Omnipresente. Así estuvo el ausente ex presidente de gobierno José María Aznar en la convención menos política del Partido Popular, que se celebró, entre arremetidas contra los que han osado abandonar el barco y reivindicar los en parte abandonados principios, en Valladolid. De Jaime Mayor Oreja pocos se acordaban. Dan por seguro que sus principios democristianos y los recuerdos de la UCD le impedirán pegar la espantada que han dado otros.
Bajadas de impuestos que nadie que no necesite del PP para satisfacer su ego o su bolsillo se cree, firmeza frente al terrorismo y críticas feroces contra Alfredo Pérez Rubalcaba. Es el resumen del discurso presidencial, que se perdió el verso suelto, que ya no es Alberto Ruiz Gallardón, sino Esperanza Aguirre –llegó, vio, venció, pidió unidad y menos Estado y se largó-. Ni ella ni Ignacio González, a quien todos descabalgan ya de la candidatura madrileña, se quedaron hasta el final. Quizá para no tener que escuchar a la cada día más inane Alicia Sánchez Camacho, a quien Rajoy acaba de salvar de sus enemigos internos, definir a Cristóbal Montoro, y van más de cuarenta subidas impositivas, como “el ministro más querido” por los españoles. Matrix. Arantza Quiroga fue reivindicada por todos. El PP pop de la caída libre en número de votos puesto como ejemplo a seguir.
María Dolores de Cospedal, todo lo bien que gobierna en Castilla-La Mancha lo hace mal al frente de la Secretaría General de los populares, hacía las delicias de los internautas con su “el PP o la nada”, copia del socialismo o muerte tan propio de los colectivistas. Choteo generalizado. Visiten el tuitero hashtag #frasescospedalianas.
Pronto veremos si, como sondeos y encuestas pronostican, las urnas no devuelven al PP a una dura realidad. Un PP que sigue sin deshojar la margarita de la candidatura de mayo, al frente de la cual la mayoría sitúa al aspirante a comisario europeo, Arias Cañete. Fue el encargado de sustituir a Mayor Oreja en la ponencia sobre Europa de Valladolid. Clara señal de la crisis de gobierno que podría tener lugar en unas semanas.
Sea como fuere, el propagandístico acto del fin de semana, en donde los militantes posaban en un croma en el que aparecía Mariano Rajoy, lejos de servir para movilizar a un electorado cada día más alejado de los grandes partidos, ha pretendido ser una inyección de moral para los desmotivados cuadros intermedios de la formación, que Génova quiere movilizar pueblo por pueblo para evitar la hecatombe. Con lo fácil que sería volver a los principios.