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Joaquín Leguina comparte almuerzo y diálogo con la Asociación para la Defensa de la Transición

El separatismo catalán y otras desgracias remediables

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Con este título y leyendo algunos folios para, según dijo, decir más cosas ordenadas en menos tiempo, Joaquín Leguina compartió almuerzo y diálogo con la Asociación para la Defensa de la Transición en el hotel Los Galgos de Madrid.

Conocida la realidad vital del orador, ex en puestos políticos y cargos públicos de relevancia, su presencia, tras sus novelas con reminiscencias histó-ricas recientes y sus declaraciones más notables, había suscitado una curioi-dad general no exenta del morbo que le acompaña desde que se convirtiera en una de las voces más críticas y resentidas del “zapaterismo”. 


Al comienzo, usó la frase de Indalecio Prieto “Socialista a fuer de liberal” para abordar el tema y confesar su pertenencia al PSOE. Después, mezclando sus ideas (más liberales que socialistas) con los hechos, hizo un repaso de la historia catalana, desde el Pacto de Estado que significó la Constitución hasta el momento actual: Deslealtad del independentismo catalán al Pacto desde los inicios de la democracia. Situación de CIU en un “puesto perverso de bisagra” que le permitieron los partidos nacionales mayoritarios de socialistas y populares. Convocatoria de Diadas con tintes separatistas. “Fiasco de Mas” en las elecciones autonómicas, que adelantó y perdió sin que dimitiera. La Crisis, “que empuja hacia adelante” en una situación sometida a las “fuerzas centrípetas europeas”. Y el mal entendido “derecho a decidir”, que, unido al “victimismo”, pretende ser motivo para la convocatoria del referéndum ilegal que promueven  los separatistas.

Mezclándolas con la historia, a la vez fue exponiendo algunas ideas en las que asentar el remedio de algunas de las desgracias remediables. Como principales, el Estado de Derecho, la afirmación de la ley, y el sometimiento de Mas a todas las leyes, incluida “la Ley de la Gravedad”, que entendimos como la atracción física que formulara Newton sin otras connotaciones (de salud, legales o penales). 
Además: La urgencia de “apelar al patriotismo constitucional”. Constatar, aprovechándolo, que los catalanes que votaron el Estatuto fueron una minoría. Reconocer que la apelación del PP al Tribunal Constitucional, frente al Estatuto impuesto, fue una necesidad porque no se dialogó con él ni se le admitió una sola enmienda. Matizar el diálogo que se propugna con los separatistas, sopesando el “para qué” hacerlo con quiénes dan pasos hacia la independencia; y determinando “sobre qué” se puede dialogar. “Hay que mojarse”, los partidos mayoritarios PP y PSOE deben implicarse en la defensa decidida de la Constitución…” y, si es necesario, cambiarla”. No al “federalismo de tercera vía” que hay que desechar así como un “federalismo asimétrico” que no respeta los principios constitucionales.

Hasta ese momento, la lectura, hecha con voz contundente y hasta vehemente, había sido ordenada. Llegado a ese punto, cambió el tono, el semblante se contrajo y la voz se tornó estridente. Fue cuando trató de estudiar la realidad catalana desde la óptica puramente socialista. Se notaba que le dolía que (algunos) “socialistas se sientan incómodos frente a conceptos esenciales de la Constitución”. Con tono exaltado, recordó algunos artículos constitucionales (el 1, el 2, el 3 y el 8)  extrañándose del porqué de la incomodidad de esos socialistas con ellos.

Era el momento de analizar la deriva nacionalista del socialismo catalán, y lo hizo: Los viejos y auténticos socialistas del PSC, que llegaron a más de 1.100.000 votos y en unos pocos años perdieron el 55% de la confianza del electorado. Desplazados por los inmigrantes y los modernismos de las Juventudes Socialistas, los socialistas del PSC alcanzaron un record: Los 55 diputa-dos autonómicos, tras Maragall y el cordobés Montilla, quedaron reducidos a una exigua veintena.

Como conclusión, en el “baile de resultados y escaños”, apreció un hecho relevante: el PSC, el socialismo español y los socialistas catalanes pierden. 

Antes de terminar, para marcar distancias y compensar su defensa de “la derecha política española”, recordó a un PP consentidor que, junto a los socialistas catalanes y con José María Aznar en la presidencia del Gobierno, cometió la insensatez de no recurrir la Ley que posibilitaba la deriva lingüística y la formación de un infancia abocada al separatismo que, pasado un tiempo, llegaría a tener como cierta la falsa inmundicia del “España nos roba”. 

Una vez acabado el discurso, había otra “desgracia remediable”, que Leguina no citó como tal aunque es palpable y en la que él sí tenía algo que decir, aunque se le hubiera “tras ideado”, que no traspapelado, entre los folios que leyó: “La realidad del socialismo actual”. No de forma pública, porque no dio tiempo, pero sí en privado había dos preguntas que formular y que el Primer Presidente Autonómico de  Madrid contestó:

- ¿Conviene mantener el pacto PSC-PSOE?

La respuesta fue concreta: “Sí, si el PSC es leal con el PSOE y con la Constitución. En caso contrario, mejor que los del PSC se vayan”.

- Para terminar lo que ha llamado el duelo del zapaterismo, parece que usted es partidario de mandar al retiro a Rubalcaba, ¿se ha contado con Leguina en la operación de encumbramiento de Pedro Sánchez?

En este caso, la contestación fue menos clara: Dijo que nadie le había llamado. Habló de la realidad actual de un PSOE abocado a Primarias. No aclaró si conocía el “corrimiento de Narbona” hacia Europa para dejar colocado en el escaño a Pedro Sánchez. Sí dijo conocerle; y…, político y a pesar de la edad en más de una banda, dijo esperar que alguien (quizá Pedro Sánchez)  acabe “el duelo del zapaterismo”, lo entierre y ponga al PSOE en la situación que corresponde.   

El separatismo catalán y otras desgracias remediables

Joaquín Leguina comparte almuerzo y diálogo con la Asociación para la Defensa de la Transición
José Luis Heras Celemín
jueves, 8 de mayo de 2014, 14:00 h (CET)
Con este título y leyendo algunos folios para, según dijo, decir más cosas ordenadas en menos tiempo, Joaquín Leguina compartió almuerzo y diálogo con la Asociación para la Defensa de la Transición en el hotel Los Galgos de Madrid.

Conocida la realidad vital del orador, ex en puestos políticos y cargos públicos de relevancia, su presencia, tras sus novelas con reminiscencias histó-ricas recientes y sus declaraciones más notables, había suscitado una curioi-dad general no exenta del morbo que le acompaña desde que se convirtiera en una de las voces más críticas y resentidas del “zapaterismo”. 

Al comienzo, usó la frase de Indalecio Prieto “Socialista a fuer de liberal” para abordar el tema y confesar su pertenencia al PSOE. Después, mezclando sus ideas (más liberales que socialistas) con los hechos, hizo un repaso de la historia catalana, desde el Pacto de Estado que significó la Constitución hasta el momento actual: Deslealtad del independentismo catalán al Pacto desde los inicios de la democracia. Situación de CIU en un “puesto perverso de bisagra” que le permitieron los partidos nacionales mayoritarios de socialistas y populares. Convocatoria de Diadas con tintes separatistas. “Fiasco de Mas” en las elecciones autonómicas, que adelantó y perdió sin que dimitiera. La Crisis, “que empuja hacia adelante” en una situación sometida a las “fuerzas centrípetas europeas”. Y el mal entendido “derecho a decidir”, que, unido al “victimismo”, pretende ser motivo para la convocatoria del referéndum ilegal que promueven  los separatistas.

Mezclándolas con la historia, a la vez fue exponiendo algunas ideas en las que asentar el remedio de algunas de las desgracias remediables. Como principales, el Estado de Derecho, la afirmación de la ley, y el sometimiento de Mas a todas las leyes, incluida “la Ley de la Gravedad”, que entendimos como la atracción física que formulara Newton sin otras connotaciones (de salud, legales o penales). 
Además: La urgencia de “apelar al patriotismo constitucional”. Constatar, aprovechándolo, que los catalanes que votaron el Estatuto fueron una minoría. Reconocer que la apelación del PP al Tribunal Constitucional, frente al Estatuto impuesto, fue una necesidad porque no se dialogó con él ni se le admitió una sola enmienda. Matizar el diálogo que se propugna con los separatistas, sopesando el “para qué” hacerlo con quiénes dan pasos hacia la independencia; y determinando “sobre qué” se puede dialogar. “Hay que mojarse”, los partidos mayoritarios PP y PSOE deben implicarse en la defensa decidida de la Constitución…” y, si es necesario, cambiarla”. No al “federalismo de tercera vía” que hay que desechar así como un “federalismo asimétrico” que no respeta los principios constitucionales.

Hasta ese momento, la lectura, hecha con voz contundente y hasta vehemente, había sido ordenada. Llegado a ese punto, cambió el tono, el semblante se contrajo y la voz se tornó estridente. Fue cuando trató de estudiar la realidad catalana desde la óptica puramente socialista. Se notaba que le dolía que (algunos) “socialistas se sientan incómodos frente a conceptos esenciales de la Constitución”. Con tono exaltado, recordó algunos artículos constitucionales (el 1, el 2, el 3 y el 8)  extrañándose del porqué de la incomodidad de esos socialistas con ellos.

Era el momento de analizar la deriva nacionalista del socialismo catalán, y lo hizo: Los viejos y auténticos socialistas del PSC, que llegaron a más de 1.100.000 votos y en unos pocos años perdieron el 55% de la confianza del electorado. Desplazados por los inmigrantes y los modernismos de las Juventudes Socialistas, los socialistas del PSC alcanzaron un record: Los 55 diputa-dos autonómicos, tras Maragall y el cordobés Montilla, quedaron reducidos a una exigua veintena.

Como conclusión, en el “baile de resultados y escaños”, apreció un hecho relevante: el PSC, el socialismo español y los socialistas catalanes pierden. 

Antes de terminar, para marcar distancias y compensar su defensa de “la derecha política española”, recordó a un PP consentidor que, junto a los socialistas catalanes y con José María Aznar en la presidencia del Gobierno, cometió la insensatez de no recurrir la Ley que posibilitaba la deriva lingüística y la formación de un infancia abocada al separatismo que, pasado un tiempo, llegaría a tener como cierta la falsa inmundicia del “España nos roba”. 

Una vez acabado el discurso, había otra “desgracia remediable”, que Leguina no citó como tal aunque es palpable y en la que él sí tenía algo que decir, aunque se le hubiera “tras ideado”, que no traspapelado, entre los folios que leyó: “La realidad del socialismo actual”. No de forma pública, porque no dio tiempo, pero sí en privado había dos preguntas que formular y que el Primer Presidente Autonómico de  Madrid contestó:

- ¿Conviene mantener el pacto PSC-PSOE?

La respuesta fue concreta: “Sí, si el PSC es leal con el PSOE y con la Constitución. En caso contrario, mejor que los del PSC se vayan”.

- Para terminar lo que ha llamado el duelo del zapaterismo, parece que usted es partidario de mandar al retiro a Rubalcaba, ¿se ha contado con Leguina en la operación de encumbramiento de Pedro Sánchez?

En este caso, la contestación fue menos clara: Dijo que nadie le había llamado. Habló de la realidad actual de un PSOE abocado a Primarias. No aclaró si conocía el “corrimiento de Narbona” hacia Europa para dejar colocado en el escaño a Pedro Sánchez. Sí dijo conocerle; y…, político y a pesar de la edad en más de una banda, dijo esperar que alguien (quizá Pedro Sánchez)  acabe “el duelo del zapaterismo”, lo entierre y ponga al PSOE en la situación que corresponde.   

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