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Año 2045. En algún lugar de Sevilla

A la rica siesta

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Francisco Peralta, siguiendo la milenaria tradición española, se dispone a dormir la siesta. Su intención es la de pegarse una siesta de campeonato; de esas que al levantarte sientes tal desorientación que no recuerdas si en las últimas elecciones votaste a UPyD o a Pérez Rubalcaba.

Para evitar inoportunas interrupciones, Francisco apaga el teléfono móvil. No quiere que ningún agente comercial estropee su descanso ofreciéndole cambios de sexo express o viajes espaciales a mitad de precio. Así que, sin más preámbulos, abre la cama, se tumba y cierra los ojos, listo para que Morfeo haga pronto su aparición.

Mientras tanto, los inspectores de la UE pertenecientes al consejo para la homogeneización de costumbres, Jurgen Möller y Brigette Simon, acaban de aterrizar en la capital andaluza y buscan un taxi desesperadamente. Tienen mucho trabajo por delante y el tiempo corre en su contra.

Francisco Peralta ya ha conseguido dormirse profundamente. Por ahora lo hace boca abajo, pero de aquí al final del sueño es probable que cambie varias veces de postura. El sueño recurrente de estos días vuelve a repetirse: Francisco y la condesa de Bornos caminan hacia el altar de una iglesia cogidos de la mano.

Tras atravesar la avenida Mario Draghi y dejar a un lado la mastodóntica estatua erigida en honor de la antigua canciller alemana, Angela Merkel, el taxi en el que viajan los inspectores llega a su destino. El taxista se queda con cara de póker al comprobar que ninguno de los citados clientes tiene el detalle de dejarle algo de propina. Y eso que llevaba sintonizada la Cope.

Después de oír hasta en cinco ocasiones el chirriante sonido del timbre de su casa, Francisco Peralta se despierta, angustiado, justo en el momento en el que iba a besar a la novia. Con un humor que ya se pueden imaginar se dirige hacia la puerta lanzando al viento sentidos recordatorios contra la familia del autor del timbrazo.

Al otro lado se encontrará con Jurgen Möller y Brigitte Simon. Antes de que la ira del Señor Peralta monopolice el encuentro, los inspectores le muestran sus respectivas placas identificativas.

En un español chapurreado, sin mucha convicción, le explican que por haber sido pillado in fraganti practicando el decadente acto de la siesta, será sancionado con una multa de varios miles de euros y deberá ingresar en prisión durante al menos tres años. Las directrices de Bruselas a este respecto eran muy claras. Si España quería seguir formando parte de la Unión debería amoldar sus costumbres a la idiosincracia europea, lo que implicaba limitar el gasto y poner en marcha una serie de medidas destinadas a favorecer el aumento del nivel de productividad. Entre estas medidas se encontraban las siguientes:

Adaptación de los horarios comerciales a los parámetros europeos (O sea, a las siete de la tarde a cenar); abandonar para siempre prácticas perniciosas como la siesta, las partidas de mus y la cerveza después de trabajar; la obligación de llevar pañales en el puesto de trabajo para no perder tiempo levantándose al cuarto de baño; la prohibición de enfermar o tener accidentes; la necesidad de sacar un permiso de excepción para ducharse más de una vez a la semana…

Podríamos seguir varias páginas más enumerando todas las medidas a seguir, pero desvelar información del fututo también está tipificado como delito. Así que lo dejaremos ahí. Lo siento por los impacientes.

Al tiempo que los inspectores le ponen las esposas y le informan de sus derechos, Francisco recobra repentinamente la lucidez y cae en la cuenta de que en las últimas elecciones no votó ni a UPyD ni a Rubalcaba, más que nada porque ya hacia muchos años que no se celebraban elecciones.

A la rica siesta

Año 2045. En algún lugar de Sevilla
Sebastián González Mazas
lunes, 18 de noviembre de 2013, 08:44 h (CET)
Francisco Peralta, siguiendo la milenaria tradición española, se dispone a dormir la siesta. Su intención es la de pegarse una siesta de campeonato; de esas que al levantarte sientes tal desorientación que no recuerdas si en las últimas elecciones votaste a UPyD o a Pérez Rubalcaba.

Para evitar inoportunas interrupciones, Francisco apaga el teléfono móvil. No quiere que ningún agente comercial estropee su descanso ofreciéndole cambios de sexo express o viajes espaciales a mitad de precio. Así que, sin más preámbulos, abre la cama, se tumba y cierra los ojos, listo para que Morfeo haga pronto su aparición.

Mientras tanto, los inspectores de la UE pertenecientes al consejo para la homogeneización de costumbres, Jurgen Möller y Brigette Simon, acaban de aterrizar en la capital andaluza y buscan un taxi desesperadamente. Tienen mucho trabajo por delante y el tiempo corre en su contra.

Francisco Peralta ya ha conseguido dormirse profundamente. Por ahora lo hace boca abajo, pero de aquí al final del sueño es probable que cambie varias veces de postura. El sueño recurrente de estos días vuelve a repetirse: Francisco y la condesa de Bornos caminan hacia el altar de una iglesia cogidos de la mano.

Tras atravesar la avenida Mario Draghi y dejar a un lado la mastodóntica estatua erigida en honor de la antigua canciller alemana, Angela Merkel, el taxi en el que viajan los inspectores llega a su destino. El taxista se queda con cara de póker al comprobar que ninguno de los citados clientes tiene el detalle de dejarle algo de propina. Y eso que llevaba sintonizada la Cope.

Después de oír hasta en cinco ocasiones el chirriante sonido del timbre de su casa, Francisco Peralta se despierta, angustiado, justo en el momento en el que iba a besar a la novia. Con un humor que ya se pueden imaginar se dirige hacia la puerta lanzando al viento sentidos recordatorios contra la familia del autor del timbrazo.

Al otro lado se encontrará con Jurgen Möller y Brigitte Simon. Antes de que la ira del Señor Peralta monopolice el encuentro, los inspectores le muestran sus respectivas placas identificativas.

En un español chapurreado, sin mucha convicción, le explican que por haber sido pillado in fraganti practicando el decadente acto de la siesta, será sancionado con una multa de varios miles de euros y deberá ingresar en prisión durante al menos tres años. Las directrices de Bruselas a este respecto eran muy claras. Si España quería seguir formando parte de la Unión debería amoldar sus costumbres a la idiosincracia europea, lo que implicaba limitar el gasto y poner en marcha una serie de medidas destinadas a favorecer el aumento del nivel de productividad. Entre estas medidas se encontraban las siguientes:

Adaptación de los horarios comerciales a los parámetros europeos (O sea, a las siete de la tarde a cenar); abandonar para siempre prácticas perniciosas como la siesta, las partidas de mus y la cerveza después de trabajar; la obligación de llevar pañales en el puesto de trabajo para no perder tiempo levantándose al cuarto de baño; la prohibición de enfermar o tener accidentes; la necesidad de sacar un permiso de excepción para ducharse más de una vez a la semana…

Podríamos seguir varias páginas más enumerando todas las medidas a seguir, pero desvelar información del fututo también está tipificado como delito. Así que lo dejaremos ahí. Lo siento por los impacientes.

Al tiempo que los inspectores le ponen las esposas y le informan de sus derechos, Francisco recobra repentinamente la lucidez y cae en la cuenta de que en las últimas elecciones no votó ni a UPyD ni a Rubalcaba, más que nada porque ya hacia muchos años que no se celebraban elecciones.

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