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“¿Qué es mejor, estar muerto en un mundo vivo o vivo en un mundo muerto?”.

Resonancias integradoras

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El fragor de la batalla vital es importante. Por debajo de las teorías rutilantes bullen las experiencias acuciantes de finas aristas; cargadas de lo bueno, lo intrigante y penalidades diversas. Son tareas exigentes por la inmediatez de sus requerimientos. Ante todo el fragor cósmico, mundano y social, anteponemos las cuitas personales; con el consiguiente aturdimiento por la amplitud de las cuestiones afrontadas. En más de una ocasión no atendemos al DESAFÍO de pensar, de tan ocupados por los retos cotidianos. Para salirnos de la anomia, la gente sin horizonte, rutinaria, sin alma, es imprescindible el ejercicio integrador del pensamiento aunando las cualidades propias con los ambientes.

Es complicada la integración desde las incógnitas a los extremos de los que dicen saber casi todo y aquellos que no saben casi nada. Partimos plagados de aspectos COERCITIVOS. Ponerse a pensar en esos ambientes exige una personalidad bien estructurada. Topamos con definiciones rotundas sin saber su contenido; pueblo, voluntad popular, interpretaciones. Nos abruman los expertos poco contrastados, sus alardes sorprenden en plena complejidad. La identidad colectiva e individual, son aludidas con una ligereza poco acorde con su realidad conceptual. Los sesgos informativos adquieren rango de impedimentos. La percepción de dichos entuertos será un primer paso esencial.

Ese carácter coercitivo de tantos aspectos de la realidad va unido a las inmensas posibilidades de la existencia. ¿Estamos ante aperturas infinitas? Empiezan a concretarse en torno a la individualidad de cada PERSONA. Pasan a ser sus posibilidades; de un largo alcance impreciso, pero recortadas a su alrededor. Las influencias recibidas pueden provenir de remotas presencias; pero conviene recalcar al mismo tiempo las emisiones propias influyentes sobre otras realidades. Viene a ser el momento de la verdad, para eso estamos desde que aparecimos en el mundo; entramos en la disyuntiva crucial, tomaremos partido aplicados sobre las circunstancias influyentes.


Aunque las maravillas apuntan en los horizontes con sus atractivas variedades, llama la atención como no siempre son las opciones elegidas; la fuerza del morbo oscurecido por los sufrimientos ejerce un poder extraño. En la vida aparecen pronto las espinas de lo SINIESTRO, esa mezcla incongruente de lo elegido con lo lamentado. El asco, el despedazamiento de los menesterosos, el desdén torturante (Hacia niños, mujeres o gentes con ideas diferentes), los maquinadores perversos a base de ocultamientos y tergiversaciones; generan un muestrario repugnante no desplazado por amplías mayorías de supuestas convicciones contrarias. Las actuaciones bochornosas planean airosas.

No es necesario el recurso al gran número de individuos para la justificación de diferentes puntos de vista. Basta una única persona, uno mismo, para mostrar la multitud de juicios pergeñados a lo largo de la vida; públicos o no, duraderos o esporádicos, fundamentados o desprovistos de validez. Están sujetos a un dinamismo recalcitrante adaptado a cada momento. Su AISLAMIENTO es manifiesto en otro sentido, las restantes cualidades humanas, sensibilidad, voluntad, memoria, inteligencia, no siempre están adheridas al enjuiciamiento. Al contrario, la experiencia cotidiana ratifica la disgregación de los elementos referidos en forma de frustraciones elocuentes.

Llevamos por dentro una inocencia curiosa, no proviene de la ignorancia, tampoco desde tendencias maliciosas. ¿A qué me refiero? A la desorientación asumida cuando hablamos de enigmas y certezas. Solemos escuchar lamentos sobre la pérdida de certezas en la actualidad. ¿Alguna vez las poseímos? Verosimilitud y mentiras nos pasean por una PERPLEJIDAD vertiginosa como una constante irrevocable, la incertidumbre acecha con terquedad y las pretendidas seguridades son sospechosas. Cuando los acompañantes alardean de guías sabiondos hemos de estar atentos, dejarnos conducir a su gusto o posicionarnos con las atribuciones propias insustituibles.

Las principales cualidades de las personas escapan de las definiciones, ni las teorías ni las expresiones dogmáticas las representan adecuadamente. No podemos evadirnos de la singularidad, pero los condicionamientos comunitarios y generales están también presentes. ¿Cómo conseguir su ensamblaje? El arte nos muestra el camino de la CREATIVIDAD. La obra singular nos introduce en valiosas apreciaciones universales, son aportaciones enriquecedoras. La universalidad de ciertas percepciones no está reñida con ideas o vivencias particulares, las favorecen sin reparos. El enfoque de esas apreciaciones se echa de menos en las rutilantes modernidades.

Al asomarnos al entorno personal se multiplican las apariciones, son fascinantes, pero los tropiezos en forma de limitaciones se notan más. Percibimos una serie de DIMENSIONES bien diferentes, de las cuales no conseguimos descubrir todo su trasfondo. El mundo nos acota por vericuetos complejos. El carácter social de una convivencia insoslayable nos interpela con fuerza. El dinamismo del engranaje es insumiso, obliga a una constante renovación de las iniciativas. Nos movemos ante la perplejidad con las derivaciones de cuantas aportaciones hagamos, interesados o no en su trascendencia, involucrados de lleno en esa dimensión proyectada hacia el entorno y el futuro.

Desde luego, sin las inquietudes creativas bien orientadas, ni la preocupación por la trascendencia, el simple recorrido se aligera. Una ligereza asomada al abismo de un despliegue inevitable a pesar de su supuesta indiferencia, con los resultados azarosos como mínimo, expuestos a míseras actuaciones o comportamientos caóticos. La presencia de las personas provoca RESONANCIAS ÉTICAS, por aquello de su capacidad de razonamiento, de su implicación presencial en el proceso común, del mundo, los seres vivos, el Universo. El eco nos transmite sensaciones en una invitación al mejor aprovechamiento de las cuotas de libertad sometidos a unas circunstancias concretas.

Evidentemente hay resonancias desintegradoras, nos sirven al menos de contraste para el deslinde de mejores aportaciones. El centro enigmático del sentido de las proyecciones nos mantiene anclados. El pronunciamiento personal no puede prescindir de cuanto le acompaña, su implicación es perentoria y sus respuestas repercuten. El alcance de las trascendencias está en el horizonte. Mientras tanto, la existencia cobra un SENTIDO TEMPORAL del cual participamos con una responsabilidad ineludible, de logros gratificantes o frustraciones lamentables, a favor o en contra de una armonía deseable.

Resonancias integradoras

“¿Qué es mejor, estar muerto en un mundo vivo o vivo en un mundo muerto?”.
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 25 de octubre de 2019, 10:58 h (CET)

El fragor de la batalla vital es importante. Por debajo de las teorías rutilantes bullen las experiencias acuciantes de finas aristas; cargadas de lo bueno, lo intrigante y penalidades diversas. Son tareas exigentes por la inmediatez de sus requerimientos. Ante todo el fragor cósmico, mundano y social, anteponemos las cuitas personales; con el consiguiente aturdimiento por la amplitud de las cuestiones afrontadas. En más de una ocasión no atendemos al DESAFÍO de pensar, de tan ocupados por los retos cotidianos. Para salirnos de la anomia, la gente sin horizonte, rutinaria, sin alma, es imprescindible el ejercicio integrador del pensamiento aunando las cualidades propias con los ambientes.

Es complicada la integración desde las incógnitas a los extremos de los que dicen saber casi todo y aquellos que no saben casi nada. Partimos plagados de aspectos COERCITIVOS. Ponerse a pensar en esos ambientes exige una personalidad bien estructurada. Topamos con definiciones rotundas sin saber su contenido; pueblo, voluntad popular, interpretaciones. Nos abruman los expertos poco contrastados, sus alardes sorprenden en plena complejidad. La identidad colectiva e individual, son aludidas con una ligereza poco acorde con su realidad conceptual. Los sesgos informativos adquieren rango de impedimentos. La percepción de dichos entuertos será un primer paso esencial.

Ese carácter coercitivo de tantos aspectos de la realidad va unido a las inmensas posibilidades de la existencia. ¿Estamos ante aperturas infinitas? Empiezan a concretarse en torno a la individualidad de cada PERSONA. Pasan a ser sus posibilidades; de un largo alcance impreciso, pero recortadas a su alrededor. Las influencias recibidas pueden provenir de remotas presencias; pero conviene recalcar al mismo tiempo las emisiones propias influyentes sobre otras realidades. Viene a ser el momento de la verdad, para eso estamos desde que aparecimos en el mundo; entramos en la disyuntiva crucial, tomaremos partido aplicados sobre las circunstancias influyentes.


Aunque las maravillas apuntan en los horizontes con sus atractivas variedades, llama la atención como no siempre son las opciones elegidas; la fuerza del morbo oscurecido por los sufrimientos ejerce un poder extraño. En la vida aparecen pronto las espinas de lo SINIESTRO, esa mezcla incongruente de lo elegido con lo lamentado. El asco, el despedazamiento de los menesterosos, el desdén torturante (Hacia niños, mujeres o gentes con ideas diferentes), los maquinadores perversos a base de ocultamientos y tergiversaciones; generan un muestrario repugnante no desplazado por amplías mayorías de supuestas convicciones contrarias. Las actuaciones bochornosas planean airosas.

No es necesario el recurso al gran número de individuos para la justificación de diferentes puntos de vista. Basta una única persona, uno mismo, para mostrar la multitud de juicios pergeñados a lo largo de la vida; públicos o no, duraderos o esporádicos, fundamentados o desprovistos de validez. Están sujetos a un dinamismo recalcitrante adaptado a cada momento. Su AISLAMIENTO es manifiesto en otro sentido, las restantes cualidades humanas, sensibilidad, voluntad, memoria, inteligencia, no siempre están adheridas al enjuiciamiento. Al contrario, la experiencia cotidiana ratifica la disgregación de los elementos referidos en forma de frustraciones elocuentes.

Llevamos por dentro una inocencia curiosa, no proviene de la ignorancia, tampoco desde tendencias maliciosas. ¿A qué me refiero? A la desorientación asumida cuando hablamos de enigmas y certezas. Solemos escuchar lamentos sobre la pérdida de certezas en la actualidad. ¿Alguna vez las poseímos? Verosimilitud y mentiras nos pasean por una PERPLEJIDAD vertiginosa como una constante irrevocable, la incertidumbre acecha con terquedad y las pretendidas seguridades son sospechosas. Cuando los acompañantes alardean de guías sabiondos hemos de estar atentos, dejarnos conducir a su gusto o posicionarnos con las atribuciones propias insustituibles.

Las principales cualidades de las personas escapan de las definiciones, ni las teorías ni las expresiones dogmáticas las representan adecuadamente. No podemos evadirnos de la singularidad, pero los condicionamientos comunitarios y generales están también presentes. ¿Cómo conseguir su ensamblaje? El arte nos muestra el camino de la CREATIVIDAD. La obra singular nos introduce en valiosas apreciaciones universales, son aportaciones enriquecedoras. La universalidad de ciertas percepciones no está reñida con ideas o vivencias particulares, las favorecen sin reparos. El enfoque de esas apreciaciones se echa de menos en las rutilantes modernidades.

Al asomarnos al entorno personal se multiplican las apariciones, son fascinantes, pero los tropiezos en forma de limitaciones se notan más. Percibimos una serie de DIMENSIONES bien diferentes, de las cuales no conseguimos descubrir todo su trasfondo. El mundo nos acota por vericuetos complejos. El carácter social de una convivencia insoslayable nos interpela con fuerza. El dinamismo del engranaje es insumiso, obliga a una constante renovación de las iniciativas. Nos movemos ante la perplejidad con las derivaciones de cuantas aportaciones hagamos, interesados o no en su trascendencia, involucrados de lleno en esa dimensión proyectada hacia el entorno y el futuro.

Desde luego, sin las inquietudes creativas bien orientadas, ni la preocupación por la trascendencia, el simple recorrido se aligera. Una ligereza asomada al abismo de un despliegue inevitable a pesar de su supuesta indiferencia, con los resultados azarosos como mínimo, expuestos a míseras actuaciones o comportamientos caóticos. La presencia de las personas provoca RESONANCIAS ÉTICAS, por aquello de su capacidad de razonamiento, de su implicación presencial en el proceso común, del mundo, los seres vivos, el Universo. El eco nos transmite sensaciones en una invitación al mejor aprovechamiento de las cuotas de libertad sometidos a unas circunstancias concretas.

Evidentemente hay resonancias desintegradoras, nos sirven al menos de contraste para el deslinde de mejores aportaciones. El centro enigmático del sentido de las proyecciones nos mantiene anclados. El pronunciamiento personal no puede prescindir de cuanto le acompaña, su implicación es perentoria y sus respuestas repercuten. El alcance de las trascendencias está en el horizonte. Mientras tanto, la existencia cobra un SENTIDO TEMPORAL del cual participamos con una responsabilidad ineludible, de logros gratificantes o frustraciones lamentables, a favor o en contra de una armonía deseable.

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