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La presentación de 'podemos', proyecto de candidatura electoral a las Elecciones Europeas, agita el panorama partidista y social

¿Que si podemos? ¡Debemos!

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Esta semana hemos asistido a uno de esos fenómenos que no se dan con frecuencia en nuestro panorama de partidos políticos: se ha puesto en marcha un intento de hacer un frente común social y político que, empezando por las próximas elecciones europeas, pueda presentar batalla (con la intención de ganarla) frente al rodillo neoliberal de la Troika (FMI, UE y BCE), la banca y la oligarquía financiero-corporativa que campan a sus anchas en nuestro país gracias a la indispensable servidumbre tanto del PP como del PSOE.

El proyecto aparece con lo que parece un señuelo muy atractivo: El televisivo Pablo Iglesias, conocido por los públicos de todas las ideologías que ven la televisión porque contrarresta las barbaridades de los tertulianos de derecha y extrema derecha en cuatro, la sexta o intereconomía. Está impulsado por el partido Izquierda Anticapitalista, que lleva un par de elecciones presentándose en bastantes provincias españolas sin haber conseguido aún representación parlamentaria. Su posicionamiento político responde fielmentel a su nombre: representan una izquierda socialmente y medioambientalmente responsable, con un fuerte compromiso con los derechos y libertades de todos los ciudadanos, especialmente de los más desfavorecidos, contraria a este capitalismo depredador. Un partido cercano a los movimientos sociales que se han estado enfrentando desde hace más de 15 años a la globalización neoliberal al entender que esta era una evolución del capitalismo que llevaría al mundo a una crisis económica, ecológica y humana de manera inevitable.

El anuncio y la posterior presentación de la candidatura han suscitado una gran cantidad de rechazos desde todo el espectro ideológico. Desde las derechas con buena lógica al tratarse de un adversario irreconciliable. Pero desde la izquierda, especialmente desde Izquierda Unida, es desde donde se han podido leer las críticas más feroces y las más destempladas descalificaciones.

Es evidente para una mayoría de ciudadanos que la situación económica, pero especialmente política es un auténtico desastre de proporciones inmensas del que no se vislumbra manera de salir. Hay un consenso muy grande sobre el estado de corrupción generalizado en los partidos que han formado gobiernos de forma habitual en los últimos 20 años: PP, PSOE, PNV y CiU han organizado un sistema de trasvase de dinero público a los miembros de los consejos de administración de las grandes corporaciones y la banca enriqueciéndose al mismo tiempo y empobreciendo a la mayor parte de la ciudadanía. El poder legislativo es inoperante puesto que las leyes las realizan camarillas desde el gobierno (la última reforma eléctrica la redactó la patronal de las eléctricas). El poder judicial está sometido casi por completo a las necesidades e intereses de los poderosos y de sus colaboradores. Los propios partidos se han convertido, gracias a un eficaz sistema de ocultación de sus actividades, en un contenedor en el que caben los peores comportamientos caciquiles, depredadores y profundamente antidemocráticos.

Y este orden de cosas es completamente inasumible e insostenible. En los últimos 3 años estamos observando como desde más pequeños grupos de la sociedad civil se afronta este escenario rechazándolo con energía. Las mareas por los servicios públicos, la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, las asambleas populares y de barrio. La que esta semana ha conseguido hacerse escurchar en Gamonal, Burgos. La inmensa mayoría de los medios de comunicación de masas, televisión, prensa y radio, nos presentan un aspecto de la realidad tan parcial y sesgado que apenas si nos muestran la realidad que vivimos, y su punto de vista apenas se corresponde con la opinión de los ciudadanos. En cambio a través de los medios alternativos de información: prensa alternativa, redes sociales en internet, hablando con vecinos, compañeros y desconocidos tenemos una sensación muy clara de que la desaprobación, el hartazgo y el rechazo a esta situación y este sistema es muy amplio,

Pero el sistema electoral, el sistema de partidos, el sistema de conexión entre las élites adineradas y las cúpulas de los partidos es tan cerrado y tan eficaz que funciona como una reja de hierro: Los ciudadano fuera de los intereses económicos oligárquicos o de los intereses políticos a su servicio estamos encerrados y no tenemos capacidad de influir para que esta situación pueda arreglarse o mejorarse.

Esta situación de bloqueo de las instituciones, de golpe de estado manifiesto, de usurpación de la representación popular por parte de un colectivo de individuos rapaces al servicio de los poderes fácticos clásicos (el capital, la iglesia) no puede romperse desde los mismos elementos que la conforman (la monarquía, los partidos del sistema, la CEOE o los sindicatos que han contribuido a montarla, CCOO y UGT). Estos grupos son el forjado de este sistema y por muchas poses o declaraciones públicas que puedan hacer unos u otros no van a romper algo que han ayudado a construir y contribuyen a mantener.

Y sin duda el factor social fundamental que ha contribuido a que llegáramos al actual orden de cosas ha sido una mezcla de pasividad, desinterés y credulidad. Los ciudadanos hemos estado manteniendo un desinterés hacia los asuntos colectivos que ha contribuido a que este sistema político se corrompiera. El desinterés por la política, por el compromiso colectivo, por el funcionamiento de las instituciones (de la mas lejana a la más cercana) nos ha llevado por un camino de individualismo y desafección por los problemas de los demás. Hemos a la vez que el coche, el piso, la televisión y el móvil los recortes, los desahucios, la corrupción y la injusticia.

Sólo que ya no puede ser. Los ciudadanos necesitamos vivir en un país con un Estado de Derecho que funcione eficazmente. Con un Estado Social que contribuya a reducir las desigualdades. Un sistema de Gobierno que incluya de forma habitual la participación ciudadana y que defienda y proteja los derechos de las minorías más vulnerables y perseguidas. Un Estado, vaya, que cumpla el texto y el espíritu de la Constitución actualmente vigente. Y un sistema político que permita su modificación para adaptarla a las necesidades actuales. Y esto no es algo que vaya a pasar con los partidos que hemos tenido hasta aquí porque están todos sometidos al dictado de la banca y de las oligarquías. Por supuesto que las bases de alguno de los partidos o de los sindicatos que he mencionado también quieren esto: solo que sus cúpulas no, y son los que mandan.

Por tanto para poder recuperar la función correcta de las instituciones, para poder devolver el gobierno a los ciudadanos necesitamos muchos cambios, conjuntos, que tienen que venir de fuera de este sistema injusto, mentirosos y depredador. Hay algunas posibilidades de realizar esto dentro del actual marco legal, pero requiere el esfuerzo de muchos de nosotros para hacer exactamente lo contrario de lo que hemos estado haciendo hasta ahora: participar en organizaciones, no delegar la toma de decisiones ni aceptar las decisiones que vayan en contra de nuestros intereses o nuestra dignidad. No dejarnos engañar por la propaganda que nos llega a través de los medios al servicio de los que nos roban. Sumarnos de forma activa a organizaciones civiles de defensa de derechos. Recuperar nuestro yo colectivo. Y si no lo hemos tenido nunca, empezar a tenerlo.

Pero todo esto solo nos llevara a un choque violento si a la vez no se produce una transformación política profundamente democrática y social en las instituciones. Es ese el papel que tienen que cubrir los partidos políticos que sean capaces de defender los intereses de los ciudadanos, mayoritariamente clases económicas baja, muy baja y marginal, que no sean sumisos a la oligarquía depredadora. Es en ese hueco donde puede (y debe) engancharse podemos, el proyecto que se ha puesto en marcha esta semana y que lleva a Pablo Iglesias como cabeza visible.

Solo se puede recuperar la democracia desde la izquierda radical. Y solo vamos a poder vivir todos dignamente si el capitalismo es solo una parte minoritaria de nuestra vida. Para el que aún esté leyendo esto y tenga un posicionamiento político moderado, se considere apolítico o de centro, la siguiente afirmación le va a parecer una barbaridad. Sin embargo la pléyade de partidos de izquierda radical de distintas sensibilidades que han aflorado y han estado subiendo en apoyos electorales y formado gobiernos municipales están muy cerca de las necesidades que he mencionado y además cuentan con el apoyo de una buena porción del electorado. Tal y como Diego González exponía en el artículo Cruzar la ventana de oportunidad las coincidencias entre todos ellos son máximas y las diferencias mínimas. Parece que empezamos a ver limas con las que serrar los barrotes del muro.

Y podemos se presenta también como un llamamiento a construir un frente común. Ante esa existente fragmentación del voto social comprometido y el intento (fallido) durante los últimos meses de Izquierda Unida de formar una candidatura de unidad a las elecciones europeas, este podría ser el peldaño decisivo que nos faltaba por subir para ser capaces de presentar batalla en la guerra que la Troika y la banca han declarado a los ciudadanos. Pero ese frente común no se va a poder lograr desde la política partidista corta de miras y larga de intereses que se ha hecho hasta ahora. Ese frente común llegará como el anticipo de un cambio en la política que no margine a los ciudadanos, que se acuerde de ellos y los tenga en cuenta todos los días. Una política al servicio de los ciudadanos, no que se sirva de ellos mediante engaños y coacciones.

Creo que este proyecto necesita y se merece el apoyo de todos los que creamos que debemos transformar nuestra sociedad. Creo que es un proyecto que está estrechamente conectado con las necesidades de la mayoría de la población y que es capaz de hablar por ella, escucharla y hacerla participar de la toma de decisiones. Creo que es un proyecto que tiene (aunque en el anuncio parezca desmentirlo) vocación asamblearia, horizontal, no jerárquica e inclusiva. Y creo que deberíamos sumar nuestro apoyo desde la mayor variedad de matices posibles. Matices de izquierda, por supuesto. Y de izquierda radical. La moderación es la muerte, como ya nos ha enseñado el neoliberalismo con su globalización. Desde luego el proyecto cuenta con mi apoyo, y confío en que desde la mayoría de partidos de izquierda sean capaces de comprender que esta es una gran oportunidad y la aprovechen sumándose. Si esta no es la buena, la definitiva, sin duda va a suponer un gran paso adelante. Romper el camino trillado de los partidos tradicionales. Sumar acceso a los medios de comunicación de un mensaje profundamente social y subversivo. Quitarle la seguridad y la convicción a los que se sienten como la única y verdadera izquierda. Y dar esperanzas a todos los electores que están buscando un compromiso con la regeneración, con la justicia, con la democracia, con la decencia, con los derechos, con la protección. Sin duda está es la orientado en la dirección correcta y vamos a seguir intentándolo hasta que lo consigamos. O hasta que en las costuras del sistema no quepamos y estas salten.

Hay algunos textos que me parecen muy interesantes como contexto tanto del proyecto como de la evolución que está teniendo nuestra sociedad en los últimos años: Sobre el cambio de mentalidad y la participación Fuerza y poder. Reimaginar la revolución, de Amador Fernández-Sabater y Canvis d’hegemonia de Xavier Díez. Sobre la candidatura podemos ¿Qué es lo que podemos hacer? De Santiago Alba Rico y Pablo Iglesias: de reformismos y frentes comunes, de Nega (LCDM). Y sobre la oportunidad de la unidad de la izquierda el ya mencionado Cruzar la ventana de oportunidad de Diego González Cadenas.

¿Que si podemos? ¡Debemos!

La presentación de 'podemos', proyecto de candidatura electoral a las Elecciones Europeas, agita el panorama partidista y social
Luis W. Sevilla
domingo, 19 de enero de 2014, 12:35 h (CET)
Esta semana hemos asistido a uno de esos fenómenos que no se dan con frecuencia en nuestro panorama de partidos políticos: se ha puesto en marcha un intento de hacer un frente común social y político que, empezando por las próximas elecciones europeas, pueda presentar batalla (con la intención de ganarla) frente al rodillo neoliberal de la Troika (FMI, UE y BCE), la banca y la oligarquía financiero-corporativa que campan a sus anchas en nuestro país gracias a la indispensable servidumbre tanto del PP como del PSOE.

El proyecto aparece con lo que parece un señuelo muy atractivo: El televisivo Pablo Iglesias, conocido por los públicos de todas las ideologías que ven la televisión porque contrarresta las barbaridades de los tertulianos de derecha y extrema derecha en cuatro, la sexta o intereconomía. Está impulsado por el partido Izquierda Anticapitalista, que lleva un par de elecciones presentándose en bastantes provincias españolas sin haber conseguido aún representación parlamentaria. Su posicionamiento político responde fielmentel a su nombre: representan una izquierda socialmente y medioambientalmente responsable, con un fuerte compromiso con los derechos y libertades de todos los ciudadanos, especialmente de los más desfavorecidos, contraria a este capitalismo depredador. Un partido cercano a los movimientos sociales que se han estado enfrentando desde hace más de 15 años a la globalización neoliberal al entender que esta era una evolución del capitalismo que llevaría al mundo a una crisis económica, ecológica y humana de manera inevitable.

El anuncio y la posterior presentación de la candidatura han suscitado una gran cantidad de rechazos desde todo el espectro ideológico. Desde las derechas con buena lógica al tratarse de un adversario irreconciliable. Pero desde la izquierda, especialmente desde Izquierda Unida, es desde donde se han podido leer las críticas más feroces y las más destempladas descalificaciones.

Es evidente para una mayoría de ciudadanos que la situación económica, pero especialmente política es un auténtico desastre de proporciones inmensas del que no se vislumbra manera de salir. Hay un consenso muy grande sobre el estado de corrupción generalizado en los partidos que han formado gobiernos de forma habitual en los últimos 20 años: PP, PSOE, PNV y CiU han organizado un sistema de trasvase de dinero público a los miembros de los consejos de administración de las grandes corporaciones y la banca enriqueciéndose al mismo tiempo y empobreciendo a la mayor parte de la ciudadanía. El poder legislativo es inoperante puesto que las leyes las realizan camarillas desde el gobierno (la última reforma eléctrica la redactó la patronal de las eléctricas). El poder judicial está sometido casi por completo a las necesidades e intereses de los poderosos y de sus colaboradores. Los propios partidos se han convertido, gracias a un eficaz sistema de ocultación de sus actividades, en un contenedor en el que caben los peores comportamientos caciquiles, depredadores y profundamente antidemocráticos.

Y este orden de cosas es completamente inasumible e insostenible. En los últimos 3 años estamos observando como desde más pequeños grupos de la sociedad civil se afronta este escenario rechazándolo con energía. Las mareas por los servicios públicos, la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, las asambleas populares y de barrio. La que esta semana ha conseguido hacerse escurchar en Gamonal, Burgos. La inmensa mayoría de los medios de comunicación de masas, televisión, prensa y radio, nos presentan un aspecto de la realidad tan parcial y sesgado que apenas si nos muestran la realidad que vivimos, y su punto de vista apenas se corresponde con la opinión de los ciudadanos. En cambio a través de los medios alternativos de información: prensa alternativa, redes sociales en internet, hablando con vecinos, compañeros y desconocidos tenemos una sensación muy clara de que la desaprobación, el hartazgo y el rechazo a esta situación y este sistema es muy amplio,

Pero el sistema electoral, el sistema de partidos, el sistema de conexión entre las élites adineradas y las cúpulas de los partidos es tan cerrado y tan eficaz que funciona como una reja de hierro: Los ciudadano fuera de los intereses económicos oligárquicos o de los intereses políticos a su servicio estamos encerrados y no tenemos capacidad de influir para que esta situación pueda arreglarse o mejorarse.

Esta situación de bloqueo de las instituciones, de golpe de estado manifiesto, de usurpación de la representación popular por parte de un colectivo de individuos rapaces al servicio de los poderes fácticos clásicos (el capital, la iglesia) no puede romperse desde los mismos elementos que la conforman (la monarquía, los partidos del sistema, la CEOE o los sindicatos que han contribuido a montarla, CCOO y UGT). Estos grupos son el forjado de este sistema y por muchas poses o declaraciones públicas que puedan hacer unos u otros no van a romper algo que han ayudado a construir y contribuyen a mantener.

Y sin duda el factor social fundamental que ha contribuido a que llegáramos al actual orden de cosas ha sido una mezcla de pasividad, desinterés y credulidad. Los ciudadanos hemos estado manteniendo un desinterés hacia los asuntos colectivos que ha contribuido a que este sistema político se corrompiera. El desinterés por la política, por el compromiso colectivo, por el funcionamiento de las instituciones (de la mas lejana a la más cercana) nos ha llevado por un camino de individualismo y desafección por los problemas de los demás. Hemos a la vez que el coche, el piso, la televisión y el móvil los recortes, los desahucios, la corrupción y la injusticia.

Sólo que ya no puede ser. Los ciudadanos necesitamos vivir en un país con un Estado de Derecho que funcione eficazmente. Con un Estado Social que contribuya a reducir las desigualdades. Un sistema de Gobierno que incluya de forma habitual la participación ciudadana y que defienda y proteja los derechos de las minorías más vulnerables y perseguidas. Un Estado, vaya, que cumpla el texto y el espíritu de la Constitución actualmente vigente. Y un sistema político que permita su modificación para adaptarla a las necesidades actuales. Y esto no es algo que vaya a pasar con los partidos que hemos tenido hasta aquí porque están todos sometidos al dictado de la banca y de las oligarquías. Por supuesto que las bases de alguno de los partidos o de los sindicatos que he mencionado también quieren esto: solo que sus cúpulas no, y son los que mandan.

Por tanto para poder recuperar la función correcta de las instituciones, para poder devolver el gobierno a los ciudadanos necesitamos muchos cambios, conjuntos, que tienen que venir de fuera de este sistema injusto, mentirosos y depredador. Hay algunas posibilidades de realizar esto dentro del actual marco legal, pero requiere el esfuerzo de muchos de nosotros para hacer exactamente lo contrario de lo que hemos estado haciendo hasta ahora: participar en organizaciones, no delegar la toma de decisiones ni aceptar las decisiones que vayan en contra de nuestros intereses o nuestra dignidad. No dejarnos engañar por la propaganda que nos llega a través de los medios al servicio de los que nos roban. Sumarnos de forma activa a organizaciones civiles de defensa de derechos. Recuperar nuestro yo colectivo. Y si no lo hemos tenido nunca, empezar a tenerlo.

Pero todo esto solo nos llevara a un choque violento si a la vez no se produce una transformación política profundamente democrática y social en las instituciones. Es ese el papel que tienen que cubrir los partidos políticos que sean capaces de defender los intereses de los ciudadanos, mayoritariamente clases económicas baja, muy baja y marginal, que no sean sumisos a la oligarquía depredadora. Es en ese hueco donde puede (y debe) engancharse podemos, el proyecto que se ha puesto en marcha esta semana y que lleva a Pablo Iglesias como cabeza visible.

Solo se puede recuperar la democracia desde la izquierda radical. Y solo vamos a poder vivir todos dignamente si el capitalismo es solo una parte minoritaria de nuestra vida. Para el que aún esté leyendo esto y tenga un posicionamiento político moderado, se considere apolítico o de centro, la siguiente afirmación le va a parecer una barbaridad. Sin embargo la pléyade de partidos de izquierda radical de distintas sensibilidades que han aflorado y han estado subiendo en apoyos electorales y formado gobiernos municipales están muy cerca de las necesidades que he mencionado y además cuentan con el apoyo de una buena porción del electorado. Tal y como Diego González exponía en el artículo Cruzar la ventana de oportunidad las coincidencias entre todos ellos son máximas y las diferencias mínimas. Parece que empezamos a ver limas con las que serrar los barrotes del muro.

Y podemos se presenta también como un llamamiento a construir un frente común. Ante esa existente fragmentación del voto social comprometido y el intento (fallido) durante los últimos meses de Izquierda Unida de formar una candidatura de unidad a las elecciones europeas, este podría ser el peldaño decisivo que nos faltaba por subir para ser capaces de presentar batalla en la guerra que la Troika y la banca han declarado a los ciudadanos. Pero ese frente común no se va a poder lograr desde la política partidista corta de miras y larga de intereses que se ha hecho hasta ahora. Ese frente común llegará como el anticipo de un cambio en la política que no margine a los ciudadanos, que se acuerde de ellos y los tenga en cuenta todos los días. Una política al servicio de los ciudadanos, no que se sirva de ellos mediante engaños y coacciones.

Creo que este proyecto necesita y se merece el apoyo de todos los que creamos que debemos transformar nuestra sociedad. Creo que es un proyecto que está estrechamente conectado con las necesidades de la mayoría de la población y que es capaz de hablar por ella, escucharla y hacerla participar de la toma de decisiones. Creo que es un proyecto que tiene (aunque en el anuncio parezca desmentirlo) vocación asamblearia, horizontal, no jerárquica e inclusiva. Y creo que deberíamos sumar nuestro apoyo desde la mayor variedad de matices posibles. Matices de izquierda, por supuesto. Y de izquierda radical. La moderación es la muerte, como ya nos ha enseñado el neoliberalismo con su globalización. Desde luego el proyecto cuenta con mi apoyo, y confío en que desde la mayoría de partidos de izquierda sean capaces de comprender que esta es una gran oportunidad y la aprovechen sumándose. Si esta no es la buena, la definitiva, sin duda va a suponer un gran paso adelante. Romper el camino trillado de los partidos tradicionales. Sumar acceso a los medios de comunicación de un mensaje profundamente social y subversivo. Quitarle la seguridad y la convicción a los que se sienten como la única y verdadera izquierda. Y dar esperanzas a todos los electores que están buscando un compromiso con la regeneración, con la justicia, con la democracia, con la decencia, con los derechos, con la protección. Sin duda está es la orientado en la dirección correcta y vamos a seguir intentándolo hasta que lo consigamos. O hasta que en las costuras del sistema no quepamos y estas salten.

Hay algunos textos que me parecen muy interesantes como contexto tanto del proyecto como de la evolución que está teniendo nuestra sociedad en los últimos años: Sobre el cambio de mentalidad y la participación Fuerza y poder. Reimaginar la revolución, de Amador Fernández-Sabater y Canvis d’hegemonia de Xavier Díez. Sobre la candidatura podemos ¿Qué es lo que podemos hacer? De Santiago Alba Rico y Pablo Iglesias: de reformismos y frentes comunes, de Nega (LCDM). Y sobre la oportunidad de la unidad de la izquierda el ya mencionado Cruzar la ventana de oportunidad de Diego González Cadenas.

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