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América sigue perdiendo a los suyos y sus recursos en defensa de este estado represivo

Afganistán: Obama se rinde

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Barack Obama dijo el pasado 23 de mayo que “La Guerra de Afganistán está a punto de acabar", pero no tiene pinta de que vaya a terminar bien. NBC News informaba el pasado martes que "Representantes estadounidenses y talibanes se reunirían por primera vez dentro de poco para abrir lo que se espera sean unas negociaciones largas y complejas en busca de un acuerdo pacífico que ponga fin a la guerra de Afganistán”. Estados Unidos entró en Afganistán para derrocar a los talibanes y acabar con su influencia en el país. A la luz de eso, estas conversaciones constituyen un reconocimiento en sí mismo del fracaso. Pero estas conversaciones distan mucho de ser las primeras de su clase.

En un incidente emblemático del fracaso de la política norteamericana en Afganistán, autoridades estadounidenses y funcionarios afganos de la provincia de Farah celebraban el pasado agosto una ceremonia en honor a los nuevos reclutas de las fuerzas del orden del municipio. Como parte de la ceremonia, los nuevos cadetes de la policía recibieron armas de fuego que utilizar en su entrenamiento. En cuanto el recluta Mohammed Ismail puso sus manos sobre la suya, abrió fuego contra los efectivos estadounidenses presentes, matando a 2 soldados.

Tales ataques ilustran lo demencial y equivocada de nuestra empresa nacional en Afganistán todo este tiempo. En aquel ejemplo, el comisario de la policía provincial de Farah, Agha Nur Kemtoz daba explicaciones: “En cuanto entregaron el arma a Ismail para iniciar el entrenamiento, agarró el arma y abrió fuego contra los soldados estadounidenses”. Ismail acababa de alistarse en la Policía Local Afgana el domingo anterior a su ataque. Sin embargo, según Associated Press, “La coalición liderada por la OTAN ha manifestado que tales ataques son anomalías, fruto de conflictos personales”.

En los meses transcurridos, la OTAN no se ha vuelto más sincera ni honesta en torno a las causas genuinas de estos ataques entre efectivos en principio del mismo bando, que se siguen registrando. La organización ha llegado a ir más allá en sus intentos de salvar la cara, afirmando que los atacantes no forman parte de una yihad afgana contra las fuerzas de la OTAN. Según ABC News, “Las autoridades han manifestado que la mayoría de los ataques tienen por móvil no el apoyo a los talibanes, sino ‘motivos personales’, que incluirían agravios contra los comisarios locales afganos, conflictos entre etnias y depresión. Altos funcionarios estadounidenses insisten en que los ataques no indican que haya una elevada incidencia de la infiltración talibán en el ejército”.

Por otra parte, según AP, “El líder supremo de los talibanes se jactó el jueves por la noche de los insurgentes que rápidamente se infiltran con cada vez mayor frecuencia entre las filas afganas”.

Es difícil imaginar algo más fácil que esa infiltración. Estos asesinatos se siguen produciendo porque no hay forma solvente de distinguir a un musulmán afgano partidario de la presencia estadounidense de un musulmán afgano que quiere liquidarla, y en cualquier caso, la corrección política impide a las autoridades poner en práctica cualquier forma de hacerlo, porque se insinuaría que el islam no es la Religión de la Paz. Y de esa forma, cada vez más efectivos estadounidenses son sacrificados en aras de esta locura.

Mientras tanto, las próximas conversaciones con los talibanes manifiestan el mismo alejamiento de la realidad, y no suponen el primer gesto que ha hecho Obama a este colectivo, al que Estados Unidos entró en Afganistán a combatir. Obama instó al Presidente afgano Hamid Karzai a llegar a un acuerdo con los talibanes; hace poco hizo desestimar el caso de un caballero de Florida acusado de financiar a los talibanes paquistaníes; y hasta estaría considerando devolver a Afganistán a los reos talibanes, como gesto de buena voluntad.

Y ahora llegan "las conversaciones de paz”. Todo esto es evidentemente un espejismo y un autoengaño. ¿Para qué estamos luchando a estas alturas, de todas formas? Los talibanes, el otrora enemigo, no se incorporan a la mesa de negociación como el enemigo derrotado, sino como socio de paz. Joe Biden dijo hace algún tiempo que en cualquier caso, ellos no son el enemigo. Efectivos estadounidenses han supervisado la implantación de un texto constitucional afgano que eleva la ley islámica a la categoría de autoridad jurídica más importante del país. Pero la ley islámica no tiene nada de los principios democráticos que fuimos a Afganistán a defender (versión de aquí) o asentar (versión de allí). La ley islámica institucionaliza la opresión de la mujer y de los no musulmanes, asfixia la libertad de expresión y niega la libertad religiosa.

¿Para eso se está combatiendo?
Sin embargo, América sigue perdiendo a los suyos y sus recursos en defensa de este estado represivo, sin objetivo claro ni misión clara, aparte de una "victoria" que nunca se ha definido. Nadie ha definido de forma clara el aspecto que tendría la victoria en Afganistán. ¿Qué aspecto podría tener plausiblemente? ¿Alguna vez permitió el régimen Karzai que las mujeres se zafaran de sus burkas y se incorporaran a la sociedad civil afgana como seres humanos con la misma dignidad que los varones?. ¿Alguna vez ha garantizado el gobierno Karzai o cualquier otro gobierno afgano los derechos humanos básicos de la reducida y cada vez menor minoría de no musulmanes lo bastante desafortunados para vivir dentro de sus fronteras? Por supuesto que no.

Y no importa el tiempo que se queden las tropas norteamericanas en Afganistán, ningún régimen afgano hará nunca cosas así.

En julio de 2012, Estados Unidos clasificó a Afganistán como "Aliado importante no miembro de la OTAN”. Según la BBC, esta categoría concede a los afganos "Acceso preferente a las exportaciones armamentísticas norteamericanas y cooperación en materia de defensa”. Así que a menos que Afganistán pierda este estatus, puede que acabemos financiando a los talibanes con miles de millones de dólares por ejercicio durante los próximos años. Y por eso, la próxima vez que un soldado afgano asesine a un grupo de efectivos estadounidenses, y a pesar de estas próximas negociaciones en Qatar es seguro que habrá más casos, recuerde: el arma del crimen la pagó usted.

Afganistán: Obama se rinde

América sigue perdiendo a los suyos y sus recursos en defensa de este estado represivo
Robert Spencer
viernes, 5 de julio de 2013, 08:04 h (CET)
Barack Obama dijo el pasado 23 de mayo que “La Guerra de Afganistán está a punto de acabar", pero no tiene pinta de que vaya a terminar bien. NBC News informaba el pasado martes que "Representantes estadounidenses y talibanes se reunirían por primera vez dentro de poco para abrir lo que se espera sean unas negociaciones largas y complejas en busca de un acuerdo pacífico que ponga fin a la guerra de Afganistán”. Estados Unidos entró en Afganistán para derrocar a los talibanes y acabar con su influencia en el país. A la luz de eso, estas conversaciones constituyen un reconocimiento en sí mismo del fracaso. Pero estas conversaciones distan mucho de ser las primeras de su clase.

En un incidente emblemático del fracaso de la política norteamericana en Afganistán, autoridades estadounidenses y funcionarios afganos de la provincia de Farah celebraban el pasado agosto una ceremonia en honor a los nuevos reclutas de las fuerzas del orden del municipio. Como parte de la ceremonia, los nuevos cadetes de la policía recibieron armas de fuego que utilizar en su entrenamiento. En cuanto el recluta Mohammed Ismail puso sus manos sobre la suya, abrió fuego contra los efectivos estadounidenses presentes, matando a 2 soldados.

Tales ataques ilustran lo demencial y equivocada de nuestra empresa nacional en Afganistán todo este tiempo. En aquel ejemplo, el comisario de la policía provincial de Farah, Agha Nur Kemtoz daba explicaciones: “En cuanto entregaron el arma a Ismail para iniciar el entrenamiento, agarró el arma y abrió fuego contra los soldados estadounidenses”. Ismail acababa de alistarse en la Policía Local Afgana el domingo anterior a su ataque. Sin embargo, según Associated Press, “La coalición liderada por la OTAN ha manifestado que tales ataques son anomalías, fruto de conflictos personales”.

En los meses transcurridos, la OTAN no se ha vuelto más sincera ni honesta en torno a las causas genuinas de estos ataques entre efectivos en principio del mismo bando, que se siguen registrando. La organización ha llegado a ir más allá en sus intentos de salvar la cara, afirmando que los atacantes no forman parte de una yihad afgana contra las fuerzas de la OTAN. Según ABC News, “Las autoridades han manifestado que la mayoría de los ataques tienen por móvil no el apoyo a los talibanes, sino ‘motivos personales’, que incluirían agravios contra los comisarios locales afganos, conflictos entre etnias y depresión. Altos funcionarios estadounidenses insisten en que los ataques no indican que haya una elevada incidencia de la infiltración talibán en el ejército”.

Por otra parte, según AP, “El líder supremo de los talibanes se jactó el jueves por la noche de los insurgentes que rápidamente se infiltran con cada vez mayor frecuencia entre las filas afganas”.

Es difícil imaginar algo más fácil que esa infiltración. Estos asesinatos se siguen produciendo porque no hay forma solvente de distinguir a un musulmán afgano partidario de la presencia estadounidense de un musulmán afgano que quiere liquidarla, y en cualquier caso, la corrección política impide a las autoridades poner en práctica cualquier forma de hacerlo, porque se insinuaría que el islam no es la Religión de la Paz. Y de esa forma, cada vez más efectivos estadounidenses son sacrificados en aras de esta locura.

Mientras tanto, las próximas conversaciones con los talibanes manifiestan el mismo alejamiento de la realidad, y no suponen el primer gesto que ha hecho Obama a este colectivo, al que Estados Unidos entró en Afganistán a combatir. Obama instó al Presidente afgano Hamid Karzai a llegar a un acuerdo con los talibanes; hace poco hizo desestimar el caso de un caballero de Florida acusado de financiar a los talibanes paquistaníes; y hasta estaría considerando devolver a Afganistán a los reos talibanes, como gesto de buena voluntad.

Y ahora llegan "las conversaciones de paz”. Todo esto es evidentemente un espejismo y un autoengaño. ¿Para qué estamos luchando a estas alturas, de todas formas? Los talibanes, el otrora enemigo, no se incorporan a la mesa de negociación como el enemigo derrotado, sino como socio de paz. Joe Biden dijo hace algún tiempo que en cualquier caso, ellos no son el enemigo. Efectivos estadounidenses han supervisado la implantación de un texto constitucional afgano que eleva la ley islámica a la categoría de autoridad jurídica más importante del país. Pero la ley islámica no tiene nada de los principios democráticos que fuimos a Afganistán a defender (versión de aquí) o asentar (versión de allí). La ley islámica institucionaliza la opresión de la mujer y de los no musulmanes, asfixia la libertad de expresión y niega la libertad religiosa.

¿Para eso se está combatiendo?
Sin embargo, América sigue perdiendo a los suyos y sus recursos en defensa de este estado represivo, sin objetivo claro ni misión clara, aparte de una "victoria" que nunca se ha definido. Nadie ha definido de forma clara el aspecto que tendría la victoria en Afganistán. ¿Qué aspecto podría tener plausiblemente? ¿Alguna vez permitió el régimen Karzai que las mujeres se zafaran de sus burkas y se incorporaran a la sociedad civil afgana como seres humanos con la misma dignidad que los varones?. ¿Alguna vez ha garantizado el gobierno Karzai o cualquier otro gobierno afgano los derechos humanos básicos de la reducida y cada vez menor minoría de no musulmanes lo bastante desafortunados para vivir dentro de sus fronteras? Por supuesto que no.

Y no importa el tiempo que se queden las tropas norteamericanas en Afganistán, ningún régimen afgano hará nunca cosas así.

En julio de 2012, Estados Unidos clasificó a Afganistán como "Aliado importante no miembro de la OTAN”. Según la BBC, esta categoría concede a los afganos "Acceso preferente a las exportaciones armamentísticas norteamericanas y cooperación en materia de defensa”. Así que a menos que Afganistán pierda este estatus, puede que acabemos financiando a los talibanes con miles de millones de dólares por ejercicio durante los próximos años. Y por eso, la próxima vez que un soldado afgano asesine a un grupo de efectivos estadounidenses, y a pesar de estas próximas negociaciones en Qatar es seguro que habrá más casos, recuerde: el arma del crimen la pagó usted.

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