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No me alegro de las cogidas aunque tampoco las lamento. Digamos que no me gusta la violencia pero sólo hay un sufrimiento que de verdad se me clava: el del violado, nunca el del violento. Y ahora escribo esto con un nudo en el estómago porel toro y una arcada en la garganta por el torero.
Cuenta un diario que "la sensación y el dramatismo del héroe caído arrancaron literalmente las dos orejas del palco" y añade que tu subalterno "las cogió y las llevó hasta el quirófano, como debe ser".
¿Héroe caído?, ¿quién?, ¿tú, matador?, ¿tú que martirizaste hasta lo indecible a ese animal?, ¿tú porque él, con la espada que le ensartaste tan metida en su cuerpo que sólo asomaba la empuñadura acertó a empitonarte una vez?.
¿Dónde está la heroicidad de tu acto? ¿En su miedo, en su dolor, en su agonía, en su muerte? No, no hay proeza ni nobleza en tu crimen, no hay atisbo de coraje y sí derroche de cobardía. Tampoco es tuyo el dramatismo sino suyo, porque nada más injusto y sobrecogedor que ser torturado y asesinado por una razón: porque el único que allí mata con premeditación, cuadrilla, ensañamiento y no poca alevosía a una criatura inocente se llevará por hacerlo aproximadamente un cuarto de millón de euros. El resto: tradición, arte, cultura, pobre dehesa, HemingwaySabinaPicassoDepardieu… sólo es blanquear el sepulcro.
No sé si disfrutaste cuando tu ayudante entró en la sala de operaciones con las dos orejas amputadas al toro, pero no me extrañaría Ponce, no me extrañaría nada, y es que he oído que hay personas que tienen un orgasmo ante la visión del cadáver de su víctima.
Tal y como Vd, me ha pedido, Sr Sánchez, me he tomado un poco de tiempo para leer (no solo una vez), el contenido de la carta pública que nos ha enviado a todos los españoles el pasado miércoles. Le confieso que más que su contenido, nada atractivo desde el punto de vista literario y de escaso valor político, me interesaba conocer las razones de su insólita decisión de trasladar a los españoles sus dudas existenciales sobre su futuro personal y político.
Con motivo de los feroces ajustes en la economía argentina, una conocida me confesó la otra tarde, muy triste, que no podría viajar a Europa quizá nunca más. Enseguida pensé que personas como ella sólo sufren las consecuencias de su ideología (o de la adoptada por algún sofisma en las campañas electorales de la época), cuando ven tocado su bolsillo.
La campaña de descrédito contra la buena imagen y el honor del presidente del gobierno se ha desatado, de una forma virulenta, estos últimos días y semanas. Parece que se quiere lograr mediante descalificaciones el acoso y derribo de Pedro Sánchez. Según distintos medios de comunicación el inicio de una investigación judicial contra la esposa de Sánchez es un disparate, ya que no existen indicios suficientes para la misma.
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