casa de Borbón. También, como efecto de borbonear, ha nacido “el borboneo”.

El vocablo borboneo sonó por la mañana en lo que a primera hora del día aparecía como el acto político más destacado de la mañana: el desayuno que Nueva Economía Fórum había organizado en el hotel Ritz de Madrid. Allí, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, presentaba a Igna-cio González, Presidente de la Comunidad Autónoma madrileña, con un discurso consistente, como los que hace ella, y con alguna confidencia simpática: Ignacio González me quiso fichar cuando estaba en Inmigración.

Después, el Presidente autonómico tomó la palabra, agradeció la presencia de las autoridades (se olvidó, puede que aposta, de Esperanza Aguirre, a la que citó en segunda instancia), hizo un repaso a los logros de su gobierno, y esbozó lo que parecía un Programa electoral para concurrir, quizá, a una re-elección.

Sin embargo, había algo raro en el ambiente. El presentador del acto, que había llamado a los comensales tres veces antes del comienzo, parecía con ganas de abreviar mientras la Vicepresidenta, consultando con frecuencia el móvil, parecía más preocupada de las señas de su gente (Jefa de Gabinete y Jefe de Prensa) que de lo que decía el orador.

Entre las rarezas del ambiente, en una de las mesas de la Prensa apareció la palabra. Acababa de volver una periodista, del lavabo o de consultar a alguien previo aviso de móvil, e informó que el Presidente del Gobierno había convocado a la prensa para hacer una declaración institucional. Se barajaron los motivos que Rajoy pudiera tener para hacer la llamada (cambio de gobierno, convocatoria de elecciones anticipadas, metida en cintura de los desmanes de Mas…) y alguien pronunció la palabra:

Borboneo
A lo largo de la mañana, desde que el Presidente Rajoy dio la noticia de la abdicación real hasta que, finalmente, el rey apareció en televisión, hubo tiempo para analizar lo que algunos llaman borboneo, que no es exactamente igual a lo que Juan Carlos I estaba haciendo. Hubo tiempo así de consultar el diccionario y encontrar una palabra preciosa: bordoneo, que es el sonido ronco del bordón (o sexta cuerda) de la guitarra. Y que tiene como sinónimos: acorde, rasgueo o sonido.

Y, a la vista de los acordes, rasgueos y sonidos del monarca, también hubo ocasión para tratar de conjugar las realidades que se estaban produciendo con la abdicación anunciada por el Presidente del Gobierno. Ocurría que: El príncipe de Asturias estaba fuera de España. La reina, esposa de monarca y madre del rey futuro, se iba a Nueva York. El Gobierno y el PP trataban, como en el desayuno del Ritz, de justificar sus acciones de gobierno para congraciarse con los votantes desafectos. El PSOE, primer partido de la oposición y pilar de estabilidad, andaba metido en una crisis profunda. Los partidos regionalis-tas, e independentistas, seguían en lo que parece la partición del Estado. El resto de la izquierda, IU y los radicales emergentes, anunciaba sus propuestas, para un Estado no europeo ubicado en un continente imaginario: Utopía. Las demás fuerzas políticas trataban de asimilar los efectos de las elecciones euro-peas. Los problemas nacionales parecían entrar en periodo de mejora, pero con una verdad indiscutible anunciada por un diputado (cesante) de la Unión Europea: La situación nacional es delicada y España no está para experimentos. Y todo ello frente a una realidad europea nueva, en la que los dos grupos parlamentarios mayoritarios (Populares y Socialistas) buscan un equilibrio que frustra las aspiraciones españolas (colocar al popular Arias Cañete y a otros) en beneficio de un socialista no español (Martin Shultz).

Entonces, alrededor de la una de la tarde, apareció el rey en televisión y manifestó: El motivo para abdicar (“Hoy merece pasar a primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determi-nación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando”). La feliz realidad de un Príncipe de Asturias preparado que garantiza la estabilidad. La posibilidad de un futuro próspero superando la crisis. Que había tomado la decisión de abdicar en el momento de cumplir los 76 años…

Después fue el momento de intentar armonizar lo que el rey había dicho con las realidades observadas (aparentemente no concordantes) y algunas otras circunstancias que llenaban la realidad de preguntas: ¿Estaba la seguri-dad nacional asegurada? ¿A qué fue debido el retraso en la comparecencia del rey en TVE? ¿Tan urgente era el asunto que no se pudo esperar a que llegara el Príncipe a España? ¿Lo sabían Rajoy y Rubalcaba desde enero y ambos lo habían silenciado? ¿No se pudo adelantar o retrasar la comunicación días o semanas? ¿Cuáles fueron las causas que motivaron el anuncio de abdicación el lunes de mañana? ¿Se había elaborado una Ley Orgánica para abdicar? ¿Quiénes estaban en el ajo y por qué?

Por si fuera poco a alguien le dio por escuchar la grabación del discurso del rey en la Navidad de 2013. En ella, el veinticuatro de diciembre, doce días antes de su cumpleaños, a los once minutos y diez segundos de locución, el rey dijo exactamente:

“…transmitiros como Rey de España, en primer lugar, mi determinación de continuar estimulando la convivencia cívica en el desempeño fiel del mandato y las competencias que me atribuye el orden constitucional de acuerdo con los principios y valores que ha impulsado nuestro progreso como sociedad”.

Y ahí apareció un interrogante con más de una respuesta, algunas ramificaciones y no pocas convicciones: ¿es posible que haya ocurrido algo (o previsiblemente vaya a ocurrir) para que entre la noche del jueves, día 29 de ma-yo, y la mañana del lunes, día 2 de junio, su majestad el rey Juan Carlos I se decidiera a comunicar su decisión de abdicar (conocida por algunos o no) y sabedores todos de que en el ADN del rey la abdicación es tan extraña como la condición de vegetarianos en los tigres de Bengala?

Entonces, como consuelo, también excusa, apareció el vocablo “bordo-neo”.

El bordoneo del Rey Juan Carlos

Entre las rarezas del ambiente, en una de las mesas de la Prensa apareció la palabra.
José Luis Heras Celemín
martes, 3 de junio de 2014, 07:21 h (CET)
El primer apellido del rey Juan Carlos es Borbón y, aunque el diccionario aún no lo reconoce, del apellido ha nacido el verbo “borbonear” que algunos, Pilar Urbano entre ellos, usan para definir una forma de actuar propia de los reyes de la Casa de Borbón. También, como efecto de borbonear, ha nacido “el borboneo”.

El vocablo borboneo sonó por la mañana en lo que a primera hora del día aparecía como el acto político más destacado de la mañana: el desayuno que Nueva Economía Fórum había organizado en el hotel Ritz de Madrid. Allí, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, presentaba a Igna-cio González, Presidente de la Comunidad Autónoma madrileña, con un discurso consistente, como los que hace ella, y con alguna confidencia simpática: Ignacio González me quiso fichar cuando estaba en Inmigración.

Después, el Presidente autonómico tomó la palabra, agradeció la presencia de las autoridades (se olvidó, puede que aposta, de Esperanza Aguirre, a la que citó en segunda instancia), hizo un repaso a los logros de su gobierno, y esbozó lo que parecía un Programa electoral para concurrir, quizá, a una re-elección.

Sin embargo, había algo raro en el ambiente. El presentador del acto, que había llamado a los comensales tres veces antes del comienzo, parecía con ganas de abreviar mientras la Vicepresidenta, consultando con frecuencia el móvil, parecía más preocupada de las señas de su gente (Jefa de Gabinete y Jefe de Prensa) que de lo que decía el orador.

Entre las rarezas del ambiente, en una de las mesas de la Prensa apareció la palabra. Acababa de volver una periodista, del lavabo o de consultar a alguien previo aviso de móvil, e informó que el Presidente del Gobierno había convocado a la prensa para hacer una declaración institucional. Se barajaron los motivos que Rajoy pudiera tener para hacer la llamada (cambio de gobierno, convocatoria de elecciones anticipadas, metida en cintura de los desmanes de Mas…) y alguien pronunció la palabra:

Borboneo
A lo largo de la mañana, desde que el Presidente Rajoy dio la noticia de la abdicación real hasta que, finalmente, el rey apareció en televisión, hubo tiempo para analizar lo que algunos llaman borboneo, que no es exactamente igual a lo que Juan Carlos I estaba haciendo. Hubo tiempo así de consultar el diccionario y encontrar una palabra preciosa: bordoneo, que es el sonido ronco del bordón (o sexta cuerda) de la guitarra. Y que tiene como sinónimos: acorde, rasgueo o sonido.

Y, a la vista de los acordes, rasgueos y sonidos del monarca, también hubo ocasión para tratar de conjugar las realidades que se estaban produciendo con la abdicación anunciada por el Presidente del Gobierno. Ocurría que: El príncipe de Asturias estaba fuera de España. La reina, esposa de monarca y madre del rey futuro, se iba a Nueva York. El Gobierno y el PP trataban, como en el desayuno del Ritz, de justificar sus acciones de gobierno para congraciarse con los votantes desafectos. El PSOE, primer partido de la oposición y pilar de estabilidad, andaba metido en una crisis profunda. Los partidos regionalis-tas, e independentistas, seguían en lo que parece la partición del Estado. El resto de la izquierda, IU y los radicales emergentes, anunciaba sus propuestas, para un Estado no europeo ubicado en un continente imaginario: Utopía. Las demás fuerzas políticas trataban de asimilar los efectos de las elecciones euro-peas. Los problemas nacionales parecían entrar en periodo de mejora, pero con una verdad indiscutible anunciada por un diputado (cesante) de la Unión Europea: La situación nacional es delicada y España no está para experimentos. Y todo ello frente a una realidad europea nueva, en la que los dos grupos parlamentarios mayoritarios (Populares y Socialistas) buscan un equilibrio que frustra las aspiraciones españolas (colocar al popular Arias Cañete y a otros) en beneficio de un socialista no español (Martin Shultz).

Entonces, alrededor de la una de la tarde, apareció el rey en televisión y manifestó: El motivo para abdicar (“Hoy merece pasar a primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determi-nación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando”). La feliz realidad de un Príncipe de Asturias preparado que garantiza la estabilidad. La posibilidad de un futuro próspero superando la crisis. Que había tomado la decisión de abdicar en el momento de cumplir los 76 años…

Después fue el momento de intentar armonizar lo que el rey había dicho con las realidades observadas (aparentemente no concordantes) y algunas otras circunstancias que llenaban la realidad de preguntas: ¿Estaba la seguri-dad nacional asegurada? ¿A qué fue debido el retraso en la comparecencia del rey en TVE? ¿Tan urgente era el asunto que no se pudo esperar a que llegara el Príncipe a España? ¿Lo sabían Rajoy y Rubalcaba desde enero y ambos lo habían silenciado? ¿No se pudo adelantar o retrasar la comunicación días o semanas? ¿Cuáles fueron las causas que motivaron el anuncio de abdicación el lunes de mañana? ¿Se había elaborado una Ley Orgánica para abdicar? ¿Quiénes estaban en el ajo y por qué?

Por si fuera poco a alguien le dio por escuchar la grabación del discurso del rey en la Navidad de 2013. En ella, el veinticuatro de diciembre, doce días antes de su cumpleaños, a los once minutos y diez segundos de locución, el rey dijo exactamente:

“…transmitiros como Rey de España, en primer lugar, mi determinación de continuar estimulando la convivencia cívica en el desempeño fiel del mandato y las competencias que me atribuye el orden constitucional de acuerdo con los principios y valores que ha impulsado nuestro progreso como sociedad”.

Y ahí apareció un interrogante con más de una respuesta, algunas ramificaciones y no pocas convicciones: ¿es posible que haya ocurrido algo (o previsiblemente vaya a ocurrir) para que entre la noche del jueves, día 29 de ma-yo, y la mañana del lunes, día 2 de junio, su majestad el rey Juan Carlos I se decidiera a comunicar su decisión de abdicar (conocida por algunos o no) y sabedores todos de que en el ADN del rey la abdicación es tan extraña como la condición de vegetarianos en los tigres de Bengala?

Entonces, como consuelo, también excusa, apareció el vocablo “bordo-neo”.

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