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Etiquetas | Cristianismo originario

La tradición nubla el acontecimiento cósmico de la Semana Santa

De lo que se escenifica en la Semana Santa es casi imposible rescatar lo más interno
Vida Universal
lunes, 14 de abril de 2014, 07:30 h (CET)
Año tras año la llamada cristiandad repite las mismas costumbres de carácter institucional-eclesiástico, ¿pero es eso cristianismo? La masa de la humanidad se deja llevar por el remolino de los ritos prescritos y apenas nadie pregunta por el sentido de la Navidad o de la Semana Santa. La reflexión casi siempre es: ¡Bueno, ésa es la tradición, ésa es la costumbre! Conforme a eso se celebra también el acontecimiento de la Pascua, de la que se podría decir que es una especie de escenificación, una minimización que resta importancia y denigra el calvario de Jesús de Nazaret y Su crucifixión.

Desde hace aproximadamente dos mil años, en el tiempo de Navidad y de Pascua lo que se exterioriza en las instituciones eclesiásticas que se denominan a si mismas “cristianas” parece más bien burla y escarnio del poderoso acontecimiento cósmico acontecido. Muy pocas personas saben que lo que tomó sobre sí el Hijo de Dios fue un acto de rescate cósmico. Un acontecimiento cósmico que partió desde el Reino de Dios, pues a pesar de todas las amenazas, Él vino, se encarnó en el niño Jesús e hizo frente al adversario de Dios, el demonio. Jesús de Nazaret soportó los métodos de tortura más sofisticados y dolorosos para cumplir su misión traída del Reino de Dios: Salvar la cuna de la creación y de ese modo también el Reino de Dios, el maravilloso hogar Eterno.

Jesús dejó que le maltrataran y torturaran con métodos inimaginables, Él se dejó maltratar hasta la extenuación, pues Su conciencia decía: “Padre, en Tus manos quiero poner la salvación de la creación”. Él siguió el horrible camino de la tortura que Satanás había tramado y permitió que le crucificaran. Torturado, maltratado e irreconocible dijo en la cruz: “¡Está consumado! ¡Padre en Tus manos encomiendo Mi espíritu!”.

La creación de Dios ha sido salvada. Con las palabras: «¡Está consumado!» se desprendió una parte de Su herencia divina que traspasó por partes iguales a todas las almas y hombres. A ese regalo del Cristo de Dios en el alma y el ser humano lo llamamos la luz redentora. El “Está consumando” abarca a todos los ámbitos de la caída incluida la Tierra con sus animales y plantas. Para que la cuna cósmica de la creación del Reino de Dios no pudiera ser conquistada por el adversario de Dios, para que no pudiera degenerarse más llegando hasta la disolución de toda la creación divina, Cristo nos dio a todas las almas y seres humanos también una parte de Su herencia divina. A cada alma le prestó una cantidad de esa fuerza inextinguible como un soporte espiritual incargable. Por lo tanto cada alma ha sido salvada por medio del poderoso acto redentor del Hijo de Dios, que es el corregente del Reino de Dios.

Sin embargo de lo que se escenifica en la Semana Santa es casi imposible rescatar lo más interno, el hecho de la redención, el acontecimiento cósmico poderoso de dimensiones inimaginables que tuvo lugar en la cruz. Cristo, el Corregente del Reino de Dios, salvó lo más interno en nuestra alma, al ser divino. Él evitó que toda la creación se disolviera y nos posibilita el camino de regreso al hogar eterno, a nuestro origen divino, que ya no puede ser disuelto porque Él ha traído el «stop», es decir: ¡Hasta aquí y no más! En este punto simplemente se podría decir: Quien lo pueda captar que lo capte, y quien lo quiera dejar... ¿y seguirá minimizando la Semana Santa?.

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