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Etiquetas | Madrid | MUTUA MADRID OPEN | Tenis | Federer | THIEM
El público de Madrid dedicó una cariñosa y respetuosa ovación de despedida al suizo, que ofreció su talento hasta que las fuerzas acabaron ganando la partida.

Thiem apea a Federer del Mutua Madrid Open (3-6, 7-6 y 6-4)

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Hay ovaciones que desprenden un aroma de respeto, componen una banda sonora con un significado de agradecimiento. Así se expresó el público de Madrid cuanto tocó despedirse de Roger Federer. El suizo se marchó del Mutua Madrid Open derrotado por el austriaco Thiem. La juventud y el desgaste físico se impusieron al talento; y después de tres encuentros tocaba a su fin el regreso a Madrid de uno de los mayores tenistas de la historia. Después de 2 horas y 10 minutos de encuentro (3-6, 7-6 (11) y 6-4), el aficionado acababa de presenciar un encuentro de alto voltaje, de esos que entran en los anuarios de un torneo que crece y crece. Y todo como anticipo al encuentro de Nadal camino de semifinales.

a Caja Mágica disfrutó de un encuentro máximo; de poder a poder, de talento contra talento y en donde acabó inclinando todo un tema tan determinante como el físico. Porque de lo contrario, el encuentro hubiera acabado en el casillero de Roger Federer. El suizo sólo necesitó 28 minutos para someter al joven, y ya muy presente del tenis sobre arcilla, Thiem. El austriaco apenas opuso resistencia ni encontró antídoto eficaz a los saques del suizo (84% de acierto en el primer servicio), ni tampoco a sus dejadas, ni a su reveses o paralelos. El austriaco, que es doble finalista del Mutua Madrid Open, estaba superado en todos los apartados. Federer jugaba y ganaba cómo y cuándo él quería. Era una especie de clase maestra del suizo. Y todo esto después de tres años de ausencia en torneo de arcilla y camino de los 38 años.

Madrid aplaudía, gritaba y rendía honores al suizo. Había una comunión perfecta. Al suizo se le notaba disfrutar con su tenis elegante, como si no le costase ni siquiera un gramo de esfuerzo sumar puntos a su marcador. El panorama apuntaba a un encuentro rápido. Nada hacía entrever un cambio de aire. No sucedió eso, sino lo contrario. El austriaco tomó aire, templó sus nervios y empezó a mostrar sus cartas; esas mismas que presumen situarle, a sus 25 primaveras, como el candidato idóneo a desbancar a Nadal en una superficie como la arcilla. En consecuencia, el encuentro experimentó un crecimiento sideral. De clase maestra del suizo pasó a ser un intercambio de golpes maestros entre ambos tenistas. Madrid gozaba y apenas se contenía sentado en las gradas.

Entre un intercambio de saques, y unas cuantas bolas de ruptura desperdiciadas del austriaco, avanzó la tarde hasta desembocar en la muerte súbita. No podía ser de otra manera. El segundo set debía acabar con esa resolución. Lo merecía el espectáculo. La presión era máxima y esa muerte súbita no pareció tener un final. Lo tuvo cuando Federer tiró por la borda dos pelotas que daban su clasificación para semifinales. No tuvo condescendía el austriaco, que sí aprovechó su ocasión (dispuso de cinco bolas de tercera manga), aunque antes también había sucumbido a los efectos de la presión. Un giro inesperado que cambió completamente el encuentro.

Las piernas del suizo se fueron diluyendo a medida que fue creciendo el repertorio de golpes certeros del austriaco, entonces ya más entonado y dominador de la situación. Pronto tomó ventaja, aunque enfrente había talento capaz de superar a la debilidad física. Federer recuperó su saque perdido, pero fue un espejismo. La escasez de fuerza tenía más vigor que su talento. Thiem encontró el camino a semifinales, donde espera Djokovic. El público de Madrid se rindió en aplausos al suizo, y éste respondió con otros aplausos hacía la grada. Quién sabe si volverán a cruzarse los caminos en el Mutua Madrid Open.

Thiem apea a Federer del Mutua Madrid Open (3-6, 7-6 y 6-4)

El público de Madrid dedicó una cariñosa y respetuosa ovación de despedida al suizo, que ofreció su talento hasta que las fuerzas acabaron ganando la partida.
Rafael Merino
viernes, 10 de mayo de 2019, 20:23 h (CET)
Hay ovaciones que desprenden un aroma de respeto, componen una banda sonora con un significado de agradecimiento. Así se expresó el público de Madrid cuanto tocó despedirse de Roger Federer. El suizo se marchó del Mutua Madrid Open derrotado por el austriaco Thiem. La juventud y el desgaste físico se impusieron al talento; y después de tres encuentros tocaba a su fin el regreso a Madrid de uno de los mayores tenistas de la historia. Después de 2 horas y 10 minutos de encuentro (3-6, 7-6 (11) y 6-4), el aficionado acababa de presenciar un encuentro de alto voltaje, de esos que entran en los anuarios de un torneo que crece y crece. Y todo como anticipo al encuentro de Nadal camino de semifinales.

a Caja Mágica disfrutó de un encuentro máximo; de poder a poder, de talento contra talento y en donde acabó inclinando todo un tema tan determinante como el físico. Porque de lo contrario, el encuentro hubiera acabado en el casillero de Roger Federer. El suizo sólo necesitó 28 minutos para someter al joven, y ya muy presente del tenis sobre arcilla, Thiem. El austriaco apenas opuso resistencia ni encontró antídoto eficaz a los saques del suizo (84% de acierto en el primer servicio), ni tampoco a sus dejadas, ni a su reveses o paralelos. El austriaco, que es doble finalista del Mutua Madrid Open, estaba superado en todos los apartados. Federer jugaba y ganaba cómo y cuándo él quería. Era una especie de clase maestra del suizo. Y todo esto después de tres años de ausencia en torneo de arcilla y camino de los 38 años.

Madrid aplaudía, gritaba y rendía honores al suizo. Había una comunión perfecta. Al suizo se le notaba disfrutar con su tenis elegante, como si no le costase ni siquiera un gramo de esfuerzo sumar puntos a su marcador. El panorama apuntaba a un encuentro rápido. Nada hacía entrever un cambio de aire. No sucedió eso, sino lo contrario. El austriaco tomó aire, templó sus nervios y empezó a mostrar sus cartas; esas mismas que presumen situarle, a sus 25 primaveras, como el candidato idóneo a desbancar a Nadal en una superficie como la arcilla. En consecuencia, el encuentro experimentó un crecimiento sideral. De clase maestra del suizo pasó a ser un intercambio de golpes maestros entre ambos tenistas. Madrid gozaba y apenas se contenía sentado en las gradas.

Entre un intercambio de saques, y unas cuantas bolas de ruptura desperdiciadas del austriaco, avanzó la tarde hasta desembocar en la muerte súbita. No podía ser de otra manera. El segundo set debía acabar con esa resolución. Lo merecía el espectáculo. La presión era máxima y esa muerte súbita no pareció tener un final. Lo tuvo cuando Federer tiró por la borda dos pelotas que daban su clasificación para semifinales. No tuvo condescendía el austriaco, que sí aprovechó su ocasión (dispuso de cinco bolas de tercera manga), aunque antes también había sucumbido a los efectos de la presión. Un giro inesperado que cambió completamente el encuentro.

Las piernas del suizo se fueron diluyendo a medida que fue creciendo el repertorio de golpes certeros del austriaco, entonces ya más entonado y dominador de la situación. Pronto tomó ventaja, aunque enfrente había talento capaz de superar a la debilidad física. Federer recuperó su saque perdido, pero fue un espejismo. La escasez de fuerza tenía más vigor que su talento. Thiem encontró el camino a semifinales, donde espera Djokovic. El público de Madrid se rindió en aplausos al suizo, y éste respondió con otros aplausos hacía la grada. Quién sabe si volverán a cruzarse los caminos en el Mutua Madrid Open.

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