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Cuando una persona tan grande se va lo que deja en nosotros es mucho más grande de lo que creemos

Montse se ha quedado (para siempre)

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Montse se ha ido. Esta semana Montse, fatalmente, dolorosamente, desconsoladamente se ha ido. Rodeada de sus personas más queridas, de un poquito de ese inmenso amor que siempre dio y despidiéndose de la forma más absolutamente inesperada, festiva y ávida … se ha ido.

Mi relación con Montse es, vitalmente, tangencial. Sin embargo su presencia y los efectos de su presencia son solidos, gigantes y bellos como los de un acantilado. Montse nos enseñaba sensatez, cordura y amor. Desde esa inacabable sensibilidad que la caracterizaba, desde su firmeza y amor.

Ella puso su corazón gigante con su cabeza nada,nada pequeña, escuchando y hablando, en medio de cabezas gigantes con corazones nada pequeños, y nos conquistó a todos. No solo eso, mucho más allá. En su estar, simplemente estando, tomó partes de nosotros y las reconfiguró por completo, cambiándolas, ampliándolas, dotándolas de una mucho mayor profundidad, riqueza y sentido.

Y en esto que, si casi poder preverlo y sin poder evitarlo, nuestras vivencias con ella dejaron de poder renovarse. Nos quedamos sin aliento, sin pulso, sin. Cuando el pulso y el aliento van volviendo, poco a poco encontramos a esa inmensidad que ella ha construido en cada uno, dulce y firmemente.

Y cada nuevo día que vivamos será, inevitablemente, con ella. Nos ha conectado, en su entorno, de una forma especial. Nos ha hecho mirarnos, sentirnos y escucharnos, de una forma especial. Ha dejado tejidos puentes y uniones que son ella, cada vez y en cada rato. Un mucho de nosotros es ella y así va a ser para siempre.

Montse se ha quedado, en nosotros.

Dedicado a mi tía Montse Anfruns, un alma inmensa que nos ha aportado una mirada especial. Y a todas las Montses que podéis reconocer si miráis alrededor vuestro.

Montse se ha quedado (para siempre)

Cuando una persona tan grande se va lo que deja en nosotros es mucho más grande de lo que creemos
Luis W. Sevilla
domingo, 26 de enero de 2014, 10:59 h (CET)
Montse se ha ido. Esta semana Montse, fatalmente, dolorosamente, desconsoladamente se ha ido. Rodeada de sus personas más queridas, de un poquito de ese inmenso amor que siempre dio y despidiéndose de la forma más absolutamente inesperada, festiva y ávida … se ha ido.

Mi relación con Montse es, vitalmente, tangencial. Sin embargo su presencia y los efectos de su presencia son solidos, gigantes y bellos como los de un acantilado. Montse nos enseñaba sensatez, cordura y amor. Desde esa inacabable sensibilidad que la caracterizaba, desde su firmeza y amor.

Ella puso su corazón gigante con su cabeza nada,nada pequeña, escuchando y hablando, en medio de cabezas gigantes con corazones nada pequeños, y nos conquistó a todos. No solo eso, mucho más allá. En su estar, simplemente estando, tomó partes de nosotros y las reconfiguró por completo, cambiándolas, ampliándolas, dotándolas de una mucho mayor profundidad, riqueza y sentido.

Y en esto que, si casi poder preverlo y sin poder evitarlo, nuestras vivencias con ella dejaron de poder renovarse. Nos quedamos sin aliento, sin pulso, sin. Cuando el pulso y el aliento van volviendo, poco a poco encontramos a esa inmensidad que ella ha construido en cada uno, dulce y firmemente.

Y cada nuevo día que vivamos será, inevitablemente, con ella. Nos ha conectado, en su entorno, de una forma especial. Nos ha hecho mirarnos, sentirnos y escucharnos, de una forma especial. Ha dejado tejidos puentes y uniones que son ella, cada vez y en cada rato. Un mucho de nosotros es ella y así va a ser para siempre.

Montse se ha quedado, en nosotros.

Dedicado a mi tía Montse Anfruns, un alma inmensa que nos ha aportado una mirada especial. Y a todas las Montses que podéis reconocer si miráis alrededor vuestro.

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