Yo te cuento lo que vale tu voto en las elecciones europeas del domingo. Aproximadamente, cienes para arriba, cienes para abajo, unos 17.000 euros mensuales. Esto es lo que van a cobrar las ilustres (que no ilustradas) señorías a las que enviemos desde España a batirse el cobre en el Parlamento Europeo. Todo sea por la patria.
Y digo yo que por esta miseria tampoco hay que rasgarse las vestiduras. Al fin y al cabo sólo son tres kilos de las antiguas pesetas, un puñado de maravedíes con los que salir adelante en este valle de lágrimas. No hagamos una montaña de esto, que a buen seguro los quinientos y pico euros diarios están merecidamente justificados.
Y si no, basta con investigar por las malvadas redes sociales para observar cómo los pobres tienen que dormir en sus escaños, documentarse en periódicos y revistas o distraer el estrés con algún juego Candy Crushiano. Tanto es el trabajo que desarrollan que sus maltrechos cuerpos exigen estas evasiones y alguna más.
Eso sí, te advierto. El domingo pasan lista y al que falte con el compromiso le tacharán de analfabeto político, asocial, euroescéptico e irresponsable. Ahí es nada. Así que, vota, maldito, que el negocio se desmorona sin tu apoyo. Tu derecho legitima el abuso.
Como anécdota, os comunico lo que voy a hacer yo. Me saco un selfie con el móvil, me lo imprimo, escribo debajo lo que pienso de todo este circo, lo firmo, lo meto en el sobre, me voy al colegio electoral, ejerzo mi derecho y después a aprovechar la mañana, que es domingo y va haciendo calor.
Por cierto. Con las mentiras en forma de propaganda electoral que han invadido mi buzón se salvaría media selva amazónica…