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No lleva calzoncillos rojos cuando es el héroe, ni tampoco usa gafas cuando se oculta tras su alter ego Clark Kent

‘El hombre de acero’, el Superman del siglo XXI

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No lleva calzoncillos rojos cuando es el héroe, ni tampoco usa gafas cuando se oculta tras su alter ego Clark Kent. Es el ser más poderoso de la Tierra, y lo sabe, pero a pesar de eso es un hombre atormentado, un alma que no encuentra su sitio, condenado a vagar de un lado para otro, a ser una sombra hasta encontrarse a sí mismo. Este es el hombre de acero, este es el Superman del siglo XXI.

Zack Snyder (con ayuda de Christopher Nolan en labores de producción y guión firmado por David S. Goyer) da nuevos aires al legendario héroe de la capa roja, insuflándole buenas dosis de oscuridad, trascendencia y, por qué no decirlo, exageración. Atrás queda la entrañable versión de Richard Donner con Christopher Reeve (y sus secuelas, a cuál más cómica) así como la sosita ‘Superman Returns’ de hace unos pocos años. ‘El hombre de acero’ es una película potente, grandilocuente, catastrófica. Y seria. Quiero remarcar esto último porque apenas hay un par de escenas o comentarios en toda la película que puedan sacarte una sonrisilla. El héroe se debate entre varios conflictos internos, dilemas morales y la consecución de un destino que conlleva la más grande responsabilidad. Y eso, no está para muchas tonterías.

‘El hombre de acero’ funciona como una suerte de ‘Superman begins’, un reinicio del mito del legendario superhéroe, adaptado a nuevos tiempos, a nuevas exigencias. Sobre la película planea la sombra de la destrucción global, el miedo a la hecatombe, el fin de historia. Y ahí se erige la figura de Superman, la figura del Salvador. Snyder no se corta en establecer ciertos paralelismos entre el personaje de Clark (o Kal-El, su nombre kryptoniano) y Jesucristo: hay tenemos la escena de la Iglesia, el hecho de que Superman tenga 33 años o algunas posturitas con los brazos en cruz antes de caer para salvar a la Tierra. Ese y no otro es su cometido, está aquí para salvarnos. Solo él puede hacerlo, aunque hacerlo signifique perder él o su especie.

Aparte de la espectacular acción, de la que hablaré más adelante, lo más destacado en esta película son las interpretaciones. Me ha gustado mucho Henry Cavill como Superman, una presencia imponente, un tío que parece de verdad estar hecho de acero, y con esa mirada penetrante y perfil griego que le dan aspecto de auténtico Dios. Luego destaco los dos padres de Superman, tanto Russell Crowe como Kevin Costner estaban bastante sobrios en sus respectivos papeles como padre biológico y padre adoptivo. Crowe se luce en esa intro de la que es indiscutible protagonista y en los momentos posteriores en los que aparece como holograma-consciencia-fantasma, intervenciones que suman calidad a la cinta. Costner por su parte es el alma de los numerosos flashbacks que jalonan la peli, es él quien intenta encauzar ese poder de Clark, darle los rudimentos éticos que necesita para el día en que al fin se convierta en el héroe que está destinado a ser. El malo ya me ha gustado menos, y mira que me encanta Michael Shannon (sobre todo en la gran serie ‘Boardwalk empire’), pero este general Zod me parece demasiado rabioso, demasiado cabreado en todo momento y lugar. Amy Adams bien como Lois Lane, simbolizando la confianza en la especie humana, aunque tengo la sensación de que su personaje no llega a estar todo lo bien encajado en la historia como debería…

El tema de la acción en el film me tiene dividido. Por un lado es evidente de que se trata de un gran espectáculo visual, que hay un buen número de escenas, de luchas, que son de verdad emocionantes y brutales, escenas en las que casi acompañas los gritos de Cavill mientras golpea, destruye o avanza imparable contra un campo gravitatorio. Pero también pienso que se han pasado en cuanto al tema destructivo. No sé, hay ciertos momentos que parece más un videojuego o una escena cualquiera de las películas de Transformers, lo cual no es bueno. Llega un punto en que tras destruir decenas de edificios y ver como el centro de Metrópolis se ha convertido en un solar de un kilómetro cuadrado te preguntas si era de verdad necesario ser tan bestia. Al menos estas escenas se salvan por la dramática presencia de Laurence Fishburne y demás víctimas, en imágenes que recuerdan inevitablemente a la tragedia del 11-S.

En definitiva, un espectáculo vibrante, una renovación de la imagen del superhéroe por antonomasia y dos horas largas de entretenimiento asegurado. No será la mejor película del año, pero sí el blockbuster del verano.

‘El hombre de acero’, el Superman del siglo XXI

No lleva calzoncillos rojos cuando es el héroe, ni tampoco usa gafas cuando se oculta tras su alter ego Clark Kent
Alfonso Gutierrez Caro
jueves, 27 de junio de 2013, 07:01 h (CET)
No lleva calzoncillos rojos cuando es el héroe, ni tampoco usa gafas cuando se oculta tras su alter ego Clark Kent. Es el ser más poderoso de la Tierra, y lo sabe, pero a pesar de eso es un hombre atormentado, un alma que no encuentra su sitio, condenado a vagar de un lado para otro, a ser una sombra hasta encontrarse a sí mismo. Este es el hombre de acero, este es el Superman del siglo XXI.

Zack Snyder (con ayuda de Christopher Nolan en labores de producción y guión firmado por David S. Goyer) da nuevos aires al legendario héroe de la capa roja, insuflándole buenas dosis de oscuridad, trascendencia y, por qué no decirlo, exageración. Atrás queda la entrañable versión de Richard Donner con Christopher Reeve (y sus secuelas, a cuál más cómica) así como la sosita ‘Superman Returns’ de hace unos pocos años. ‘El hombre de acero’ es una película potente, grandilocuente, catastrófica. Y seria. Quiero remarcar esto último porque apenas hay un par de escenas o comentarios en toda la película que puedan sacarte una sonrisilla. El héroe se debate entre varios conflictos internos, dilemas morales y la consecución de un destino que conlleva la más grande responsabilidad. Y eso, no está para muchas tonterías.

‘El hombre de acero’ funciona como una suerte de ‘Superman begins’, un reinicio del mito del legendario superhéroe, adaptado a nuevos tiempos, a nuevas exigencias. Sobre la película planea la sombra de la destrucción global, el miedo a la hecatombe, el fin de historia. Y ahí se erige la figura de Superman, la figura del Salvador. Snyder no se corta en establecer ciertos paralelismos entre el personaje de Clark (o Kal-El, su nombre kryptoniano) y Jesucristo: hay tenemos la escena de la Iglesia, el hecho de que Superman tenga 33 años o algunas posturitas con los brazos en cruz antes de caer para salvar a la Tierra. Ese y no otro es su cometido, está aquí para salvarnos. Solo él puede hacerlo, aunque hacerlo signifique perder él o su especie.

Aparte de la espectacular acción, de la que hablaré más adelante, lo más destacado en esta película son las interpretaciones. Me ha gustado mucho Henry Cavill como Superman, una presencia imponente, un tío que parece de verdad estar hecho de acero, y con esa mirada penetrante y perfil griego que le dan aspecto de auténtico Dios. Luego destaco los dos padres de Superman, tanto Russell Crowe como Kevin Costner estaban bastante sobrios en sus respectivos papeles como padre biológico y padre adoptivo. Crowe se luce en esa intro de la que es indiscutible protagonista y en los momentos posteriores en los que aparece como holograma-consciencia-fantasma, intervenciones que suman calidad a la cinta. Costner por su parte es el alma de los numerosos flashbacks que jalonan la peli, es él quien intenta encauzar ese poder de Clark, darle los rudimentos éticos que necesita para el día en que al fin se convierta en el héroe que está destinado a ser. El malo ya me ha gustado menos, y mira que me encanta Michael Shannon (sobre todo en la gran serie ‘Boardwalk empire’), pero este general Zod me parece demasiado rabioso, demasiado cabreado en todo momento y lugar. Amy Adams bien como Lois Lane, simbolizando la confianza en la especie humana, aunque tengo la sensación de que su personaje no llega a estar todo lo bien encajado en la historia como debería…

El tema de la acción en el film me tiene dividido. Por un lado es evidente de que se trata de un gran espectáculo visual, que hay un buen número de escenas, de luchas, que son de verdad emocionantes y brutales, escenas en las que casi acompañas los gritos de Cavill mientras golpea, destruye o avanza imparable contra un campo gravitatorio. Pero también pienso que se han pasado en cuanto al tema destructivo. No sé, hay ciertos momentos que parece más un videojuego o una escena cualquiera de las películas de Transformers, lo cual no es bueno. Llega un punto en que tras destruir decenas de edificios y ver como el centro de Metrópolis se ha convertido en un solar de un kilómetro cuadrado te preguntas si era de verdad necesario ser tan bestia. Al menos estas escenas se salvan por la dramática presencia de Laurence Fishburne y demás víctimas, en imágenes que recuerdan inevitablemente a la tragedia del 11-S.

En definitiva, un espectáculo vibrante, una renovación de la imagen del superhéroe por antonomasia y dos horas largas de entretenimiento asegurado. No será la mejor película del año, pero sí el blockbuster del verano.

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