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Opinión
Etiquetas | Antes muerto que en silencio

El rey ya hace footing

Buena noticia, me alegro
Tomás Salinas
martes, 14 de mayo de 2013, 09:20 h (CET)
Es que hay que ver cómo somos, estamos a la que salta. Me pregunta Juan, mi vecino, que tiene una bandera republicana colgando en el balcón, que si era verdad que el rey Juan Carlos había salido pitando de España como hiciera su abuelo, con destino a Marsella vía Cartagena. “He oído que el rey ha salido corriendo del país. ¿Tú crees que será verdad?...” Y estaba contento, el hombre. Diría que hasta le asomaban las lágrimas.

Y me ha tocado bajarle del burro. “Pues va a ser que no, amigo mío. La noticia no es así. Lo que publican los medios es que el rey, campechano entre los campechanos, le ha gastado una chanza a los periodistas y les ha dicho que algún día lo veríamos corriendo por ahí, que no es lo mismo aunque se parezca. Y ahora, si quieres, me cuentas que no te extraña, que así cualquiera, que el monarca, aunque lleva más chapas y remaches que la Mir, se jala las millas más rápido que Ben Johnson celebrando la Nochevieja en Cali. Y, si así te relajas, me gastas la coña de que si le ponen un tirachinas en las manos y le sueltan un elefante, se sube el Angliru en triciclo. O que si le cruzan por delante a la Zu Sayn-Wittgenstein en tanga, abanicos de colores parecen sus patas. Juan, lo que te apetezca, menos echarte a llorar, hombre, que no pasa nada, que todo se andará…”.

Y es lo que ocurre. Que alguno hay por este mundo cruel que lee o escucha lo que quiere y no lo que es, luego se hace ilusiones y después, otra vez en la cruda realidad, se da cuenta de que nada cambia ni cambiará jamás al sur de los Pirineos.

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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